Los seres humanos tenemos la curiosa costumbre de comunicarnos utilizando palabras que parecen ser independientes del significado real de las frases. Cualquier poesía en un claro ejemplo de esto, pero nuestra manera de jugar con el lenguaje va mucho más allá de los momentos de inspiración artística. Cualquiera de nuestras conversaciones con nuestros familiares, nuestros amigos o los compañeros de trabajo está plagada de momentos en los que lo que queremos decir y lo que decimos realmente parecen ir en direcciones opuestas. De hecho, hay personalidades enteras que están forjadas en este tipo de contradicciones.
El sarcasmo es otra de las formas bajo las que se revela este choque simbólico. Cuando se emite un mensaje que lleva incorporado una buena cantidad de sarcasmo, se está firmando exactamente lo contrario de lo que se dice. Y es justamente esta discrepancia lo que hace que la actitud burlesca encubierta sea una buena fuente de gimnasia mental para entrenar nuestra creatividad, según algunos estudios.
Mientras que emitir un mensaje en el que la información que se quiere transmitir queda codificada perfectamente en una serie de signos, que es lo que hacen los sistemas electrónicos, emitir cualquier otro tipo de mensaje supone exigirle más al cerebro, ya que tiene que juzgar elementos contextuales y otras variables que van mucho más allá del plano lingüístico. Echar mano del sarcasmo, tanto para producirlo como para interpretarlo, implica imaginar algo y a la vez su contrario, y eso supone un reto para nuestro órgano del pensamiento.
El cerebro humano bajo los efectos del sarcasmo
Saber si alguien está siendo sarcástico o no supone hacer que varias partes del cerebro trabajen conjuntamente barajando muchas posibilidades y llegando a un acuerdo final. De este modo, mientras las áreas del lenguaje del hemisferio izquierdo del cerebro procesan la información literal de las palabras que se han registrado mientras otras zonas del hemisferio derecho y los lóbulos frontales se encargan de analizar el contexto social en el que ha sido recogido el mensaje y la carga emotiva asociado a este.
Gracias a este procesamiento en paralelo es posible detectar la contradicción entre la literalidad y la intencionalidad de un mismo mensaje, y por este motivo a la mayor parte de las personas no se nos da excesivamente mal reconocer el sarcasmo cuando se nos presenta.
Sin embargo, poner a trabajar a tantas partes del cerebro supone un grado de exigencia al que no nos enfrentamos al procesar mensajes literales. Interpretar piezas de sarcasmo implica desarrollar una especie de teoría de la mente para ponerse en el lugar del otro e inferir el significado de sus palabras, y producir mensajes con ironía supone ser hábil para transmitir ideas diciendo exactamente lo contrario. Esto es lo que ha hecho pensar a algunos investigadores que las personas versadas en el arte del sarcasmo podrían desempeñarse mejor para ciertas tareas relacionadas con la creatividad por el simple hecho de haber estado entrenando su cerebro sin darse cuenta.
Un pequeño entrenamiento mental en creatividad
Reforzando esta idea, un grupo de investigadores realizaron en el año 2011 una serie de experimentos en los que se comprobó cómo la exposición a un discurso con toques de sarcasmo mejora el rendimiento de las personas en tareas relacionadas con la creatividad.
En esta investigación, los voluntarios escucharon un mensaje registrado en la línea telefónica del servicio de atención al cliente usado por una empresa. En esta pista de audio podía escucharse a una persona quejándose de la franja de horario durante la cual la empresa efectuaba las entregas. Sin embargo, no todos los participantes escucharon el mismo mensaje. Algunas personas pudieron oír un mensaje en el que la queja era expresada directamente, de forma agresiva y con entonación negativa. Otras, escucharon una queja en clave irónica, con entonación negativa pero lenguaje positivo. Un tercer grupo de voluntarios escuchó una queja con lenguaje neutral y en tono de voz desprovisto de emocionalidad.
Después de experimentar esto, se les pidió a los participantes resolver una serie de problemas, algunos de los cuales exigían pensamiento lateral y creatividad y otros siendo de naturaleza analítica. Las personas que habían escuchado las quejas en tono agresivo se desenvolvieron ligeramente mejor que el resto en la resolución de las tareas analíticas, pero fueron las que lo hicieron peor en las tareas que exigían creatividad. Fueron los voluntarios que habían escuchado la queja en tono sarcástico las que destacaron con unas puntuaciones significativamente mejores en los problemas creativos.
Aparentemente, las personas cuyo cerebro había tenido que trabajar para interpretar un discurso sarcástico se habían vuelto por este motivo más capaces de resolver tareas cuya resolución depende de integrar información variada que no está directamente relacionada con las instrucciones a seguir. De este modo, alguien que ha sido expuesto a la ironía puede destacar en pensamiento lateral encontrando nuevas relaciones entre ideas aparentemente alejadas entre sí.
Apuntando hacia nuevas investigaciones
Está claro que aún resulta necesario realizar más investigaciones para ver si los efectos de este entrenamiento mental a partir del procesamiento del sarcasmo se mantienen más o menos en el tiempo o si dependen de la frecuencia con la que las personas emiten mensajes sarcásticos. Es posible que las personas sarcásticas sean más creativas, o puede ser que todas las personas veamos mejorar por igual nuestra capacidad para pensar creativamente después de haber sido expuestas a una ración de ironía.
En todo caso, no resulta difícil encontrar intuitivamente una relación entre sarcasmo y creatividad. La idea de un cerebro acostumbrado a trabajar por un lado con elementos literales y por el otro con aspectos emocionales y contextuales es una imagen poderosa, fácilmente asociable al mundo de las personas que trabajan produciendo arte, tratando de expresar sensaciones que van más allá de la técnica y los elementos utilizados y que piensan en el contexto en el que su obra será expuesta. Aunque seguro que ya te habías dado cuenta de eso.
Referencias bibliográficas
- Miron-Spektor, E. Efrat-Teister, D., Rafaeli, A., Schwarz Cohen, O. (2011). Other's anger makes people work harder not smarter: The effect of observing anger and sarcasm on creative and analytic thinking. Journal of Applied Psychology, 96(5), pp. 1065 - 1075.
- Shamay-Tsoori, S. G. y Tomer, R. (2005). The Neuroanatomical Basis of Understanding Sarcasm and Its Relationship to Social Cognition. Neuropsychology, 19(3), pp. 288 - 300.