Sin la ciencia no hubiéramos alcanzado el grado de desarrollo actual. Gracias al método científico la humanidad ha ido creando grandes avances médicos y tecnológicos, e incluso el ámbito de la psicología, una vertiente de la realidad que parecía demasiado confusa y ambigua para ser analizada, se ha desarrollado hasta el punto de permitirnos conocer bien lo que hay detrás de nuestros actos y pensamientos.
¿Cuál es la importancia del método científico?
No obstante, ¿cuál es el verdadero motivo por el que la ciencia tiene tanto prestigio? ¿Dónde radica exactamente su valor? Y ?por qué es necesario usar el método científico para que la ciencia progrese?
Intentaré arrojar algo de luz al asunto en cuestión empezando por la raíz del asunto: el nacimiento de la ciencia.
Los orígenes de la ciencia y su epistemología
Durante el siglo VI, en Jonia (una parte de la antigua Grecia ubicada en la actual Turquía), un mundo lleno de misterios se presentaba ante los helenos. El punto de partida era una situación de incertidumbre casi total, pero poco a poco, a partir de la observación de la naturaleza, fueron surgiendo las ideas de un Universo ordenado y racional, susceptible de ser analizado.
Al principio, buena parte de los griegos creía que la realidad estaba formada por una materia compuesta por una esencia de la que apenas se tenía conocimiento, regida por la acción de fuerzas iguales y opuestas que se mantenían en dramática lucha, manteniéndose siempre en un eterno equilibrio. En ese momento histórico y a partir de dichos conceptos surge una ciencia primitiva (o protociencia, pues más que experimentar teorizaba) propiamente griega.
El Renacimiento trae el cambio de paradigma
No fue hasta el siglo XVI, con la llegada del Renacimiento a Europa, cuando se inició un salto cualitativo en el conocimiento científico-técnico que culminaría en el siglo XVIII d.C. con la Ilustración.
En esta revolución científica se abandonaron muchos prejuicios medievales que ya se arrastraban (algunos) desde la antigüedad, y se llegó a consolidar un método concreto y eficaz para averiguar la verdad: el método científico, que permitiría examinar todas las vertientes de la naturaleza del mejor modo posible.
¿Y por qué "científico"?
No se llegó a la ciencia y a su método por casualidad, sino por supervivencia. La civilización humana primitiva siempre se encontró retada por hecatombes de gran magnitud (guerras, inundaciones, epidemias, etc.) que requerían un protocolo que nos pudiese dar fiabilidad en la producción de nuevos conocimientos para poder afrontar esas adversidades satisfactoriamente.
Gracias al método científico podíamos abandonar la eterna paralización producida por no entender lo que pasa o lo que puede pasar en un futuro, pues empezamos a tener buenos motivos para pensar que algo es falso o verdadero… aunque, irónicamente hablando, el dudar forma parte del método científico y del espíritu escéptico que lo acompaña. En palabras del físico estadounidense Robert Oppenheimer:
"Un científico debe tomarse la libertad de plantear cualquier cuestión, de dudar de cualquier afirmación, de corregir errores".
El papel del cerebro
Pero no solo las catástrofes son la causa del método científico. Uno de los motivos de su nacimiento no es otro que nuestra capacidad de raciocinio, un milagro de la evolución que nos capacita para evitar y resolver errores de lógica, sesgos cognitivos y errores en de la percepción. En resumen, podemos ver la lógica de las cosas porque nuestro cerebro estructurado de modo que permite examinar premisas y argumentos buscando constancia y coherencia en ellos.
No obstante, como animales relativamente instintivos y emocionales que somos, el nivel de capacidades cognitivas necesarias para ser absolutamente escéptico y racional (alguien que sepa reconocer y ordenar a la perfección las ideas y las teorías para detectar defectos en ellas) es imposible hasta para la gente más culta e inteligente. Es por eso que la ciencia es, en parte, un proyecto compartido y basado en el consenso de muchos expertos y especialistas que ofrecen sus diferentes puntos de vista.
El proceder científico
De lo dicho anteriormente se desprende que la ciencia no la hacen cuatro genios o iluminados de forma individual (lo contrario sería hacer que los conocimientos científicos se apoyasen enteramente en una falacia de autoridad). Por el contrario, es fruto de una cooperación colectiva: la llamada comunidad científica.
El conocimiento científico se construye sobre otro previo, invirtiendo décadas de investigación a lo largo de las cuales se hacen numerosos experimentos (la prueba del doble ciego, por ejemplo) y se proponen hipótesis y teorías. De hecho, el proceder científico es tan y tan colectivo que muchas veces los científicos piden a sus colegas de profesión (la comunidad científica) que revisen posibles errores en sus estudios (incluso si ello implica que sus presuntos descubrimientos sean negados). Esto tiene la ventaja de que cuantos más científicos investigando más probabilidades hay de encontrar errores en las anteriores investigaciones y conclusiones.
Persiguiendo la objetividad científica
Está claro que la objetividad absoluta no existe ni siquiera en las ciencias duras, pero eso no significa que esta no se pueda tomar como un referente o un ideal. Es por eso que otra de las características pragmáticas del proceder científico es el delegar responsabilidades en la investigación y elaboración de hipótesis en científicos auxiliares que no estén implicados emocionalmente en el proyecto.
De esta forma se asegura una mayor objetividad; característica esencial de toda ciencia. Dichos científicos auxiliares repiten los experimentos y comparan y analizan la información obtenida, porque cualquier afirmación o sentencia que pretenda tener el infalible sello de la calidad científica debe poder ser refutada o demostrada por alguien ajeno al proyecto.
¿Alguien creería a un médico que afirma haber encontrado el don de la inmortalidad sin dar la opción a que otros comprueben si está en lo cierto? En cierto modo es una cuestión de sentido común.
El papel de los medios de comunicación
Los medios de comunicación tienen una gran importancia en el devenir científico. Cuando la televisión, por ejemplo, nos cuenta que unos investigadores de alguna universidad han descubierto algo en realidad lo que quieren expresar (quizás de forma poco pedagógica) es que dicha investigación ni muchos menos se encuentra acabada, porque sus conclusiones han de estar sujetas a repetidas comprobaciones antes de contar con un buen nivel de aceptación.
Es en este punto cuando otros colegas de profesión deben comprobar la certeza de tales afirmaciones. Tras una exhaustiva selección y un correcto arbitraje, si el estudio aún es válido, se considerará que las evidencias empíricas en favor de la hipótesis que se ha planteado son robustas y sirven para explicar bien un fenómeno.
De este modo la humanidad habrá avanzado un peldaño más. Peldaño que quizás deba ser revisado en un futuro para seguir avanzando, pues el método científico siempre deja la puerta abierta a una reformulación de las teorías; lo contrario sería caer en un dogma.
Pseudociencias, ciencias que en realidad no lo son
Lamentablemente, a veces caemos en el error de elaborar hipótesis pseudocientíficas, que tal y como están planteadas no pueden ser trabajadas a través del método científico.
¿Y qué es una pseudociencia? La pseudociencia es una creencia o práctica que se presenta como ciencia pero que no sigue un método científico fiable, ergo no se puede comprobar. Suele caracterizarse por afirmaciones ambiguas, contradictorias y poco específicas donde el uso de falacias y exageraciones está a la orden del día.
En las pseudociencias hay una dependencia de la confirmación pero nunca de pruebas de refutación, por no hablar de la nula disposición a colaborar con la comunidad científica para que esta pueda evaluar la situación.En definitiva, si ya de por sí a veces caemos en proposiciones pseudocientíficas sin querer, imaginemos qué nivel de desarrollo tendríamos si nuestro conocimiento sobre la naturaleza solo se basara en este tipo de afirmaciones. Es en esta comparación donde reside todo el valor de la ciencia: en su utilidad.