No basta con ‘dejar el pasado atrás’: el impacto del trauma infantil

El trauma infantil deja secuelas profundas que no se borran con el tiempo ni con fuerza de voluntad.

el impacto del trauma infantil

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Seis de cada diez niños/as menores de 5 años sufren castigos físicos o violencia psicológica por parte de sus progenitores. La Organización Mundial de la Salud indica, además, que una de cada 5 mujeres y uno de cada 7 hombres afirma haber sido víctima de abusos sexuales en la infancia.

El trauma infantil, que va más allá del abuso físico, deja una profunda huella y tiene consecuencias en el desarrollo de las personas. Por eso la idea de «dejar atrás» lo vivido puede no ser tan sencillo como muchas personas creen.

A lo largo de este artículo hablamos sobre el trauma infantil y el impacto que genera tanto en el cuerpo como en la mente. Además hablamos sobre las consecuencias del trauma infantil que persisten en la edad adulta y los motivos por los cuales no es tan sencillo simplemente «dejarlo atrás».

¿Qué es el trauma infantil?

Durante mucho tiempo se ha pensado que solo tenían traumas infantiles aquellas personas que habían sido víctimas de abusos físicos o sexuales durante los primeros años de vida. Hoy en día, afortunadamente, sabemos que no es así. Todo lo que vivimos en la infancia, que es un periodo crítico en el desarrollo cerebral y emocional, deja huella.

Las heridas emocionales se generan en la infancia al vivir experiencias adversas como la violencia verbal, psicológica —física y sexual, por supuesto—, la negligencia y/o el abandono. Pero también al ser víctimas de humillaciones o vejaciones constantes, al sentir miedo de forma prolongada y al estar expuesto/a a violencia familiar.

Muchas de estas heridas se generan en el contexto relacional. Es decir, se producen en aquellos lugares donde las criaturas deberían sentirse vistas, seguras y protegidas tanto emocional como físicamente. Cuando la familia, que debería ser un lugar seguro, causa miedo e inseguridad el organismo de la criatura se programa para sobrevivir y no deja espacio para la confianza y la exploración.

¿Cómo afecta a la mente y el cuerpo?

Tradicionalmente se ha creído que al no hablar de ciertos temas se acaban olvidando y que con el paso del tiempo simplemente dejan de doler. Pero esto no sucede así. Las consecuencias de los traumas infantiles no desaparecen solas. Al contrario. Las heridas infantiles interfieren en el desarrollo físico, emocional, mental y relacional.

Es importante comprender que el trauma altera la forma en que nuestro cerebro procesa la información. Tal es así que las conexiones que habitualmente se establecen entre el cerebro racional y el emocional se ven alteradas y esto hace que, para protegerse, la persona alterne entre la alerta constante y la desconexión emocional.

Es cierto que todas las personas acaban desarrollando sus propias estrategias y mecanismos —habitualmente inconscientes— para sobrevivir al trauma. Sin embargo, si las heridas emocionales no se abordan debidamente, puede aparecer sintomatología física también.

Además de las alteraciones en el sistema nervioso, pueden aparecer patologías digestivas, alteraciones del sueño y dolores físicos que no tienen una causa orgánica aparente. Además se ha observado un mayor riesgo a padecer patologías crónicas, inflamación y una disfunción del sistema inmunológico.

Por último, es importante tener en cuenta que nuestro sistema nervioso autónomo decide cómo respondemos ante los estímulos que considera peligrosos antes de que seamos conscientes de lo que está sucediendo. Esto puede implicar que a veces nos quedemos congelados, por ejemplo, sin saber por qué.

Las consecuencias que arrastramos a la adultez

Decíamos anteriormente que el trauma en la infancia interfiere en las conexiones cerebrales y que esto se relaciona con la interpretación que hacemos del mundo. Como consecuencia, sentimos que el entorno que nos rodea es inseguro y esto interfiere a la hora de relacionarnos.

En los últimos años, diversos estudios científicos han señalado que el trauma tiene un impacto grave y que sus consecuencias pueden observarse en la adultez tanto en la salud mental como en la física —además de en las relaciones—.

A raíz de las heridas infantiles, muchas personas tienen una baja autoestima y padecen síntomas depresivos, ansiedad e incluso trastorno por estrés postraumático. A nivel físico, después de tantos años manteniéndose en alerta constante, el desgaste tiene consecuencias.

A nivel relacional, muchas personas tienen dificultades para confiar en otras personas como consecuencia de lo que vivieron. En otras ocasiones, las personas pueden llegar a sentir mucho miedo al abandono y verse repitiendo patrones que les perjudican sin comprender los motivos.

Por si esto fuera poco, si no se atienden las heridas emocionales de la infancia, los adultos pueden acabar reproduciendo ciertos patrones o dinámicas relacionales disfuncionales. A nivel familiar, esto puede suponer que se transmitan las heridas de generación en generación y se perpetúe el trauma.

¿Por qué no es tan fácil «dejar atrás» lo vivido?

Lamentablemente, muchas personas con profundas heridas de la infancia han recibido comentarios por parte de su entorno que pueden llegar a ser muy dolorosos. Frases como «hay que dejar atrás lo vivido», «hay que perdonar», «es mejor olvidar y pasar página», etc. no ayudan en absoluto.

No es tan sencillo hacer como si nada hubiera ocurrido porque, incluso si no recordamos conscientemente lo que sucedió, nuestro cuerpo sí lo recuerda. La información de las experiencias dolorosas, especialmente las vividas en edades tempranas, está grabada en nuestro cuerpo y en nuestro cerebro —independiente de sí somos conscientes de ellas o no—.

Esto implica que el cerebro queda programado para la supervivencia y que se mueve desde este lugar. Nuestro organismo responde a los estímulos de forma automática y siente que tiene que protegernos incluso de peligros que en la actualidad no existen.

Esto implica que ciertos estímulos «sin importancia» pueden desregular mucho a la persona a nivel emocional y que ciertas respuestas se perciban como desproporcionadas. Olvidar o hacer como que nunca pasó no es la solución. De hecho, generalmente, suele intensificar la sintomatología.

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Nerea Moreno. (2025, julio 23). No basta con ‘dejar el pasado atrás’: el impacto del trauma infantil. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/no-basta-con-dejar-pasado-atras-impacto-trauma-infantil

Psicóloga

Nerea Moreno es graduada en psicología, con mención en psicología clínica, por la Universidad de Barcelona. Cursó el Máster en Psicología General Sanitaria con la Universidad Autónoma de Barcelona. Posteriormente, se formó como experta en psicología de las emergencias y catástrofes. Tanto esta formación como la experiencia laboral en el campo, supusieron para Nerea el descubrimiento de un nuevo mundo: el trauma. Desde entonces, trabaja desde un enfoque integrador y no ha parado de formarse en trauma, sistema nervioso, apego, duelo y emociones.

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