Las prisas, obligaciones y las necesidades del día a día pueden hacer que sin darnos cuenta nos vayamos desconectando de nuestros seres queridos. Lamentablemente, el preocupante aumento del consumo de redes sociales y, en general, pantallas también ha potenciado esta falta de comunicación.
Algunas familias sí hablan y, sin embargo, parece que no se entienden o ni siquiera se escuchan. Los motivos que pueden llevarnos a una comunicación familiar poco fluida son diversos y exponemos algunos de ellos más adelante.
La comunicación es un aspecto crucial en el ámbito familiar y en la convivencia. Comunicarse va más allá de hablar. A lo largo de este artículo nos centramos en explicar algunas estrategias importantes a la de establecer conversaciones significativas que nos permitan conectar con nuestra familia.
La comunicación como la base de la vida en familia
La familia es un sistema y, como tal, lo que sucede en este sistema afecta, en mayor o menor medida, al resto de integrantes. Precisamente por eso la comunicación es uno de los aspectos clave para el bienestar tanto a nivel familiar como individual puesto que fortalece vínculos a la vez que reduce los conflictos.
Hoy en día disponemos de evidencia científica que demuestra que una comunicación positiva, saludable, reduce la angustia psicológica y potencia la resiliencia. Además, se relaciona —además de con el bienestar de padres, madres e hijos— con aspectos como la flexibilidad cognitiva y la percepción subjetiva de la felicidad.
Barreras que dificultan la comunicación
Tal y como mencionábamos inicialmente, hay muchos factores que pueden estar interfiriendo en la comunicación familiar. Con frecuencia, se observa que la falta de tiempo y el estrés causados por el trabajo, la escuela, las tareas domésticas, las actividades extraescolares y las prisas que caracterizan el día a día dificultan mucho la comunicación familiar.
La exposición constante a la tecnología, el consumo de pantallas y la cultura de la inmediatez tampoco ayudan. Al contrario, dificultan la atención plena, la reflexión, el pensamiento crítico y los diálogos profundos.
Además de todo esto, se suman factores personales que están directamente relacionados con la forma de comunicarse. Y, por supuesto, también están todos los posibles conflictos que han quedado sin resolver entre los diferentes miembros de la familia y que generan resentimiento o más discusiones.
Estrategias prácticas para mejorar la comunicación en casa
Las estrategias presentadas a continuación son prácticas y suelen resultar útiles a la hora de conseguir mejoras en la comunicación interpersonal. Es probable que requieran de práctica si no se está familiarizado con ellas y puedan resultar complejos algunos cambios al principio.
No obstante, no podemos olvidar el hecho de que cada familia es única y, por tanto, es necesario que en cada sistema haga lo necesario para poder llegar a comprender cuáles son las necesidades específicas.
Escucha activa y empatía
En muchas ocasiones —y por motivos diversos— adoptamos posturas más defensivas que nos llevan a escuchar para responder más que para comprender lo que la otra persona nos está intentando transmitir.
Si queremos que nos escuchen a nosotros, es necesario que hagamos el trabajo de escuchar a la otra persona. Antes de dar una respuesta o plantear soluciones, podemos respirar unos instantes para poder ponernos en el lugar de la otra persona y validar sus emociones.
Por otro lado, es igual de importante que podamos validar las propias emociones y expresarlas de la forma adecuada. Abrirnos y hablar de cómo nos sentimos puede ayudar a que las otras personas también compartan cómo se sienten, cuáles son sus necesidades o sus deseos.
Dar feedback de una forma en que llegue
Cuándo vamos a dar ciertas indicaciones o vamos a corregir algo que consideramos que alguien ha hecho de forma incorrecta es importante tener en cuenta algunos aspectos. El primero de todos es que debemos describir la conducta de forma específica, pero sin etiquetar a la persona (por ejemplo decir veo ropa en el suelo de tu habitación en lugar de eres un desordenado).
Si directamente etiquetamos a la persona es probable que se sienta atacada y se ponga a la defensiva. Para mantener la vía de comunicación abierta es importante intervenir en el momento indicado y procurar que haya un equilibrio entre lo mejorable y lo que sí consideramos adecuado o positivo. Por último, también es interesante que nos planteemos qué nos lleva a hacer ese comentario: ¿realmente queremos ayudar o en este momento queremos desahogarnos?
Comunicación asertiva
La forma en que expresamos nuestros deseos, nuestras necesidades, nuestros pensamientos y nuestras emociones es crucial. Puesto que nuestro estilo de comunicación puede tener un gran impacto en cómo responde la otra persona y, al final, en cómo se desarrollan toda la conversación es importante prestar atención a nuestros patrones o tendencias.
Es crucial que antes de responder podamos observar cómo nos estamos sintiendo y ponerle nombre. Al identificar esto podemos validar nuestra propia experiencia emocional e identificar cuál es nuestra necesidad en ese instante. Esto nos va a permitir expresarnos de forma asertiva y hacer una petición clara si así lo consideramos. Este estilo de comunicación aumenta la cooperación y la comprensión; como consecuencia, las defensas disminuyen.
Crear hábitos de conversación
Es probable que para la otra persona no esté siendo fácil intentar compartir algo de su mundo interno. Si podemos tener esto en cuenta, quizá sea más fácil sentir empatía hacia nuestro ser querido y valorar el esfuerzo que está haciendo. Desde este lugar, hay más lugar para conectar con la empatía y poder validar sus emociones.
De hecho, es probable que a nosotros mismos también nos pueda costar compartir ciertos aspectos de nuestras experiencias más personales. La comunicación es algo que se practica y por eso es tan importante que potenciemos los espacios para dialogar abiertamente en casa.
Esto se puede fomentar estableciendo rutinas en familia (comidas o cenas todos juntos, paseos, etc.). Lo importante es que nos mostremos accesibles y abiertos/as al diálogo para el resto de la unidad. Además, plantear preguntas abiertas (evitando aquellas que puedan responderse con un sí/no), junto con explicar historias familiares pueden ser también de gran ayuda a la hora de fomentar el diálogo.
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