El síndrome del impostor en mujeres

Una reflexión sobre el fenómeno del síndrome del impostor en la población femenina.

El síndrome del impostor en mujeres

A lo largo de nuestras vidas, en algún momento empezamos a comprender que, sin importar lo que hagamos, siempre tendremos experiencias fuera de nuestro control. Momentos en los cuales a pesar de haber planeado un día o un evento bajo la sensación de control que podamos sentir, llegan circunstancias con el poder de transformarlo todo y convertirlo en un completo caos.

¿Cuántas veces nos hemos sentido a la merced de lo aleatorio? En ocasiones podemos sentir que es mejor no hacer nada para no alterar las cosas. Ahora te pregunto: ¿Has tenido pensamientos como: “y si no hubiera dicho esto o aquello”, “y si no hubiera ido” o “y si mejor me callo”?. Probablemente la respuesta será un sí contundente; y es normal, porque a nuestra mente también le gusta pensar en las diferentes posibilidades, los diferentes “mapas” para analizar cuál sería el mejor camino a tomar. El problema radica en lo que pasa si ya no es solo un análisis, sino un autosabotaje. ¿Cómo hago para que mi mente no me haga esas “malas jugadas”?

Hasta este momento nos podemos identificar con esos pensamientos, pero… ¿Qué pasa cuando esos pensamientos no solo son de duda sino que son hostiles hacia nosotros mismos?

Varios ejemplos

Estamos en una reunión de trabajo y exponemos una opinión frente a cualquier tema e inmediatamente nos decimos a nosotros mismos lo mal que sonó eso. Recibimos un ascenso y sentimos que no lo merecemos, que no tenemos las capacidades para afrontar ese nuevo reto. O estamos a punto de opinar y nos decimos lo “brutos” que somos y que no valemos lo suficiente, que hay más y mejores personas para el cargo.

A esos pensamientos sobre cómo los demás exageran sobre nuestras habilidades, el temor a ser expuesto como un fraude, la tendencia constante a restar importancia a nuestros logros, la duda sobre nuestras habilidades y responsabilizar a la suerte y factores externos por el éxito o las metas alcanzadas, es a lo que llamamos el síndrome del impostor.

Las características del síndrome del impostor

El síndrome del impostor es algo tan común que sabemos que al menos el 70% de las personas lo sufrirá en algún momento de su vida, sobre todo cuando tiene un cambio en su ambiente o un ascenso en su trabajo e intentamos a toda costa mostrarnos a nosotros mismos que sí podemos con ello, pero termina siendo un intento nada efectivo.

Así, una gran parte de la población ha experimentado al menos una vez en su vida ese tiempo de pensamientos o sensaciones, pero genera una gran curiosidad en el caso de las mujeres, dado que en ellas los pensamientos son aún mayores. Y tengamos en cuenta que en casos de mujeres con éxito empresarial son minoría.

¿Qué sabemos del síndrome del impostor en mujeres?

Ahora nos llegan más incógnitas: ¿Por qué las mujeres pueden sentirse más inclinadas a dudar de su éxito? Desde un punto de vista superficial podemos decir que son temas relacionados a inseguridades personales, pero si analizamos un contexto más amplio se logra evidenciar que el factor de presión social es determinante en que una persona tenga el síndrome del impostor. Y para las mujeres se multiplica al agregar impacto del racismo, la xenofobia, clasismo y otros prejuicios que generan conflictos emocionales y en la salud mental en general.

Síndrome del impostor y género

Ahora veamos todo lo que nos han venido enseñando últimamente sobre el amor propio y la confianza. Todos debemos tener ambos elementos, porque si no, vamos a fracasar. ¿Si no confiamos en uno/a mismo/a, quien lo hará? Si no te quieres a ti mismo/a no puedes tener relaciones en las que seas valorado, y así se patologiza una experiencia tan humana como la inseguridad, especialmente para las mujeres.

¿Cuántos comerciales, conferencias o piezas de publicidad van encaminados a reforzar la confianza y amor propio en las mujeres? ¿Cuántas veces van enfocados a la autoconfianza en los hombres?

Por otro lado, la experiencia del crecimiento profesional también es distinta. Por ejemplo: ¿A cuántas de las mujeres que conocen se les han cuestionado sus decisiones, estilo de liderazgo y capacidad para estar bajo presión, o la sensibilidad frente a los problemas? ¿Cuántas de las mujeres sienten que cada acción encaminada a conocer y tener más experiencia las aleja más de sentir que tiene la confianza de los demás?

¿Qué puede hacerse?

En psicóloga.co, las intervenciones basadas en la evidencia nos han mostrado el poder del lenguaje. ¿Qué implicará para una persona decir que tiene un síndrome? Implicará que hay algo que no está bien; sin embargo, algo tan normal como sentir inseguridad en el área profesional se etiqueta como un síndrome. ¿Notan como el síndrome del impostor es un concepto que pierde sentido al ver este contexto, que además es hostil y poco amable con los intentos diarios de las mujeres por dejar de ser minimizadas o categorizadas en estereotipos?

Ahora bien, es difícil para las mujeres en general hacerse cargo de las consecuencias de la cultura; imaginen lo que sucede para aquellas que forman parte de una minoría, donde mediante el discurso hegemónico en telenovelas, radio, y noticias, predomina la idea de no pertenencia a ciertos roles o cargos a nivel profesional.

Una sola historia

Cuando se presenta una oportunidad que es novedosa para esta persona aunque se le dijo que eso jamás pasaría, la presión puede ser mayor y generar esta sensación de inseguridad. Esto es a lo que Chimamanda Adichie llama “el peligro de una sola historia”. Resulta que siendo ella una escritora de Nigeria, solo leía literatura inglesa.

En esas historias, los personajes eran de ojos azules, hablaban sobre el clima y bebían cerveza de jengibre, por lo que en los cuentos que ella creaba cuando era niña sus personajes se basaban en estas mismas características porque era la única visión que tenía sobre el mundo, sin darse cuenta de que en su realidad existían personajes con los ojos oscuros, que no hablaban sobre el clima porque no era necesario ni de cerveza de jengibre porque no es lo que tomaban en su día a día; luego llegó a los Estados Unidos y su compañera de cuarto estaba sorprendida porque ella, una persona de Nigeria, supiera usar la estufa y escuchara a Rihanna, porque fue la única historia que le contaron sobre Nigeria. Noten como nos han contado una única historia.

Mientras tanto, estamos reescribiendo esa historia, creando otras realidades donde tener logros destacables y crecimiento profesional es posible, independiente de la posición económica, el género y la raza. Sin embargo, esto implica seguir conviviendo con una cultura que sostiene aún esas limitantes.

Consejos a tener en cuenta

Sabemos que no cambiaremos el mundo de un momento para otro, es por esto que traemos algunas recomendaciones sobre cómo podemos convivir con estas consecuencias de la cultura y crear ambientes más amables con el crecimiento de minorías y de las mujeres.

Ten en cuenta que hay personas que tienen una alta confianza en sí mismas; sin embargo, sus capacidades no son las mismas que las personas que muestran inseguridad, nota que es la forma en la que nos han enseñado sobre el éxito y que no siempre es la única manera de acercarse a ello. Por otro lado, recuerda que tus temores forman parte de nuestra cultura y contexto, por lo que ser autocompasivo ayudará. Para esto, cuando sientas que estás juzgándote, intenta hablarte como lo harías con un amigo cercano.

Usualmente, cuando dudamos de nosotros mismos, ello tiende a basarse en solo un pensamiento, así que recuerda que ese pensamiento no te define y no forma parte de tu historia. Para manejarlo puedes hacerlo mentalmente, como “yo estoy pensando que…” o “mi mente me dice que…” Ese ejercicio te ayudará darle contexto a esos pensamientos.

Si estás en una nueva posición y tienes un equipo a su cargo, normaliza emociones humanas. Es importante generar una cultura organizacional donde se reconozcan prejuicios, un ambiente inclusivo y donde se puedan resolver dudas de manera saludable; hay que abstenerse de usar juicios de valor, empezando por “tienes síndrome del impostor”; en vez de eso valida pensamientos e identifícalo como ideas.

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