Muy probablemente habrás escuchado en algún momento que el 50% de los matrimonios acaban en divorcio. Entonces, sí la mitad de las uniones termina separándose, ¿vale la pena tomar esta decisión? El peso de este dato estadístico ha tenido un fuerte impacto a nivel social sobre las relaciones de pareja.
Aunque esta idea ha servido durante mucho tiempo para “disuadir” a las personas, especialmente jóvenes, que se estaban planteando el matrimonio, actualmente disponemos de información interesante que se contrapone a esta afirmación. De hecho, estos nuevos datos sugieren, que el matrimonio moderno podría ser más resistente al divorcio.
Una publicación reciente señala que hay una nueva tendencia sorprendente y llamativa en los matrimonios y en este artículo te lo explicamos todo. Abordaremos estos datos insólitos, planteamos cuáles pueden ser las posibles causas del cambio y qué implicaciones tienen estos resultados actualmente.
¿Qué está cambiando en las dinámicas de divorcio?
El Institute for Family Studies ha compartido recientemente unos datos realmente interesantes. No obstante, es importante tener en cuenta que la información analizada longitudinalmente hace referencia a miles de matrimonios estadounidenses.
En base a los datos ofrecidos por la encuesta de ingresos y participación en programas —conocida como SIPP, por las siglas en inglés—, se observó que los matrimonios contraídos en los últimos años presentan tasas de divorcios significativamente menores que los matrimonios de décadas anteriores.
Más concretamente, se estimó que sólo entre el 15 y el 18% de los matrimonios contraídos entre 2010 y 2012 se habían divorciado 10 años después. Las proyecciones que se hacen en la publicación —aunque los mismos autores refieren que es realmente complejo hacer este tipo de predicciones— es que finalmente pueden acabar divorciándose menos del 40% de las uniones llevadas a cabo en estos años.
Aunque para algunas personas puede parecer una cifra elevada todavía, sigue siendo más baja que el uno de cada dos (50%) que hemos venido escuchando hasta el momento. De hecho, este descenso ya sugiere en sí mismo un cambio de dinámica relacional. Parece que ya no es algo que queda en manos del azar, sino que los divorcios están disminuyendo en las últimas décadas.
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¿Por qué los matrimonios modernos son más resistentes?
Vivimos en la sociedad de la inmediatez, en la que cuesta mantener la atención, en la que todo es de consumo rápido, de un solo uso y en la que se fomentan las conexiones superficiales, pasajeras y sin compromiso.
Por eso, puede resultar curioso e incluso irónico que los datos de los últimos años señalen que los divorcios están disminuyendo y los matrimonios sean cada vez más estables y duraderos. Obviamente, son diversos los factores que pueden estar influyendo en este cambio de dinámicas y que afectan también a la forma de entender el matrimonio.
Por un lado, la media de edad en la que las personas contraen matrimonio es, en términos generales, más avanzada. Como consecuencia, se presupone que hay un mayor nivel de madurez emocional, autoconocimiento, claridad sobre lo que se busca en una relación de pareja y estabilidad laboral y económica.
Además, en las últimas décadas las personas han tenido, en su gran mayoría, más libertad para decidir cuándo y con quién querían casarse. Esto ha supuesto que muchas de las parejas hayan, por ejemplo, convivido antes de casarse. Si bien es cierto que años atrás la convivencia fuera del matrimonio se consideraba algo malo, en la actualidad es una dinámica muy extendida que permite que las parejas se conozcan con más profundidad y que tomen la decisión de casarse se una forma más consciente y con las expectativas más ajustadas a la realidad.
Otro de los factores importantes es que la presión social por contraer matrimonio también ha disminuido muchísimo. Hast hace relativamente pocos años, el matrimonio era casi una obligación social —y en algunas culturas lo sigue siendo, por supuesto—. Hoy en día, afortunadamente, en muchas sociedades esto ha cambiado y las personas pueden decidir si realmente quieren dar el paso o no.
Por último, también es interesante mencionar que los cambios en las dinámicas sociales han traído consigo cambios en los roles de género. Como consecuencia, las relaciones tienden a ser cada vez más equilibradas y equitativas. Por tanto, la relación de pareja es de colaboración y esto la cuida.
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¿Quiénes forman parte de estas nuevas dinámicas relacionales?
La publicación del Institute for Family Studies revela que se ha observado la disminución de los divorcios desde finales de la década de 1970. El riesgo máximo de divorcio en la década de 1970 era alrededor de los 8-10 años de matrimonio, mientras que en la década de los 2000 era a los 5 años.
Sin embargo, también se ha observado lo que se conoce como el “divorcio gris”, es decir, cuando las parejas se divorcian a los 50 años o más. Si bien es cierto que las tasas de divorcio, en términos generales, están disminuyendo; parece ser que los adultos mayores tienen matrimonio menos “estables” en comparación con otros momentos temporales.
Tal y como indican los autores, no es fácil hacer predicciones sobre la posible evolución de las parejas y sus matrimonios. Por tanto, se cree que la estabilidad que se ha observado hasta el momento podría indicar lo mismo para el futuro.
¿Qué impacto tiene esto a nivel cultural?
El divorcio ha sido un tema que ha generado mucha controversia y revuelo a nivel social durante muchos años. Inicialmente porque no se consideraba algo aceptable y no estaba bien visto o reconocido socialmente. Posteriormente, se fue normalizando y esto llevó a que muchas parejas se separasen.
De este “boom” de divorcios salió la famosa estadística que tanto impacto ha tenido a nivel social que defiende la idea de que uno de cada dos matrimonios acaba en divorcio. Sin duda, esto ha impactado la forma en la que las nuevas generaciones ven tanto las relaciones como el matrimonio en sí mismo.
Tendiendo en cuenta estos nuevos datos facilitados por el Institute for Family Studies, quién sabe si quizá, de nuevo, la percepción social vuelve a cambiar. Quizá los jóvenes vuelvan a darle el valor simbólico de compromiso y deseo de construir una vida compartida a la entidad del matrimonio.


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