¿Es verdad que en la actualidad abandonamos muy rápido?
“Antes los matrimonios duraban, ahora casi todos terminan en divorcio”. Seguramente algunas veces has escuchado una frase así, o tú mismo te preguntaste por qué hoy en día tantas parejas que planificaron una vida conjunta se separan. Quienes se casan esperan no ser parte del grupo que “fracasa” y así ha incrementado la lectura, los cursos y alternativas que prometen a cualquier pareja, garantizar su unión para siempre.
Al mismo tiempo, las generaciones X y millennial tienen la mala fama de “abandonar” demasiado rápido, de ser muy hedonistas y perseguir solo placer, así que, en el momento de experimentar la mínima gota de dolor en una relación de pareja, esta ya no debe continuar, porque no hace feliz y supuestamente en estas generaciones, la creencia es que la pareja está para hacerte feliz siempre.
A pesar de estos prejuicios ante “la juventud de ahora”, me encuentro en mi práctica con muchas personas y parejas que acuden a terapia en búsqueda de una solución que les permite redescubrir su amor mutuo, mejorar la comunicación o para superar heridas del pasado. Llegaron a un punto de su relación desde el cual no saben cómo continuar, sin embargo, la esperanza está en mantener la relación y salir de la crisis más fortalecida.
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Ideas clave para saber cuándo poner fin a una relación
Saber cuándo es el momento de terminar una relación no es tan fácil, no siempre existen indicadores claros que “justifiquen” una separación. Conoces como razones clásicas de separación a la traición, violencia, vicios o constantes peleas y discusiones fuertes que se evidencian en el día a día de una pareja. ¿Pero qué sucede cuando no se presenta ninguno de estos factores en tu relación, sin embargo, te sientes mal, insegura/o, triste o con miedo? ¿Deberías simplemente quedarte con tu pareja y confiar que todo tiene una solución?
No podemos comparar nuestros parámetros de estar en pareja con las de generaciones anteriores
El matrimonio de hace 50 años tuvo otra función en la sociedad, que nuestras relaciones a largo plazo hoy en día, sea o no un matrimonio. En sí, el matrimonio tiene una trayectoria histórica que no se puede relacionar en todo sentido con nuestras necesidades humanas desde el punto de vista de la salud mental, como las conocemos hoy en día.
Los matrimonios de los años 60 no duraron porque las personas fueron “más sanas”, sino porque la opresión social fue más fuerte, marcada por tradiciones y roles de género predeterminados. Qué debe hacer un hombre de su vida, qué debe hacer una mujer, todos deberían tener hijos, casarse, formar un hogar, etc.
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Hoy disfrutamos más libertad y eso es un avance y beneficio para nuestro bienestar psicológico
Actualmente, ya no estamos en pareja porque es un paso obligatorio en nuestro currículo. No se necesita ser casado o tener hijos para la aceptación social. Por eso no podemos comparar nuestras relaciones con las de nuestros padres o abuelos.
Sin embargo, tener más libertad no nos libera del todo de problemas de pareja, sino que crea nuevas preguntas y dilemas. Al alejarte de parámetros anticuados debes construir ideales propios y preguntarte activamente ¿cómo quieres tu vivir en pareja?, ¿qué es amor para tí? ¿Qué distingue la relación de pareja según tus propios parámetros? ¿Para qué estás dispuesto a luchar y dónde están tus límites?
Luego, estas preguntas las debes hacer a tu pareja también, para aclarar en cuento los dos andan en el mismo carril. Es un trabajo importante y continuo para establecer parámetros propios, identificando creencias y supuestos importantes que pueden estar caducadas para la relación o a su vez deben ser redefinidas.
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¿Cuándo se puede continuar a pesar de las dificultades?
La pregunta del millón es: cómo sabes cuándo algo que te disgusta en tu relación es un desafío a enfrentar para crecer en conjunto y cuando te encuentras con indicadores decisivos de separación? Es el arte de diferenciar las oportunidades de los focos rojos que te indican “huye, aquí hay peligro”.
Hay parejas que definitivamente pueden mejorar su situación trabajando en la relación, conociéndose mejor a sí mismos y al otro, tomándose más tiempo en pareja, aprendiendo nuevas formas de comunicación e intimidad y más que todo abandonando asunciones y reglas implícitas, optando por más diálogo y transparencia.
La pareja atraviesa distintas situaciones de crisis a lo largo de la relación que ponen a prueba la presencia de cada parte: la primera convivencia, la llegada de los hijos, pérdida de empleo, enfermedad física o mental de uno de los dos, acuerdos que se realizan sobre la relación con las familias de origen, el manejo del dinero, la vida sexual después de la luna de miel, etc.
Diferencias y discusiones son normales, tu pareja no siempre te hace feliz y definitivamente requieres mucha disposición a sobrellevar momentos de dolor. Estar en pareja significa liderar con las necesidades de un individuo y eso implica una danza constante de calibrar cuando es tu turno, cuando es el turno del otro, cómo se encuentran en el medio y cómo lograr que las voces de ambos sean escuchadas. La superación de estos desafíos lleva a una relación incluso más fuerte y profundiza la unión y el compromiso desde ambos lados.
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Condiciones que indican que hay oportunidades para crecer
La superación de diferentes desafíos es un proceso que les puede convertir en mejores compañeros y no son las circunstancias, sino cómo se resuelven. Ante eso ayuda preguntarse:
- ¿A pesar de las diferencias, hay principios compartidos y están de acuerdo en los aspectos más significativos para cada uno? Los valores compartidos son como el barco en la tormenta. Una relación basada en valores principales en común se contiene a pesar de las circunstancias.
- Hay posibilidad de diálogo y de co-construcción: A tu pareja le interesa realmente lo que tienes que decir, a pesar de que tal vez no esté de acuerdo, pero te respeta lo suficiente para escuchar y querer entender tu punto de vista.
- No hay temas tabúes: En cuanto algo sea comunicado con respeto y no como un reclamo, se puede hablar de absolutamente todo, incluso de la posibilidad de una separación, de no sentirse feliz con el otro (en este momento), de sentirse atraído por otras personas, prácticamente todo lo que la pareja debería saber, lo puede saber sin correr el riesgo de ser juzgado por ello.
- Tus límites sean respetados: No deben estar de acuerdo en todo, pero los puntos de desacuerdo deben ser respetados, nada se puede resolver con burla o desprecio.
Los aspectos mencionados se pueden resumir en dos principios de mantener relaciones de manera sana:
- Confianza: Confío que haces lo que haces por buenas razones, sé que no tienes intenciones en contra de mí, me siento seguro al compartirte problemas íntimos porque sé que están seguros contigo.
- Respeto: Me reconoces como una persona adulta, coherente y te interesa lo que tengo que decir, me escuchas, aunque no siempre estás de acuerdo. No te burlas ni me descalificas por lo que digo o hago.
Red flags
Existen relaciones que perduran, aunque son realmente muy tóxicas. Perduran porque dan algo a cada parte, pero a lo largo hacen más daño de lo que aportan, a uno o ambos.
En este sentido es importante entender la dinámica bajo la cual una relación funciona: qué patrones se repiten, qué sucede cuando se produce una y otra vez la misma pelea y una o ambas partes sienten que están corriendo en círculos sin llegar a ningún acuerdo. ¿Qué sucede cuando uno siente la necesidad de resolver un problema, que el otro niega o no ve como tal? ¿Qué rol tiene cada parte en la relación? Son aspectos, no siempre fáciles de identificar y que se pueden conocer y conversar en terapia.
Pero fuera de la terapia también hay indicadores clave; las llamadas red flags o banderas rojas que se presentan en el camino como una señal de peligro. En adelante encontrarás algunas red flags que he identificado repetitivas veces con consultantes en mi práctica:
- Cuando te das cuenta de que en tu relación no se puede construir nada en conjunto, ya está todo dicho, definido, predeterminado por reglas implícitas como, por ejemplo, creencias impuestas socialmente y no hay flexibilidad, sino más bien miedo al cambio.
- Cuando principios y convicciones tuyos y de tu pareja, sobre aspectos significativos de la vida, se contradicen totalmente: honestidad vs. lealtad, conservador vs. progresista, ambientalista vs. consumista etc.
- Cuando no hay escucha o interés real de tu pareja por lo que piensas o sientes: tu dolor o tus miedos son minimizadas o burladas.
- Cuando no hay confianza y sientes que debes dar explicaciones y justificaciones todo el tiempo, cuando tu pareja sospecha malas intenciones en todo y no reconoce que tal vez es él/ella que puede estar equivocado/a.
- Cuando nada cambia, aunque lo hablaron muchas veces. Supuestamente, se reconocen aspectos importantes a cambiar, pero en la realidad todo sigue igual y tienes las mismas discusiones una y otra vez. Cuando sientes que te estás dando vueltas y llegas a estar cada vez más confundida/o.
- Cuando tu pareja no asume responsabilidad sino que tiende a victimizarse, busca excusas y cambia de opinión según su conveniencia a final de ganar la pelea en vez de comprender el fin común.
Concluyendo…
En conclusión, hay que restar mucho romanticismo y añadir reflexión y diálogo a las relaciones en pareja de calidad. El ser humano no solo busca pareja por amor. Nuestra forma de elegir y estar con alguien más tiene que ver mucho con necesidades íntimas y huellas infantiles. Cuando no te haces cargo de tus patrones, puedes hacer mucho daño a otros, lo mismo cuenta para tu pareja, de cuyos esquemas pasados no te puedes hacer cargo tú. Continuar la relación tiene que ver con la participación de ambos a trabajar en la relación y en sí mismo como individuo.
Cuando logran convertirse en cómplices y acompañantes de historias individuales, su relación puede ser una oportunidad de crecimiento; porque hay desafíos que no vas a enfrentar si no estás en pareja, y hay aspectos de tu persona que nunca vas a conocer si no es por querer trabajar en tu relación de pareja. Pero eso no significa que debes quedarte con alguien como sea, la calidad de tus relaciones y de tus conversaciones diarias define tu calidad de vida y tu salud mental significativamente.