Laura Gutman: «La crianza con apego se ha convertido en un eslogan»

Conversamos con Laura Gutman, la terapeuta argentina y autora de referencia mundial en crianza respetuosa y apego, sobre su visión de la maternidad, los desafíos emocionales de las madres y los mitos de la crianza moderna.

"La maternidad y el encuentro con la propia sombra"

Laura Gutman (1958, Buenos Aires, Argentina) es terapeuta, investigadora de la conducta humana y experta en maternidad y desamparo durante la primera infancia. Su libro La maternidad y el encuentro con la propia sombra, publicado por primera vez en 2001, fue un éxito de ventas y es un referente para madres y terapeutas de todo el mundo. Gutman charla con Psicología y Mente para explicarnos cómo ve ella la maternidad hoy en día.

Su primera obra, a la que siguieron una quincena de títulos más, nos invita a entrar en contacto con los conflictos emocionales propios que salen a la superficie a partir de la llegada de los hijos. Un enfoque que ha impactado en la conciencia de muchas mujeres a la hora de enfocar la crianza de sus hijos siguiendo su propio instinto.

Aunque la repercusión del libro fue muy grande, Gutman le resta importancia y señala que “más importante que los libros que uno lea es la infancia que cada uno ha vivido”. “Ahora bien, lo que ese libro escrito a fines de los años 90 hizo fue habilitar a algunas mujeres a dar rienda suelta a su propia intuición en el vínculo con sus criaturas”, añade.

De hecho, ya hay una generación que se ha criado bajo la influencia de La maternidad y el encuentro con la propia sombra. “Cuando se publicó por primera vez casi no usábamos internet y, por supuesto, no existían las redes sociales. En esa época, se convirtió en una referencia confiable para las mujeres puérperas que necesitábamos compartir lo difícil que es criar niños”, señala la autora.

Frente a la catarata de guías para madres desesperadas que ahora encontramos en las librerías y en internet, el libro de Gutman sigue vigente porque no ofrece consejos, sino la propuesta de “indagar en nuestra realidad emocional interna para comprendernos más y poder comprender a nuestros hijos, facilitándoles la vida”.

La terapeuta hace ya más de 40 años que se dedica a la difusión de una crianza “niñocéntrica”. ¿Pero ve cambios positivos con el tiempo? “Quisiera responderte con mayor optimismo. Con mi equipo de trabajo atendemos a cientos de hombres y mujeres de todas partes del mundo. Todos vamos con nuestras sombras a cuestas, habiendo experimentado infancias más horribles e injustas de lo que creemos”.

Gutman considera que las heridas de nuestra propia infancia nos pasan factura al convertirnos en madres, momento en el que “el desamparo, la falta de presencia materna, la violencia, la rigidez o el abandono que vivimos cuando fuimos niñas se manifiestan en la ausencia de recursos emocionales a la hora de maternar”, detalla. “No se trata solo de tener buenas intenciones –que todas las madres obviamente tenemos– sino de la falta de conciencia sobre la totalidad de nuestra realidad afectiva”, agrega.

Así, la investigadora invita a mirar para adentro y conectar con nuestro propio instinto. “Los cachorros humanos están automáticamente apegados a sus madres, porque dependen de la madre para sobrevivir. El problema aparece cuando las madres no tenemos recursos emocionales para entregarnos al maternaje y satisfacer las demandas de los niños”, comenta.

Sobreprotección, límites y pantallas

Gutman es una de las voces más firmes a favor de la crianza con apego. Sin embargo, para ella “hay un enorme malentendido” con el concepto, hasta el punto de que “se ha convertido en un eslogan, lamentablemente”, en una manera de etiquetar a las buenas madres frente a las no tan buenas. “Pero esto no nos garantiza la fluidez ni la fusión con el niño pequeño. Por eso insisto, que hoy se trata de un término casi publicitario, no de una realidad íntima entre una madre y su criatura”, añade.

También niega que exista la sobreprotección. Según la terapeuta, nadie protege “demasiado” a un niño. Por el contrario, “lo que hacemos es alimentarnos del niño como consecuencia de nuestro propio vacío afectivo. Así que ahí no hay protección, hay abuso”. Igualmente, critica el concepto de “poner límites” y considera que “es de una ignorancia monumental”.

“Da cuenta de que provenimos de escenarios de infancia espantosos, crueles e injustos. Y que hoy, siendo adultos, no tenemos recursos para vincularnos en el respeto, el amor ni la benevolencia. Solo se nos ocurre reprimir”, razona.

Otro tema que preocupa actualmente son las redes sociales y las pantallas, y cómo afectan al vínculo con nuestros hijos. Según Gutman, sucede que “entre la nada y una pantalla, los niños –y los adultos– elegimos un dispositivo. Pero entre un juego, una conversación, un paseo, una propuesta creativa, un rato de compañía, un relato, unos mimos y una pantalla, siempre elegiremos –adultos y niños– el momento compartido. Las pantallas ocupan el lugar que está vacío”, afirma la experta.

El poderoso discurso materno

Gutman también es crítica ante la idea de que hoy en día los padres están más activos en la crianza: “Yo no veo gran diferencia, aunque siempre es bienvenido que un padre amoroso pueda participar más activamente en la vida de los niños. Más allá de la creencia general, siempre hubo padres involucrados. Y padres fuera de las escenas cotidianas”, explica.

“El problema no reside en cuánto un padre esté presente, sino en aquello que las madres decimos respecto al padre”, añade. En su libro El poder del discurso materno, desarrolla cómo lo que nuestra madre dice moldea nuestra conciencia por encima de la realidad e invita a revisitar nuestra infancia a través de lo que denomina Biografía Humana.

La investigadora argentina prefiere no hablar del futuro. “Es muy difícil convertirse en madre. No solo necesitamos el apoyo de toda la comunidad –sin juzgar, sin imponer modas, sin consejos, sin exigencias–, sino que, además, las mujeres podríamos aprovechar la oportunidad de esa impresionante crisis vital para dejar de lado la superficialidad cotidiana y encauzar nuestras vidas”.

“Primero averiguando de dónde venimos, luego comprendiendo nuestros mecanismos de supervivencia y los recursos con los que contamos –o no–, y después, estableciendo un propósito, dando prioridad al bienestar de nuestras criaturas, porque ellos son el futuro de la humanidad”.