La comparación que nos roba la calma: una mirada desde la psicología y la neurociencia

La comparación constante afecta la calma, la autoestima y la salud emocional.

La comparación que nos roba la calma: una mirada desde la psicología y la neurociencia

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Compararse con los demás es un acto tan cotidiano como respirar. Nos miramos en el espejo social constantemente. Qué hacen, qué logran, cómo se ven o qué poseen los otros, sean bienes materiales, imaginarios o simbólicos. Esta tendencia, lejos de ser un “defecto moderno”, tiene raíces profundas en nuestra evolución y en la manera en que funciona el cerebro humano. Sin embargo, cuando se convierte en un hábito automático e incontrolado, la comparación deja de ser un recurso adaptativo para transformarse en un foco de malestar, ansiedad y baja autoestima.

El daño de las redes sociales

En la actualidad, las redes sociales amplifican este fenómeno a niveles nunca antes vistos. Basta abrir un celular para exponerse a miles de vidas editadas, aparentemente plenas y exitosas, que inevitablemente nos invitan a medirnos. ¿Qué nos lleva a compararnos tanto? ¿Qué efectos tiene en la mente y el cuerpo? Y, sobre todo, ¿cómo podemos salir de esta trampa?

Una de las explicaciones posibles es pensar en la raíz psicológica de la comparación. En 1954, el psicólogo Leon Festinger formuló la teoría de la comparación social. Según esta, las personas evaluamos nuestras opiniones y capacidades a través del contraste con los demás, porque necesitamos referencias para orientarnos.

En sí mismo, compararse no es negativo, puede motivarnos, darnos estándares realistas o ayudarnos a aprender. Es una forma de conformar ideales, personas o situaciones de identificación que nos permita crecer. El problema aparece cuando la comparación es constante y descendente en autoestima. En las comparaciones “ascendentes”, aquellas en las que miramos a quienes parecen estar por encima de nosotros en éxito, belleza, inteligencia o recursos. Lejos de inspirarnos, muchas veces generan frustración, envidia y la sensación de no estar nunca a la altura.

Desde el punto de vista cerebral, la comparación activa áreas relacionadas con la recompensa y la amenaza. Estudios de neuro imagen muestran que regiones como la corteza cingulada anterior y el estriado ventral se activan cuando evaluamos nuestra posición respecto a otros.

La trampa de la comparación

Cuando percibimos que alguien está “mejor” que nosotros, se dispara una respuesta de amenaza que involucra al sistema límbico, particularmente la amígdala, generando emociones de ansiedad o malestar. En cambio, si nos sentimos “por encima”, se libera dopamina en circuitos de recompensa, dándonos una breve sensación de superioridad. Este vaivén explica por qué la comparación puede volverse adictiva, produce micro descargas emocionales, aunque muchas veces a costa de nuestra estabilidad.

Las plataformas digitales intensifican el sesgo comparativo por dos razones. Primero, porque ofrecen una versión filtrada y editada de la vida de los demás, lo que vemos no es la realidad, sino un escaparate cuidadosamente seleccionado. Segundo, porque la exposición es constante y masiva, multiplicando las oportunidades de comparación en cada scroll.

Diversas investigaciones muestran que un uso frecuente de redes como Instagram se asocia con mayores niveles de envidia, depresión y sentimientos de insuficiencia. El cerebro, al enfrentarse una y otra vez con imágenes de logros y perfección, internaliza un estándar inalcanzable que deteriora la autoestima.

De alguna manera nos encontramos en una trampa a la que no podemos evitar, pero de la que debemos por nuestra salud mental intentar liberarnos de ella. Los caminos están muy cerca solo merecen un poco de disciplina para poder poner en juego nuestro sentido común y entender que verificar esa forma de realidad que se nos presenta puede darnos paz mental y salud en el día a día.

De esta manera el primer paso es notar cuándo nos estamos comparando. Ponerlo en palabras, “me estoy midiendo con…” ayuda a desactivar la reacción automática. También podemos intentar revisar o cambiar el eje de comparación. En lugar de mirar al otro, podemos medirnos con nuestro propio “antes”, evaluando progresos personales.

Me gusta mucho ese ejercicio en el que le preguntas a tu yo del pasado o al del futuro como te ves hoy en comparación con tu propio pasado y en como querrías verte en un tiempo. Cuando evaluamos de esta manera nuestras acciones y preferencias la mayor parte de las veces veremos que comparándonos con nosotros mismos la disonancia no es tan grande.

El motor del cambio

Es fundamental el reducir la exposición a redes o curar el contenido que consumimos es un acto de autocuidado mental de esta manera focalizarse en lo que sí tenemos, activa circuitos cerebrales asociados al bienestar, como el córtex prefrontal medial, y contrarresta la tendencia a la carencia.

Para decirlo de otro modo la comparación social es un rasgo humano inevitable, grabada en nuestra psicología y en nuestra biología. Sin embargo, que sea natural no significa que deba gobernarnos. Cuando la comparación se vuelve automática, nos roba calma, nos instala en un ciclo de insatisfacción permanente y afecta nuestro bienestar emocional.

La clave está en transformar esa energía, aprender a usarnos como propia medida, reconocer nuestros avances y recordar que lo que vemos en otra rara vez refleja toda la historia. Desde la psicología y la neurociencia sabemos que entrenar esta perspectiva no solo fortalece la autoestima, sino que permite recuperar un bien cada vez más escaso, la serenidad frente al espejo social.

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Silvana Weckesser. (2025, octubre 8). La comparación que nos roba la calma: una mirada desde la psicología y la neurociencia. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/comparacion-que-nos-roba-calma-mirada-desde-psicologia-y-neurociencia

Psicóloga

Buenos Aires

Silvana Weckesser es psicóloga especializada en el ámbito clínico y docente universitaria, así como escritora. Su consulta se encuentra en Buenos Aires.

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