Los conflictos entre hermanos forman parte del día a día en muchos hogares y no solo durante la infancia temprana. Esto preocupa a muchos padres y madres que lo que más quieren es que sus hijos e hijas tengan una buena relación entre ellos para que sean un apoyo emocional mutuo a lo largo de la vida.
Diversos estudios han demostrado que la relación que se establece entre hermanos/as influye en muchos aspectos importantes relacionados con el desarrollo psicológico, emocional y social. Son muchos los aspectos que pueden aprenderse a raíz de este vínculo familiar.
A lo largo de este artículo exponemos diversas estrategias que pueden ser útiles a la hora de potenciar una relación saludable entre hermanos/as. Esto no implica que nunca discutan. Se trata de acompañarlos de tal forma que los momentos de conflicto se conviertan en oportunidades para crecer y aprender.
¿Por qué hay conflictos entre hermanos?
Los conflictos entre hermanos dependen de muchos aspectos que van desde los factores más amplios hasta las diferencias individuales. Se han realizado estudios que analizan las relaciones fraternas en diversas culturas. Se ha observado que las diferencias en cuanto a jerarquía, responsabilidades y expectativas son considerables y deben tenerse en cuenta.
Cada familia tiene sus propias dinámicas en base a su contexto, su historia y sus valores. Puesto que todos los niños y niñas necesitan sentirse vistos, valorados y amados por sus padres, es relativamente sencillo que pueda aparecer rivalidad entre ellos. Además, aspectos como la edad de cada criatura también son muy importantes.
Y, por supuesto, no podemos olvidar que son personas diferentes, con personalidades, gustos e intereses diferentes. Si como adultos no acompañamos las dificultades que puedan surgir en la convivencia de la forma adecuada, la relación fraterna puede volverse realmente compleja.
Los desacuerdos que se producen entre los hermanos son oportunidades para aprender a convivir con personas que piensan, sienten y quieren cosas diferentes. El acompañamiento y la guía que los adultos brindan en estas situaciones pueden tener un fuerte impacto —tanto positivo como negativo— en el desarrollo emocional, psicológico y social de los niños.
Claves para fomentar las relaciones saludables entre hermanos
Es importante comprender que nuestra función como adultos no es erradicar los conflictos, sino acompañarlos y ser su guía, su modelo, para que puedan resolverlos. Aunque los conflictos pueden incomodar a muchos padres y madres, en realidad son grandes oportunidades para el aprendizaje de nuevas habilidades.
Una relación sana entre hermanos no se construye en cuestión de días. Es un proceso que requiere de tiempo, constancia y paciencia. No obstante, vale la pena el esfuerzo porque los vínculos fraternales también impactan en la forma de ver y entender las relaciones posteriormente. El lenguaje que usamos, el respeto mutuo, la empatía y el ejemplo que nosotros ofrecemos son aspectos clave.
A continuación planteamos algunos aspectos que pueden ayudar a cultivar una relación saludable entre hermanos/as. De todas formas, cada unidad familiar es única, tiene unas necesidades y características muy concretas. Por ello, si se detecta que las situaciones conflictivas son demasiado intensas y abrumadoras, es importante pedir ayuda a expertos especializados.
Evitar comparaciones
Aunque quizá pensamos que el hermano o la hermana puede servir de ejemplo de la conducta “deseable” que nos gustaría ver en el otro hijo/a, es crucial que evitemos las comparaciones porque generan resentimiento y competencia entre ellos. Es preferible enfocar el discurso en el comportamiento individual de cada uno de ellos, sin hacer referencia al otro hermano/a.
Pasar tiempo a solas con cada uno de ellos
Aunque el día a día puede llegar a ser frenético y nos deja con poco tiempo para disfrutar, es crucial que podamos disfrutar de tiempo con nuestros hijos por separado. Esto nos permite conectar con lo que cada uno necesita y les ayuda a sentirse vistos. Este tiempo exclusivo permite que se sientan atendidos y eso ayuda a que no haya tanta necesidad de competir con los hermanos por la atención de los padres.
Fomentar la cooperación
En la línea de no compararlos, es importante que planteemos dinámicas y actividades que fomenten la cooperación entre ellos/as. Debemos transmitir la idea de que somos un equipo tanto con palabras como con hechos (juegos cooperativos, proyectos en común, etc.). Además, para reforzar esta idea del equipo, es interesante que les hagamos preguntas del estilo “¿cómo podéis ayudaros entre vosotros?”.
Modelar la resolución de conflictos
Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que les decimos. Somos su modelo y de nosotros aprenden también a resolver los conflictos. Así pues, debemos abordar los momentos de desencuentro con respeto. Cuando aparecen los conflictos podemos aprovechar para enseñarles a regularse, escuchar, negociar, turnarse, tomar decisiones e incluso pedir perdón. No podemos pretender que se adoren y se lleven todo el tiempo superbién, pero sí que se traten con respeto.
Cultivar la inteligencia emocional
Mientras les acompañamos en los momentos de conflicto, es importante que vayamos nombrando lo que vemos y percibimos a nivel emocional. De esta forma, ellos también aprenden a hacerlo y les es más fácil regularse. El reconocimiento de emociones —tanto propias como ajenas— es básico para desarrollar la empatía. Dado que el cerebro de los niños se está desarrollando, necesitan que les demos herramientas para poder regular la intensidad de sus emociones.
Ser mediador entre ellos, no juez
Cuando hay un conflicto entre hermanos, con frecuencia intentan convencer a los padres de que esa situación no se ha dado “por su culpa”. Aunque puede resultar realmente complejo, debemos evitar posicionarnos —porque suele empeorar la situación—. Recordemos que la conducta de nuestros hijos habla de necesidades que no están cubiertas e intentemos tomar consciencia de esto para poder guiarlos hacia una solución compartida.
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