La infancia es una etapa clave, y el trabajo como psicólogos infantiles va mucho más allá del momento presente. La terapia no solo alivia el malestar actual, sino que también previene dificultades futuras y contribuye a construir una base emocional sólida. Por eso, entender cómo trabajan los profesionales en la etapa infanto-juvenil es una forma de valorar la importancia de la salud mental desde los primeros años de vida.
Ainhoa Uribe Gutiérrez, profesora del Grado en Psicología de UNIE Universidad, explica cómo es la profesión de psicólogo infantil desde su experiencia en la psicología clínica.
La labor de los psicólogos infantiles
A menudo, cuando explico a qué me dedico, me preguntan ¿qué hace exactamente un psicólogo infantil? En mi caso, lo tuve claro desde que empecé a estudiar: me gusta trabajar con pacientes menores de edad. Sin embargo, muchos de mis profesores insistían en lo complejo que es el trabajo con niños. Desde mi punto de vista, nada más lejos de la realidad. Por eso, me gustaría explicar en qué consiste realmente la labor de un psicólogo infantil en terapia.
Nos referimos, por supuesto, a la psicología clínica o sanitaria enfocada en infancia y adolescencia. Como psicólogos, si nuestro interés es la atención sanitaria a pacientes, una vez que acabamos el grado debemos cursar un máster habilitante. Posteriormente, es posible realizar una especialización dependiendo del sector laboral en el que nos interese trabajar: adultos, ancianos, niños, pacientes oncológicos, víctimas de violencia de género, etc.
Cuando trabajamos con un adolescente, la terapia se puede enfocar de manera similar a como se haría con un adulto, aunque con ciertas adaptaciones. Es decir, nos sentamos en una silla cada uno y hablamos sobre distintos aspectos que le pueden estar angustiando. Pero, ¿ocurre lo mismo cuando el paciente es un niño? ¿Está preparado para sentarse y hablar sobre sus problemas o preocupaciones?
Claramente, la terapia infantil es muy distinta y el factor que más la condiciona es la edad. No es lo mismo intervenir con un niño de 5 años que con otro de 10. A medida que el menor crece, la terapia verbal va ganando más terreno dentro de la sesión. Aun así, la forma de trabajar con los más pequeños y requiere otros recursos. Algunas de las herramientas que utilizamos son los juegos, las dinámicas o el uso de metáforas.
En el caso de estas últimas, existen muchas maneras de emplearlas, ya sea contando una historia o creando unos personajes. Los niños están muy acostumbrados a aprender o interiorizar contenido a través de este tipo de interacción, como cuando sus padres les leen un cuento, por ejemplo. Esta es una forma sencilla y eficaz de que se puedan sentir identificados con personajes o con historias. Las metáforas impactan de manera directa sobre la emocionalidad del niño, ya que no despiertan las resistencias que todos podemos tener a la hora de reconocer algo que no está bien. Además, si el menor tiene suficiente nivel de conciencia, pueden dar pie a que nos cuente sus propias experiencias personales.
Por otra parte, las dinámicas suelen basarse en materiales preparados que nos permiten hablar sobre las distintas cuestiones o circunstancias que nos interesan trabajar. De esta forma, podemos hacer psicoeducación, fomentar la empatía, trabajar el asertividad o mejorar la autoestima. Incluso podemos abordar temas más delicados, como la muerte o el divorcio de los padres, gracias a tarjetas o materiales visuales de algún tipo.
Ahora bien, entre todas las técnicas que empleamos, el juego es nuestra herramienta estrella, ya que nos permite abordar cuestiones que nuestro pequeño paciente esté atravesando en ese momento y establecer los cimientos necesarios para que se produzcan los cambios deseados. A través del juego se genera una alianza terapéutica entre el psicólogo y el paciente, una conexión imprescindible para que la terapia sea efectiva. El niño necesita sentirse seguro y confiar en nosotros antes de empezar a abrirnos su intimidad, contarnos sus problemas o variar su conducta.
Además, el juego no es únicamente un facilitador del vínculo, sino que también supone una interacción entre dos personas en la que una de ellas sirve de modelo conductual para la otra y así le ayuda a regularse. Con la confianza que provoca esa interacción, pueden empezar a aparecer contenidos verbales donde el niño hable de sus problemas o los exprese a través de la acción en lugar de con palabras. Por ejemplo, si un niño tiene una altísima impulsividad, así será su juego. O si tiene problemas de gestión de la agresividad, control de la ira o baja tolerancia a la frustración, se verá reflejado en sus juegos. Es precisamente en ese contexto donde nosotros podemos intervenir, ya sea reflejando situaciones, acompañando emociones o proporcionando nuevas experiencias emocionales que le ayude a comprenderse mejor a sí mismo y al entorno.
En resumen, el niño hace terapia sin ser consciente o darse cuenta de que está llevando a cabo un proceso terapéutico, puesto que le resulta algo divertido y sin esfuerzo. Pero, al mismo tiempo, está aprendiendo a conocerse y a gestionar mejor sus emociones.
En definitiva, acompañar a un niño durante su proceso terapéutico es mucho más que aplicar técnicas de psicología, puesto que implica observar, comprender y conectar con el paciente desde un lugar genuino y respetuoso. Por ello, la labor del psicólogo infantil exige sensibilidad, formación y compromiso, pero también ofrece la enorme satisfacción de contribuir, desde una etapa temprana, a que los más pequeños construyan una relación sana consigo mismos y con el mundo que les rodea.
Ainhoa Uribe Gutiérrez, psicóloga por la Universidad Autónoma de Madrid hace más de 20 años. Está formada como psicoterapeuta individual y de grupo y especializada en Terapia Infantil Gestáltica. Toda su carrera profesional ha girado en torno al trabajo con niños y adolescentes. Trabaja en clínica privada ofreciendo terapia enfocada a la etapa infanto juvenil donde atiende diversas dificultades: escolares, familiares o conductuales. Es profesora del grado de Psicología en UNIE Universidad.
Ainhoa Uribe Gutiérrez, psicóloga por la Universidad Autónoma de Madrid hace más de 20 años. Está formada como psicoterapeuta individual y de grupo y especializada en Terapia Infantil Gestáltica. Toda su carrera profesional ha girado en torno al trabajo con niños y adolescentes. Trabaja en clínica privada ofreciendo terapia enfocada a la etapa infanto juvenil donde atiende diversas dificultades: escolares, familiares o conductuales. Es profesora del grado de Psicología en UNIE Universidad.


Newsletter PyM
La pasión por la psicología también en tu email
Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos
Suscribiéndote aceptas la política de privacidad