La terapia de pareja cada vez gana más popularidad y demanda. Esto ocurre, entre otras cosas, porque a medida que pasa el tiempo se va desmoronando la imagen estereotipada y basada en mitos de que la intervención psicológica se centra solo en individuos que han desarrollado psicopatologías, y por el otro, porque el hecho de “ir al psicólogo” está muy normalizado hoy en día. Y también, por supuesto, debido a la eficacia de este tipo de terapia y el desarrollo de nuevas técnicas y estrategias diseñadas para adaptarse a una amplia variedad de casos.
Esto último resulta especialmente importante, dado que la terapia de pareja puede adoptar muchas formas. De hecho, el proceso aplicado a las personas que recurren a este servicio puede variar mucho dependiendo de cuáles sean las necesidades a atender y los objetivos a conseguir, aunque el contexto y las pautas básicas de comunicación y de relación terapéutica sean las mismas. Eso sí, antes de establecer el plan a seguir a lo largo de las sesiones, hay que estudiar el caso e identificar cuáles son los problemas de raíz que han motivado la consulta.
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Las principales áreas de exploración de problemas en terapia de pareja
Aunque cada caso es único, en general, en las primeras etapas de la terapia de pareja se pone especial énfasis en explorar estas posibles fuentes de problemas en la convivencia y en la relación amorosa de quienes acuden a la consulta del psicólogo.
1. Desequilibrios en el reparto de responsabilidades
Este apartado incluye tanto las tareas domésticas como la crianza de los hijos (si los hay) y todo lo relativo a la compra de productos necesarios para vivir juntos. Por supuesto, esta es una de las áreas en las que los roles de género influyen más: es habitual que las mujeres carguen con la mayor parte del trabajo doméstico además de tener una vida laboral.
2. Desequilibrios en el tiempo pasado en compañía del otro
Es muy importante disponer de tiempo de calidad para dedicárselo a la otra persona, pero no todo el mundo valora esto por igual o tiene la percepción adecuada de lo que la otra persona quiere en este aspecto. Es muy habitual que se dé por supuesto que el trabajo siempre tiene prioridad ante el tiempo libre pasado con el ser querido, por ejemplo, como si eso formase parte de una norma tácita; esto hace que la otra persona se frustre o incluso se sienta culpable ante la posibilidad de pedirle al otro que trabaje menos o que se organice mejor.
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3. Insatisfacción sexual
Las asimetrías en cuanto a expectativas, preferencias y gustos en lo relativo a las relaciones sexuales suelen estar entre los desencadenantes más frecuentes de problemas en las relaciones de noviazgo o en los matrimonios, y además, son un tema tabú para muchas parejas. Por eso, en terapia de pareja muchas veces se analiza si en el ámbito de la sexualidad ambas personas están satisfechas, y si no lo están, a qué se debe eso.
4. Gestión de las discusiones
El simple hecho de saber cómo enfocar una discusión puede marcar la diferencia. Para algunas personas es simplemente la plasmación de un choque de intereses que puede ser resuelto sin recurrir a los ataques ni a ninguna forma de violencia; para otras, es una lucha de egos en la que hay que imponerse a toda costa, y entre estas dos opciones, hay toda una escala de grises.
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5. Problemas de autoestima e inseguridades
Las inseguridades personales y los problemas de autoestima pueden afectar a las dinámicas de pareja de muchas maneras: no queriendo conocer a los amigos de la otra persona, no queriendo mostrar la propia desnudez, asumiendo que es el otro quien debe tomar todas las decisiones, etc.
6. Celos y tendencias controladoras
Los celos llevan a sentirse mal por no poder controlar buena parte de lo que la otra persona hace. En casos extremos derivan en malos tratos, y en casos así no hay que abordar el problema desde la terapia de pareja, sino desde los procedimientos judiciales y la búsqueda de protección en los poderes del Estado.
7. Diferencias en los planes de futuro
Esto tiene que ver tanto con el tipo de compromiso que se quiere establecer en esa relación, como con las expectativas acerca de lo que hará uno mismo con la propia vida o sobre hacia dónde le gustaría que fuese la relación. En muchos casos es duro gestionar las discrepancias en esta faceta de la relación, y se busca apoyo profesional para conseguirlo.
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Referencias bibliográficas:
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