Imagínate trabajar en una oficina sin aire acondicionado en plena ola de calor o tener que pasar ocho horas bajo el sol con más de 35 grados. El cuerpo aguanta, claro, pero la mente también empieza a pasar factura.
No lo decimos únicamente por un tema de incomodidad: el clima puede influir mucho en cómo piensas, decides y te relacionas con lo que haces cada día. De hecho, hay estudios que muestran que las altas temperaturas no solo afectan la salud física, sino también la manera en la que nos concentramos y resolvemos problemas.
Y, sí, hay que decir que el clima afecta un montón lo que sentimos, hacemos y hasta la manera en que trabajamos. Precisamente sobre esto va este artículo.
¿Cómo influye el clima en la mente y el cuerpo?
Lo primero que se nota cuando el clima cambia de forma drástica es el cansancio. Si hace demasiado calor, el cuerpo empieza a gastar energía solo para mantener una temperatura adecuada. Eso, sin que te des cuenta, puede dejarte con menos capacidad para pensar con claridad o tomar decisiones rápidas.
A eso se le suma la falta de sueño por noches calurosas, la deshidratación, el mal humor y el agotamiento general. Todo eso, junto, va afectando mucho tu rendimiento sin que necesariamente sea de golpe.
Pero, ojo, no es solo el calor. También influye el frío extremo, la humedad, los cambios bruscos de temperatura o la calidad del aire. Por ejemplo, hay personas que son más sensibles y pueden sentirse irritables, ansiosas o incluso tristes cuando el ambiente se vuelve muy desfavorable. Todo esto no solo genera malestar emocional, sino que puede aumentar el ausentismo y disminuir la motivación.
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Trabajos más expuestos y efectos psicológicos más fuertes
No todos vivimos el trabajo de la misma forma cuando el clima se pone difícil. Piensa en la gente que trabaja al aire libre, como los que están en la agricultura, la construcción, la pesca o el mantenimiento de parques. Ellos están mucho más expuestos y, claro, eso significa que cargan con un riesgo más grande tanto para su cuerpo como para su mente.
En esos casos, la presión no viene solo del calor o el frío; también está la exigencia de cumplir con las tareas y metas, incluso en condiciones que a veces no son nada humanas. El calor extremo, por ejemplo, puede hacer que estemos más irritables, que nos cueste concentrarnos y que cometamos más errores. Todo eso, al final del día, nos afecta un bastante emocionalmente.
Y ojo, que no es menor lo que pasa con quienes trabajan en lugares cerrados sin buena ventilación o con poca luz natural. Esas oficinas sin ventanas o con el aire viciado pueden bajarnos el ánimo y generar una especie de cansancio mental que no se quita ni con café. De hecho, algunas personas llegan a desarrollar lo que se conoce como el “síndrome del edificio enfermo”, que mezcla síntomas físicos con malestares psicológicos, todo por el ambiente del trabajo.
Lo que el clima nos dice sobre nuestra salud mental
Cuando el clima empieza a afectar tu manera de trabajar, en realidad lo que está mostrando es que el cuerpo y la mente no están separados. El malestar físico tiene consecuencias emocionales, y al revés también.
La exposición continua a ambientes extremos puede generar ansiedad, desmotivación e incluso sensaciones de desgana que, con el tiempo, afectan la autoestima o la percepción de eficacia personal.
Además, hay algo importante: los riesgos no se reparten igual. Las personas mayores, quienes tienen condiciones de salud previas o viven en zonas con infraestructura deficiente, son más vulnerables. A eso se suma que muchos sectores no están preparados para adaptar sus rutinas a condiciones climáticas que cada vez cambian más rápido.
En situaciones más críticas, como durante incendios forestales, inundaciones o eventos extremos, puede aparecer el estrés postraumático. Aunque parezca exagerado, no lo es. Vivir en constante alerta, sin saber si se podrá trabajar con normalidad o si habrá que evacuar una zona, genera tensión y un desgaste emocional profundo.
¿Qué hacer? Algunas recomendaciones reales
Si estás buscando opciones realmente aplicables, aquí te contamos algunas que puedes empezar a implementar:
1. Acondicionar los espacios de trabajo
Si se trata de un lugar cerrado, es importantísimo contar con buena ventilación, equipos que mantengan una temperatura razonable y espacios con acceso a luz natural. Si el trabajo es al aire libre, es buena idea organizar las tareas para que las más exigentes se hagan en las horas más frescas del día. También ayuda usar ropa cómoda, protectora y que permita transpirar bien.
2. Informar y formar
Conocer los efectos del clima en el cuerpo y la mente ayuda a prevenir problemas, así que informar al equipo sobre síntomas de agotamiento por calor, golpes de calor o signos de estrés ambiental puede hacer que reaccionen a tiempo. También es útil tener pausas programadas, acceso a agua potable y espacios para descansar.
3. Ajustar los horarios (cuando se pueda)
No siempre es posible, pero mover turnos o permitir que ciertas tareas se hagan a distancia puede reducir el impacto de climas extremos. Las empresas que promueven el teletrabajo en días de mucho calor o frío fuerte, por ejemplo, no solo cuidan a su personal, sino que también mejoran la productividad a largo plazo.
4. Pensar en la sostenibilidad también como autocuidado
Reducir el uso excesivo de climatización artificial, mejorar el aislamiento de los edificios, usar energías limpias o fomentar el transporte sostenible no es solo una cuestión ecológica. También es una forma de cuidar la salud de quienes pasan gran parte del día trabajando. Si el entorno es más amable, las personas también lo son con ellas mismas y con su entorno laboral.
Cerrar los ojos al clima ya no es opción
El cambio climático no es una idea lejana o algo que solo afecta a los glaciares. Está presente en el trabajo de todos los días, en la forma en la que nos sentimos y en cómo rendimos. Ignorar sus efectos no solo empeora la experiencia laboral, sino que también puede perjudicar la salud de manera profunda.
Adaptarse no es aceptar todo y quedarse callado. Más bien se trata de empezar a pensar cómo podemos mejorar las cosas y qué pequeñas acciones podemos tomar para protegernos un poco. Pensar en el ambiente de trabajo, incluyendo el clima, no es exagerar; es simplemente ser realistas.
Al final del día, cuidar las condiciones en las que trabajamos es cuidar a las personas que lo hacen posible.
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