La hipnosis. Una de esas enormes quimeras que invade los cines, los espectáculos y los programas de televisión. Una de esas cosas que todavía pone en duda el concepto que una amplia parte de la población tiene acerca de “racionalidad”.
¡Cómo es posible! Es la respuesta inmediata de nuestra mente al fenómeno. Seguida, claro está, en el mayor de los casos, por el patrón de respuesta típico del miedo; nos alejamos, empezamos a dudar de nosotros mismos, y el pensamiento de: “no te me acerques” empieza a tomar nuestra mente.
Es lógico. Nos han bombardeado durante tantísimos años con el fenómeno mágico y misterioso de la hipnosis, que ya uno piensa casi que se puede volar cuando le hipnotizan, y no de forma figurada. Pues lo siento, pero no.
¿Qué es realmente la hipnosis?
Pongámonos serios. La hipnosis es mucho más de lo que se puede ver. Como tal, la hipnosis surge como herramienta terapéutica en sus inicios. Hay pruebas de que ya en momentos prehistóricos,existía la figura del chamán, que empleaba técnicas sugestivas de cara a la sanación.
Después se pasó a los brujos y a los mediums, y el oscurantismo fue creciendo. No obstante, el rigor científico o al menos la consideración de la hipnosis como algo más que brujería empezó en la escuela del hospital psiquiátrico de Nancy-Salpetriere, con el profesor Charcot y el tratamiento de la histeria colectiva mediante hipnosis.
Hoy día, la hipnosis podría definirse como un método. Un procedimiento compuesto de diversas técnicas que emplean la atención o la imaginación del individuo para producir alteraciones o cambios en sus emociones, pensamientos, comportamientos o percepciones.
En otras palabras, no es más que una forma extremadamente eficiente de emplear los recursos mentales de la persona para conseguir resultados, con las limitaciones propias al ser humano (nadie va a perder su personalidad, ni a convertirse en supermán gracias a la hipnosis).
El estado de trance
Esta forma de emplear la atención, pasa necesariamente por un estado llamado estado de trance. Es un estado muy parecido al Estado de Flow de los artistas. La mente experimenta un nivel de abstracción y de concentración muy altos, dedicando recursos generalmente dispersos a muy pocos objetivos.
Durante un tiempo se pensó que no todos éramos susceptibles de experimentar ese estado, por tanto, éramos poco “hipnotizables”. Hoy sabemos que esto no es así. La medida en la que una persona alcance este estado está tanto en la voluntad del hipnotizado, como en la habilidad del hipnotista.
A nivel subjetivo, este estado es muy personal. Los relatos de las personas que han pasado por este método son muy dispersos. Los más comunes coinciden en experimentar una sensación parecida ala de un sueño; como un estado de consciencia plena, pero absolutamente “en otro mundo”.
La forma: ¿hipnotizar con un chasquido de dedos?
Y aquí viene lo realmente morboso; la forma en la que esa técnica se lleva a cabo. ¿Simplemente se chasquea los dedos? ¿Tengo que dar una palmada en tu hombro y luego bailar “La Macarena”? Realmente, la forma en la que se realiza es lo que menos interés tiene de cara a la técnica en sí, pese a que sea lo más llamativo. Por no hablar de los millones que se siguen ganando gracias a ellas.
Y es que la pregunta es obvia; ¿cómo es posible que se pueda dormir a alguien solo chasqueando los dedos?
Yo planteo otra pregunta: ¿Seríais capaces de dormiros sin que nadie chasquease los dedos?
No se trata de una cuestión de causa-efecto. No existe ningún tipo de chasquido que emita ningún tipo de onda que nos duerma automáticamente. Existe, no obstante, la convicción de que nos dormiremos cuando oigamos un chasquido de dedos. Al igual que nos dormiremos cuando estemos cansados. Y nuestro cuerpo actúa en consonancia a estas creencias. La mente puede ser divertida, ¿verdad?
Lo que de verdad importa sobre la hipnosis
Más allá de todas las implicaciones sensacionalistas de la hipnosis, lo que al final cuenta es que como herramienta, como método, sea eficaz de cara a nuestro objetivo como hipnotistas. Si nuestro objetivo es terapéutico, quizás optemos por métodos que den más capacidad de control a la persona. Si es el espectáculo, posiblemente busquemos aquello que sea llamativo.
No obstante, por encima de esa eficacia está el respeto. Este es un punto importante; en hipnosis se trabaja siempre con personas, y por tanto es necesario un fuerte sentido del respeto a la individualidad y al honor de la persona hipnotizada. Seamos conscientes del rol que el hipnotizado asume cuando acepta serlo. No percibe ningún control, al contrario de hecho; se percibe como “vendido”. Seamos respetuosos con él o con ella.
En definitiva, lo que de verdad importa es que, tal y como dicen tantos personajes famosos (entre ellos, me permito citar al Tío Ben de Spiderman), “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. No se trata del poder en sí, es decir, de qué podemos hacer, sino de qué hacer con el poder. Cómo emplearlo y para qué. Sobre todo, si ese poder realmente está al alcance de todos.
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