Cuando hablamos sobre formación, muchas veces damos por supuesto que todo se limita a transmitir conocimientos a través de la palabra. Esta concepción del aprendizaje, sin embargo, deja fuera gran parte de los elementos que entran en juego a la hora de interiorizar lecciones significativas; el contexto y el modo en el que interactuamos con el entorno mientras aprendemos importan tanto o más que lo que dicen los profesores.
Esto es algo que sabe bien el coach y formador Mario Garcés, que de manera habitual abandona los paisajes de la Meseta (vive en Majadahonda) para acompañar a sus clientes a los parajes naturales del valle de Benasque y realizar allí programas de formación al aire libre en el corazón de los Pirineos.
Dichos cursos de desarrollo personal se centran en el perfeccionamiento de habilidades psicológicas fundamentales, como la regulación de las emociones y la comprensión de las situaciones complejas, y en ellos se aprovecha el entorno único del Pirineo aragonés par a alcanzar un aprendizaje realmente significativo. Para saber más acerca de esta iniciativa, entrevistamos a Mario Garcés.
La propuesta de Mario Garcés: formación en plena naturaleza
En estas líneas conversamos con Mario Garcés para que nos explique más acerca de la manera en la que concibe los programas de formación y desarrollo personal en ambientes naturales.
Este formador, que se ha dedicado a la investigación en el ámbito de la neurociencia afectiva, pone énfasis en la necesidad de comprender la importancia de las emociones y su vínculo con lo natural.
¿Por qué decidiste empezar a usar espacios naturales para realizar cursos y actividades de desarrollo personal?
A lo largo de nuestra historia como especie, hemos crecido y nos hemos desarrollado en contacto directo y permanente con la naturaleza. Esa relación nos ha conformado tal y como somos, con nuestras capacidades y destrezas, tanto físicas como psicológicas.
Pero, en un momento dado, los seres humanos nos separamos de la naturaleza y la convertimos en algo externo y distinto a nosotros, algo que debía ser controlado y sometido, algo que podía ser explotado.
Las consecuencias de esa ruptura con nuestros orígenes las estamos viendo ya en forma de cambio climático, contaminación por plásticos, pero también en forma de soledad, estrés, depresiones y abuso de todo tipo de sustancias.
Así, cuando lo que queremos es aprender a recuperar el equilibrio con nosotros mismos, como requisito previo para recuperarlo como sociedad, un buen primer paso es la vuelta al origen, a la naturaleza.
¿En qué se basan las actividades que diseñas para estos eventos? ¿Qué es lo que tienen de diferente?
La naturaleza nos ofrece muchas oportunidades de generar y explorar metáforas vitales, muy útiles para comprender los conceptos que pretendo transmitir.
Esas metáforas se encuentran en el corazón de todas las actividades, sencillas, que realizamos en la naturaleza durante la formación. Permiten a los participantes conectar con ideas básicas, pero muy profundas, y hacerse preguntas sobre sí mismos y sobre su relación con su entorno vital.
Seguramente estás acostumbrado a trabajar con una gran variedad de personas, pero en general… ¿cuál es el perfil de quien busca realizar estos cursos? ¿Cuáles son sus objetivos?
Las personas que vienen a mis cursos en la naturaleza suelen ser personas entre 30 y 55 años que están buscando algo más que recetas. Desean comprender, y muchas veces abordar de forma autónoma, situaciones vitales intensas o preguntas fundamentales que les permitan crecer y desarrollarse como personas más “despiertas” y felices.
Lo que más valoran es el hecho de que les hable desde mi propia experiencia personal, muy amplia e intensa, algo que conforma mi marca personal. Muchos participantes también aprecian mi amplia experiencia investigadora que, combinada con una rica experiencia vital, les aporta una doble visión muy enriquecedora y poco frecuente en este tipo de cursos.
Y relacionado con la anterior pregunta, ¿de qué manera los espacios naturales facilitan llegar a esos objetivos de desarrollo personal?
Pongamos por ejemplo la montaña. Cuando te adentras en la montaña todos tus sentidos se agudizan, los espacios se abren, respiras mejor, ves el sol, el cielo, el bosque, pones el cuerpo en marcha, eliminas toxinas.
Todos los problemas quedan atrás, allí abajo en la ciudad o el pueblo donde vives. El esfuerzo se vuelve un desafío personal; luchas contra tus propias limitaciones.
Ahí, nadie excepto tú puede ser responsable de que sigas adelante o te pares. Eso te obliga a asumir la responsabilidad de tus propias decisiones y te lleva a aprender cómo tomar mejores decisiones o cómo asumir las ya tomadas.
Pero también te ayuda a encontrar tu propio ritmo, distinto al de los demás a los que muchas veces tratamos de imitar, mientras sientes que todo en ese entorno, toda esa naturaleza te arropa y te acompaña en esa labor de autodescubrimiento.
Actualmente realizas estos cursos en el valle de Benasque, en el Pirineo Aragonés. ¿Por qué ahí, precisamente?
El valle de Benasque es mi hogar desde hace casi 15 años. Es un valle glaciar excavado entre los dos macizos más grandes del Pirineo, y es de difícil acceso, lo que lo convierte en un oasis natural, el “Valle Escondido”.
Además, lo conozco muy bien, lo que me permite personalizar las actividades de manera dinámica, de acuerdo con las diferentes características de los distintos grupos. Ese conocimiento me facilita generar esas metáforas que vamos buscando como parte fundamental de la formación.
¿Qué otro elemento hace de tus cursos algo diferente?
El elemento principal es que mi objetivo como formador es hacer a las personas más capaces e independientes a la hora de abordar su propia vida. Como ejemplo, una parte de la formación está dirigida a enseñar a los participantes los conocimientos fundamentales para que, de forma autónoma, ellos mismos puedan hacer sencillas actividades en la naturaleza.
Así, les enseño a medir tiempos, a reconocer un sendero, a interpretar las nubes o medir el esfuerzo. Mi objetivo no es que vengan a un curso cada vez que quieran crecer, sino que se sientan capaces de incorporar la naturaleza como su propia herramienta de desarrollo personal, haciendo suyo lo que inicialmente yo les he enseñado. Esto sirve también para las técnicas más mentales, ganando así en autonomía a todos los niveles.
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