Rosa llega cada día con una notoria molestia en su rostro. Apenas se quita los zapatos, lanza la frase de siempre: “Mi jefe me tiene harta”. No exagera. Le cuesta dormir, anda irritable y siente que su trabajo le está robando la energía. Pero cambiar de empleo no es tan fácil, y quedarse como está tampoco le sirve.
Si algo de esto te suena familiar, este artículo es para ti. Vamos a hablar de cómo usar la asertividad para lidiar con un jefe que te desgasta, sin tener que explotar ni callarte todo.
Empecemos por entender qué hay detrás del “ya no lo soporto”
Antes de pensar en qué decir o cómo actuar, vale la pena detenerse un segundo y revisar qué es exactamente lo que te molesta. A veces, lo que parece odio puro es una mezcla de cosas que se han ido acumulando.
¿Te molesta su forma de hablarte o hay algo más profundo, como sentir que no te respeta? ¿Te pasa lo mismo con otras figuras de autoridad? ¿Sientes que esperas algo de él o ella que nunca llega? ¿Las personas que trabajan contigo piensan parecido o solo tú lo vives así?
Estas preguntas ayudan a enfocar el problema. Porque cuando entiendes de dónde viene tu malestar, se hace más fácil saber qué hacer con él. No todo se trata de cambiar de jefe, a veces alcanza con ajustar la forma en que tú te relacionas con él o ella.
Asertividad: aprender a hablar sin explotar (ni tragarse todo)
Ser asertivo es poder decir lo que piensas y lo que sientes sin atropellar a nadie ni quedarte callado por miedo a incomodar. Es encontrar ese punto medio donde puedes hablar con firmeza pero sin pelearte, marcar tus límites sin sonar agresivo y poner orden sin tener que gritar.
No es una habilidad que tienes que saber aplicar desde la cuna; se entrena. Puedes aprender a expresarte mejor, a hacerte respetar y a manejar conversaciones difíciles sin terminar temblando de los nervios o con culpa. Y si la relación con tu jefe es difícil, esto puede ayudar muchísimo.
¿Cómo estás comunicándote tú?
Antes de pasar a las estrategias, hay algo importante: conocer tu estilo de comunicación. Porque si siempre actúas igual, probablemente obtendrás el mismo resultado.
¿Eliges un estilo más pasivo?
Te callas para no generar problemas, aceptas tareas que no puedes hacer, aguantas comentarios fuera de lugar. Pero luego estás cansado, frustrado y hasta te enojas contigo por no haber dicho nada.
¿O te sientes más a la defensiva?
Es decir, hablas con tono fuerte, no das espacio a la otra persona. Tal vez crees que es la única forma de que te escuchen, pero suele generar tensión, y con eso es difícil construir algo.
¿Hay incoherencias?
Aparentas que todo está bien, pero por dentro acumulas molestia. Dices “sí” pero haces caras, usas sarcasmos o te quejas por detrás. Con el tiempo, este tipo de actitudes dañan más que ayudan.
Saber dónde estás parado te permite empezar a cambiar. Y si ya te diste cuenta de que tu forma de reaccionar no te está funcionando, entonces ya diste el primer paso.
Pero es importante que sepas que estos no son los únicos estilos. Comunicarse de forma asertiva, como indicamos antes, también es posible. En caso de que no lo estés haciendo, ya compartiremos contigo algunas técnicas.
Técnicas asertivas para usar con tu jefe (sí, incluso con ese jefe)
Ahora sí, vamos a lo concreto. Estas herramientas pueden ayudarte a hablar con más claridad, defender tus puntos sin miedo y construir una relación laboral más soportable. Y no necesitas aplicarlas todas de golpe, sino que puedes ir probando poco a poco.
Habla desde ti, no desde la acusación
En vez de decir “Nunca me explicas bien las cosas”, prueba con algo como: “Me cuesta seguir las instrucciones cuando no están claras”. Cambia el enfoque por completo y es más fácil que el otro escuche.
Aprende a decir que no sin tanto rodeo
No necesitas escribir un ensayo cada vez que te piden algo que no puedes hacer. Algo tan simple como “En este momento no me es posible” ya deja claro el límite. Ser breve no es ser maleducado.
Ensaya antes de hablar
Cuando sabes que vas a tener una conversación difícil, practicar lo que quieres decir te puede ayudar muchísimo. Puedes escribirlo, decirlo en voz alta o imaginar cómo lo dirías. Puede que te suene un poco tonto, pero funciona.
Cuida tu postura y tu tono
No basta con elegir bien las palabras. Si cruzas los brazos, evitas la mirada o hablas con tono inseguro, el mensaje pierde fuerza. Muestra que estás firme, sin parecer a la defensiva.
No hables en caliente
Si estás sintiendo mucha molestia, lo mejor es esperar un poco antes de abrir la boca. Caminar, respirar o tomarte unos minutos puede ayudarte a ordenar las ideas. La idea no es que te reprimas, sino que evites actuar desde el impulso.
¿Y si el jefe sigue siendo imposible?
A veces, no importa cuántas herramientas pongas en práctica: el jefe sigue siendo autoritario, cortante o simplemente desagradable. En esos casos, las estrategias cambian un poco.
Acepta lo que no puedes controlar
No puedes cambiar la forma de ser de tu jefe, pero sí puedes elegir cómo responder. No todo merece tu energía. Elige cuándo vale la pena hablar y cuándo es mejor soltar.
Habla con alguien de confianza
No para desahogarte y ya, sino para pensar opciones. Recursos humanos, un colega que sepa manejar estas situaciones o incluso un mentor pueden darte otra mirada.
Reduce la exposición
Si el contacto con tu jefe te desgasta, busca maneras de minimizarlo sin descuidar tus responsabilidades. No quiere decir que le estás evadiendo, sino que estás cuidando tu energía.
Haz bien tu trabajo
Aunque suene básico, mantener un rendimiento sólido puede darte cierta tranquilidad. Y también te protege si en algún momento necesitas escalar la situación o buscar otra posición.
Ten un plan B en el bolsillo
Tal vez no puedes renunciar hoy, pero eso no significa que no puedas ir mirando opciones. Tener un posible camino alternativo reduce la sensación de estar atrapado.
Antes de rendirte, intenta otra forma de hacer las cosas
Cuando sientes que todo va mal con tu jefe, es fácil caer en la idea de que no hay salida, pero a veces sí la hay. Aprender a comunicarte mejor, poner límites sin miedo y cuidar tu bienestar son formas reales de transformar el ambiente, incluso aunque la otra persona no cambie.
La asertividad no solo te ayuda a sobrevivir en el trabajo, también te recuerda que tienes derecho a que te escuchen, a decir que no, a pedir lo que necesitas y a no perder la calma cada vez que ves un correo suyo. Y si al final decides irte, al menos sabrás que lo hiciste desde un lugar más firme. Porque sí, estar bien también es una decisión. Aunque cueste, siempre hay algo que puedes empezar a cambiar hoy.


Newsletter PyM
La pasión por la psicología también en tu email
Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos
Suscribiéndote aceptas la política de privacidad