¿Qué es lo que realmente define nuestra realidad? ¿Es el mundo que nos rodea? ¿es la manera en que lo interpretamos? La respuesta está en nuestras creencias. Lo que creemos acerca de nosotros mismos, de los demás y del mundo, es lo que en gran medida determina cómo vivimos y experimentamos la vida.
Las creencias tienen un poder profundo y a menudo invisible sobre nuestras decisiones, nuestras acciones, nuestras emociones y nuestros logros. Si llegamos a identificarlas y comprenderlas bien, podemos aprender a moldearlas para que trabajen a nuestro favor, en lugar de que nos limiten. En este artículo, exploraremos qué son las creencias, cómo influyen en la construcción de nuestra realidad y cómo cambiar nuestras creencias para poder transformar radicalmente nuestra vida.
¿Qué son las creencias y cómo se forman?
Podemos definir las creencias como pensamientos, ideas o principios que consideramos verdaderos, incluso sin necesidad de pruebas tangibles o evidencias. Son interpretaciones subjetivas que hemos formado sobre nosotros mismos, los demás y el mundo en general, a menudo basadas en nuestras experiencias, educación y entorno cultural. Estas creencias pueden ser conscientes (es decir, creencias que identificamos y verbalizamos fácilmente) o inconscientes (ideas profundas que nos guían sin que prácticamente las cuestionemos).
Las creencias tienen su origen en nuestra infancia, cuando comenzamos a interpretar las experiencias que vivimos y lo que nos enseñan quienes nos rodean. A modo de ejemplo, si un niño es elogiado cada vez que intenta hacer algo nuevo, probablemente tome una interpretación positiva de ello y crezca con la creencia de que es capaz y competente. Pero si recibe críticas constantes o se le dice que "no es lo suficientemente bueno", es muy probable que desarrolle la creencia de que no es capaz de hacer bien las cosas. A medida que crecemos, estas creencias se refuerzan con nuevas experiencias, y poco a poco, empiezan a configurar la forma en que vemos el mundo.
Creencias y realidad: ¿cómo se conectan?
Es común escuchar la frase "las creencias crean tu realidad", pero ¿cómo ocurre esto realmente desde una perspectiva psicológica? La respuesta se encuentra en la estrecha relación que existe entre pensamiento, emoción y conducta.
Las creencias influyen directamente en nuestra percepción, emociones y conductas, conectando profundamente con la realidad que experimentamos. Actúan como filtros que distorsionan cómo interpretamos el mundo, enfocándonos en ciertos aspectos y reforzando nuestras ideas preexistentes. Estas creencias también afectan nuestras emociones. Si creemos, por ejemplo, "soy incapaz de enfrentar situaciones difíciles", cualquier desafío puede generar ansiedad o miedo, ya que la creencia central activa estas emociones negativas. En cambio, si una persona cree "tengo las habilidades para superar los obstáculos", sentirá mayor confianza y tranquilidad ante situaciones similares.
Creencias o pensamientos más las emociones que sentimos van a guiar nuestras conductas impulsándonos a actuar de manera que refuerce esas mismas creencias, lo que puede llevarnos a autolimitar o fomentar nuestras oportunidades. Siguiendo con los ejemplos anteriores, si yo creo que “soy incapaz de enfrentar situaciones difíciles” y eso me genera miedo o ansiedad, la conducta más probable sea que no intente enfrentarme a situaciones difíciles o si me enfrento no las solucione, hecho que va a reforzar aún más nuestra creencia (esto es a lo que llamamos sesgo de confirmación).
Si en cambio creo que “tengo las habilidades para superar los obstáculos” junto con los sentimientos de confianza y tranquilidad, la conducta más probable será que afronte y resuelva mis situaciones problemáticas, hecho que también reafirmará nuestra creencia en este caso positiva. Y ese proceso es el que acaba creando nuestra realidad.
El impacto de las creencias en la realidad no es simplemente psicológico; también tiene implicaciones sociales. Las creencias influyen en nuestras expectativas, y nuestras expectativas influyen en cómo actuamos. El nombrado efecto Pigmalión describe que las expectativas que tenemos sobre nosotros mismos y sobre los demás pueden convertirse en profecías autocumplidas.
Por ejemplo, si un profesor cree que un estudiante es talentoso, es más probable que le ofrezca más atención y apoyo, lo que aumenta las probabilidades de que el estudiante realmente tenga éxito. De la misma manera, si una persona cree que es capaz de realizar un proyecto exitosamente, es más probable que ponga el esfuerzo necesario para hacerlo realidad.
Creencias limitantes vs. creencias potenciadoras
Una forma de clasificar las creencias y ver cómo influyen en la realidad es cuando las clasificamos en los siguientes dos grupos. Por un lado, las creencias limitantes, aquellas que nos hacen dudar de nuestras capacidades, de los demás o del mundo, restringen nuestro potencial y nos impiden crecer o avanzar: "No soy lo suficientemente inteligente", "Nunca seré feliz", "Nadie me quiere". Estas ideas actúan como barreras mentales, impidiendo que persigamos nuestras metas y vivamos plenamente.
Por otro lado, están las creencias potenciadoras, esas que nos motivan y nos empujan a avanzar y a crecer: "Puedo mejorar", "Cada desafío es una oportunidad", "Si trabajo soy capaz de aprender lo que sea necesario". Estas creencias no sólo nos hacen sentir mejor, sino que abren nuevas puertas y oportunidades. Nos permiten avanzar con confianza y nos preparan para afrontar la vida con una actitud más abierta y optimista. La clave aquí es darnos cuenta de que nuestras creencias no son hechos. Son solo pensamientos, y los pensamientos se pueden cambiar.
Cómo transformar nuestras creencias
Lo primero es observarlas y ser conscientes de ellas. Para muchas personas, las creencias limitantes se han convertido en una parte tan arraigada de su forma de pensar, que ni siquiera se dan cuenta de que están allí. Pero una vez que comenzamos a identificar esas creencias, podemos empezar a cuestionarlas.
Por eso, cuando nos encontramos ante una creencia limitante, es útil preguntarnos: "¿De dónde viene esta creencia? ¿Es realmente cierta, o simplemente la he aceptado sin cuestionarla?". Es posible que descubras que muchas de tus creencias no se basan en hechos reales, sino en experiencias pasadas, miedos o inseguridades.
El siguiente paso es reemplazar esas creencias limitantes por otras más potenciadores y realistas. Por ejemplo, si siempre has creído que "no soy bueno para los idiomas", puedes empezar a desafiar esa idea: "quizás no he dedicado suficiente tiempo a ello, pero estudiando y practicando puedo aprender". Al repetir y actuar bajo esta nueva creencia, poco a poco irás viendo cómo tu realidad empieza a cambiar.
Conclusiones
Nuestras creencias son, en muchos sentidos, el mapa que seguimos en la vida. Ellas determinan lo que vemos como posible o imposible, lo que intentamos y lo que evitamos. La buena noticia es que no estamos encadenados a ese mapa para siempre.
Si comenzamos a cuestionar nuestras creencias y reemplazarlas por otras más realistas, empoderantes y útiles, podemos transformar nuestra realidad, cambiar la dirección de nuestras vidas y vivir con más confianza y plenitud. Así que la próxima vez que te enfrentes a un desafío, pregúntate: ¿Qué creencia estoy llevando conmigo? Y si esa creencia no te está sirviendo, recuérdate que siempre tienes el poder de cambiarla.