Es bien sabido que la gran mayoría de los seres humanos besan, han besado o besarán a alguien en algún momento de sus vidas. Estos curiosos rituales sorprenden por lo mucho que se dan y por los muchos significados que pueden guardar. Hay besos que sirven para reconciliarse, pero también pueden denotar cariño, atracción o incluso cortesía.
Sin embargo, nada de esto cambia el hecho de que los besos, por sí mismos, parecen un acto bastante absurdo. ¿Por qué nos parece tan natural acercarnos a otra persona y rozarla con los labios? ¿Para qué sirven los besos?
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¿Para qué sirven los besos? ¿Cuál es su utilidad real?
Encontrar una respuesta a esto requiere, en primer lugar, escarbar en nuestro pasado, ver en qué se fundamenta esta costumbre. Algunos psicólogos evolucionistas creen que el beso es un acto al que estamos predispuestos genéticamente y cuya utilidad es básica en la perpetuación de la especie. Por eso, preguntarse para qué sirven los besos es preguntarse también por la manera en la que nos han ayudado a sobrevivir.
Acerca de esto, muchos investigadores han señalado la importancia de los besos en la resolución de dos problemas básicos: encontrar pareja y estrechar lazos con otras personas.
Una sabia elección en la búsqueda de pareja
La primera de estas funciones tiene que ver con nuestra sensibilidad inconsciente para analizar señales químicas que vienen del cuerpo de la potencial pareja. El olfato tiene parte del protagonismo en esta tarea, pero el sentido del gusto también sirve para algo similar.
Detectar patrones químicos en la saliva de la otra persona es útil a la hora de conocer el estado general de su cuerpo, sus niveles hormonales y las características del sistema inmunitario. En definitiva, los besos son una forma de conocer indirectamente el estado de salud de quien se nos ha acercado, conocer hasta qué punto su sistema inmunitario complementa al nuestro, y a partir de ahí decidir inconscientemente si puede ser una buena pareja reproductora.
Estrechando lazos
La segunda función es la más fácil de digerir, porque la mayoría de besos pueden entenderse como un protocolo para estrechar lazos con alguien. Sin embargo, este proceso tiene una vertiente inconsciente que va más allá de la carga simbólica asociada a esta costumbre. Se ha observado que los besos producen un incremento en la segregación de oxitocina y endorfinas, sustancias asociadas a la creación de vínculos afectivos y la eliminación de tensiones.
Además, los neurotransmisores serotonina y dopamina, que están asociados al enamoramiento y la adicción, también se disparan durante el beso, lo cual, si le añadimos el cóctel de hormonas anterior, puede contribuir a lo que se conoce como amor romántico. La persona con la que se ha compartido el beso se vuelve, de repente, algo más importante.
Si a esto le añadimos el hecho de que el beso podría ser de utilidad para elegir pareja, parece evidente que sus funciones están enfocadas hacia la reproducción y la crianza.
Nuestra especie podría estar predispuesta hacia los besos en la boca por su legado evolutivo, ya que estos se han observado también en otros animales (los bonobos, por ejemplo). La cultura, sin embargo, habría ido creando variedades de beso y modelando la forma en la que se presentan, apareciendo alternativas al beso en la boca que, sin embargo, quizás son variantes deudoras de este último tipo.
¿Por qué nos gustan los besos?
Claramente, nadie decide besar a alguien para obtener información sobre esa persona, ni siquiera para estrechar lazos con ella. Los besos están ahí porque nos gustan. La evolución ha hecho que la principal utilidad de estas prácticas, que se encuentra ubicado en el largo plazo, quede enmascarada por un objetivo a corto plazo: obtener placer.
En este placer está basado en la gran cantidad de neuronas sensoriales que se encuentran en la lengua y los labios. Estas zonas muestran una de las mayores densidades de células de este tipo, y por eso son extremadamente sensibles a los estímulos potencialmente placenteros.
Así, unos pocos segundos de beso generan un importante torrente de información que va directo al cerebro, por lo cual gran parte de los procesos mentales empiezan a girar entorno a esa experiencia. Es entonces cuando empiezan a segregarse de forma masiva las sustancias que hemos nombrado y los neurotransmisores relacionados con el placer y el enamoramiento cobran protagonismo. De ahí que un buen beso pueda hacer que se pierda la noción del tiempo: todo el cuerpo está prestándole mucha atención a lo que ocurre en esta interacción.
NOTA: Si quieres saber más cosas acerca de para qué sirven los besos, quizás te interese el libro The Science of Kissing.