Slow learning: qué es la educación lenta y por qué cada vez más familias la eligen

El enfoque pedagógico slow propone desacelerar el ritmo escolar y los tiempos de aprendizaje.

Slow learning: qué es la educación lenta y por qué cada vez más familias la eligen
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Vivimos en una época donde la rapidez y la inmediatez parecen dominarlo todo, y la educación no escapa a esta lógica. En un sistema escolar tradicional marcado por la acumulación acelerada de contenidos, la fragmentación del tiempo y la presión constante por resultados, surge una pregunta clave: ¿Es posible aprender mejor desacelerando, respetando los ritmos naturales de cada niño y fomentando una relación más profunda con el conocimiento?

En este contexto, los movimientos pedagógicos que promueven una educación con otros ritmos han cobrado fuerza como alternativas para reconectar la escuela con el tiempo cualitativo del aprendizaje. Uno de los referentes más relevantes en esta línea es Joan Domènech, maestro y psicopedagogo, pionero del enfoque conocido como slow learning o educación lenta. “La sociedad actual está dominada por una aceleración constante que afecta profundamente a la escuela.

El tiempo se fragmenta y se cuantifica en términos de rapidez, en detrimento de la calidad", señala. Este ritmo impuesto hace que las asignaturas se enseñen de forma aislada —"como compartimentos estancos, sin conexión entre sí, como si lengua no tuviera que ver con matemáticas"— y que el conocimiento se persiga con urgencia: "cuanto antes y más, mejor", sin respetar los procesos naturales de maduración. Ya en 2009, Domènech anticipaba muchas de estas reflexiones en su libro clave del movimiento, Elogio de la educación lenta, donde defendía la necesidad de que la escuela se reapropiara del tiempo, escapando del frenesí de los resultados inmediatos y cultivando una relación más humana y profunda con el saber, la atención a la diversidad y la recuperación de espacios para la creatividad, la reflexión y la socialización. Uno de los grandes problemas, sostiene Domènech, es que “el tiempo escolar no suele ser diseñado ni gestionado por sus protagonistas esenciales: ni por los alumnos ni por los maestros. Gobiernos y administraciones imponen horarios rígidos que no contemplan la diversidad ni los ritmos personales de cada niño”.

Voces desde la experiencia

Iñaki, padre de un niño que no encontraba comprensión en el sistema tradicional, lo relata así: “Hemos pasado por cuatro escuelas. Hasta la última, nos hemos sentido expulsados del sistema. El niño salía enfadado todos los días del centro escolar.” Para la familia de Iñaki, las diferencias entre modelos educativos han sido abismales: “En las escuelas con contenidos fragmentados basadas en resultados cuantitativos, nos encontramos con una exigencia enorme, pero sin soluciones ni implicación. No hay reconocimiento de lo que el niño sabe, no importa que sea políglota, que tenga sus centros de interés profundos o experiencias diversas. La cuestión es si cumple con lo que pide el ministerio. Tienen una sola vara de medir: tienen que saber leer, escribir y matemáticas de una manera concreta. No respetan el ritmo de maduración; si sabe lo que es la ley de la gravedad o la Revolución Francesa pero silabea al leer, es un suspenso. Mientras que la escuela slow acompaña con paciencia, sin presionar”, explica aliviado Iñaki.

Para Domènech “aprender es un proceso lento y complejo’’. ‘‘El cerebro necesita tiempo para madurar, asimilar, conectar y fijar los aprendizajes. Pretender acelerar ese proceso solo genera tensiones, frustración y desconexión con el deseo de aprender”, reflexiona desde su experiencia.

Marta Portero, investigadora en el Grupo de Neurobiología del Aprendizaje y la Memoria del Instituto de Neurociencias de la Universitat Autònoma de Barcelona, confirma que aprendemos mejor cuando consolidamos el conocimiento a la memoria a largo plazo. ‘‘Así establecemos conexiones entre ideas. Hay repetición espaciada y evocación activa, no solo exposición pasiva. Nos enfrentamos a retos cognitivos moderados: ni demasiado fáciles, ni demasiado difíciles’’. Pero matiza que hay que tener cuidado: “Aprender lentamente no significa evitar el esfuerzo ni bajar el nivel de exigencia. La plasticidad cerebral necesita esfuerzo, práctica deliberada y feedback. El riesgo es que una interpretación mal entendida del slow learning lleve a entornos demasiado laxos donde no se fomenta el entrenamiento cognitivo. “Aprender requiere tiempo y reflexión, pero también desafío, repetición y práctica estructurada”, insiste.

La atención a la diversidad es uno de los pilares fundamentales del slow learning. Este enfoque parte de la convicción de que no existe otra manera efectiva de abordar la diversidad en las aulas sin un replanteamiento profundo que permita reconocer y adaptarse a las necesidades particulares de cada niño, y es que, tal y como sentencia Domènech, “la escuela nos tiene que hacer más iguales y más diferentes a la vez; nos tiene que ayudar a sacar lo mejor de cada uno".

Portero complementa y matiza esta visión y asegura que aceptar la diversidad no significa renunciar a metas altas, sino diversificar las formas de acceso al conocimiento. Un sistema centrado solo en resultados estandarizados puede ignorar, según la neurocientífica, procesos de aprendizaje significativos. Por contra, un sistema sin ninguna medida de progreso puede poner en riesgo la igualdad de oportunidades. El reto está —dice Portero— en el equilibrio.

Estrés escolar y equilibrio emocional

Uno de los problemas actuales de la sociedad y, por tanto, de los niños es el estrés. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del 2024, España se encuentra entre los países con mayor presión escolar en Europa, donde hasta un 41 % de las niñas y un 23,8 % de los niños reportan sentirse presionados por el sistema educativo. En América Latina, países como Argentina y Perú también destacan por altos niveles de estrés escolar entre sus estudiantes, un fenómeno que afecta el rendimiento académico y la salud mental de los jóvenes.

Para los defensores del enfoque pedagógico slow, estos datos ponen de manifiesto —aún más— la necesidad de replantear la forma en que organizamos el tiempo y el ritmo de aprendizaje en las escuelas. Joan Domènech insiste en que “el equilibrio emocional es esencial para aprender, y sin él no puede existir aprendizaje auténtico”. Acelerar aprendizajes fragmenta los procesos mentales más importantes del cerebro. “Cuando no se respetan los ritmos, el conocimiento no se fija, se convierte en algo efímero. Aprender bien requiere una visión distinta del tiempo: diseñarlo y gestionarlo desde el reconocimiento de que el conocimiento necesita maduración”, explica.

En este sentido, Portero advierte que diversos estudios muestran cómo un nivel elevado, sostenido y mal gestionado de estrés perjudica seriamente la capacidad de aprendizaje. El estrés crónico afecta directamente al hipocampo —región cerebral clave para la memoria— y al córtex prefrontal, encargado de funciones ejecutivas como la planificación, la atención y el control de los impulsos. “Pero cuidado —advierte—. Esto no significa que el aprendizaje solo ocurra en un estado de relajación absoluta. Aprender es una actividad exigente y, en cierta medida, activadora”, matiza.

Domènech reconoce que su propuesta ha sido a veces tachada de utópica. Pero, como dice él mismo, parafraseando a Galeano: “Las utopías son las que nos ayudan a caminar”. Porque, en el fondo, la escuela siempre es un proceso en construcción’’, concluye.

¿Cuáles son las bases de la Pedagogía Slow?

  • No penalizar el error: es positivo organizar actividades que permitan al alumnado asumir el error como parte del proceso de aprendizaje.
  • Creatividad: en este aspecto se acentúa la importancia del proceso por delante de los resultados. Por ello se privilegia la creatividad y el descubrimiento del entorno que rodea a los niños.
  • Huertos escolares: a través de los huertos y el crecimiento lento de las frutas y verduras, los niños comprenden que la rapidez no tiene cabida. Es el ritmo natural de las cosas. Hay que tomarse su tiempo.
  • Evaluar de forma diversa: buscar alternativas facilitando la evaluación del proceso.
  • Conocimiento: se adquiere a través de cuestionar argumentos, reflexionar, escuchar y debatir.
  • Aprendizaje colaborativo entre los alumnos, así como incentivar su participación para desarrollar la motivación.
  • Alfabetización ecológica: principalmente es la educación y sensibilización de los niños a un mundo sostenible. Se pone de relieve la importancia del respeto de la naturaleza a través de un consumo responsable.

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Natalia Pérez. (2025, junio 6). Slow learning: qué es la educación lenta y por qué cada vez más familias la eligen. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/desarrollo/slow-learning-que-es-educacion-lenta-por-que-cada-vez-mas-familias-eligen

Periodista

Natalia Pérez es licenciada en comunicación audiovisual, tiene un máster en periodismo y una extensa formación en documental social. A lo largo de sus 20 años de experiencia profesional se ha especializado en la búsqueda de contenidos diferenciales de actualidad política y social y ha trabajado en la producción de artículos para prensa y televisión con un amplio currículo en cuestiones centradas en la salud mental y la psicología.

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