Estamos asistiendo a una pandemia silenciosa que no sale en los telediarios y está haciendo estragos: la triada ansiedad, estrés y depresión se extiende a sus anchas en esta sociedad que es el caldo de cultivo perfecto para su proliferación. Si temes sufrirla, haces bien, porque se estima que todos alguna vez en nuestra vida hemos caído o caeremos en sus garras. Así que más vale prevenir que curar, porque sí, hay vacuna. Y si no te has vacunado y ya la padeces, no pasa nada, la vacuna puede funcionar como antídoto si la cogemos a tiempo. Vamos a ver cómo.
La pandemia de salud mental y la vacuna triple A
Hemos creado el ecosistema perfecto para esta gripe del siglo XXI; la sociedad de la multitarea, las redes sociales, el exceso de información, la aldea global, la obsolencia planificada, etc. Y nuestra psique no ha evolucionado al mismo ritmo, es como un ordenador con un montón de apps y ventanas abiertas, por muy buen procesador que tengas, por muchas actualizaciones que hagas, se va a bloquear.
Es decir, demasiado tiempo soportando el sobrepeso cognitivo y emocional de las tareas de tu día a día (estrés), y preocupándote por todo lo que además te puede venir (ansiedad) provoca un desgaste que, tarde o temprano, generará el colapso por agotamiento (depresión). Así que como ves, estos tres personajes se llevan muy bien, si invitas a uno de ellos, es probable que se apunten a la fiesta el resto.
Una vez que te ataca, cada uno de ellos tiene un modus operandi diferente, pero complementario: el estrés te intoxica con el presente, la ansiedad con el futuro y la depresión con el pasado. Ante estos empachos la solución no es ponerse a dieta de la vida (que ya lo haces, cuando te vas de vacaciones, por ejemplo) pero ya sabes que sólo funciona a corto plazo. Así que la solución definitiva es entrenar tu estado emocional basal durante todo el año. Entrenar tu mente es la vacuna. Y es una vacuna triple A:
1. Autocompasión
Cuando te sorprendas en tu diálogo mental interno hablándote mal, criticándote, riñéndote por haber cometido un error, es decir, tratándote como a tu peor enemigo, realiza una pausa y confronta todo lo que te estás diciendo y reformula todo ello de manera que empieces a hablarte como lo haría tu mejor amigo. Puede ayudarte darle un nombre a esa vocecilla malvada y dirigirte a ella para callarla y cuestionarla. En esencia, cuídate, quiérete y mímate. Empezando por cómo te diriges a ti mismo en tu interior. Con esta actitud mental vas a empezar a tratarte mejor, y aumentará tu autoestima.
2. Aceptación
Para cultivar la aceptación el mejor ejercicio mental es meditar. Siéntate en silencio al menos 5 ó 10 minutos al día y simplemente observa qué ocurre sin intentar cambiar nada. Meditar no va de poner la mente en blanco o de alcanzar estados alterados de conciencia como te cuentan en las pelis. Meditar es sentarse y observar cómo todo pasa, todo llega y todo cambia, y con ello desarrollas un estado mental de consciencia y ecuanimidad que te acompañará el resto del día.
Así que si no te relajas ni alucinas al meditar, pero consigues con el tiempo que la cualidad de tu mente pase más a menudo del modo piloto automático al modo presencia habrás conseguido tu vacuna. Cuando los avatares de la vida te traigan problemas tu sistema inmunológico estará a tope para afrontar lo que venga. Si puedes cambiar las cosas, lucharás; si no puedes cambiarlas, fluirás sin resistencia.
3. Agradecimiento
Una mente agradecida es una mente resiliente, tiene la capacidad de ver las estrellas en la noche. También se puede trabajar. Te propongo la siguiente técnica para que la realices antes de acostarte todas las noches: cierra los ojos y recuerda algo bonito del día de hoy, cuanto más sencillo y novedoso mejor, puede ser una palabra, una sonrisa, un rayo de sol, etc. Recupera ese momento con todo lujo de detalles en tu interior, revívelo.
Cuando lo tengas, siéntete agradecido con esta oportunidad de reexperimentarlo. Siente el agradecimiento en todo tu cuerpo como una energía que te inunda y te impregna entero. Trae otro recuerdo y realiza lo mismo: revivirlo y agradecer. Y una tercera vez, con esta última, además de sentirte agradecido con el recuerdo, siéntete agradecido de estar agradecido, y mantente bañado por completo de este sentimiento de agradecimiento fluyendo por todo tu cuerpo antes de abrir los ojos y terminar el ejercicio.
Esa sensación tan placentera es la que produce la serotonina palpitando dentro de ti, que es la responsable de tu felicidad. Con este ejercicio os haréis buenos amigos, y con el tiempo, no vas a esperar al ejercicio de la noche, de manera natural, tu mente va a estar receptiva y agradecida de los pequeños gestos placenteros todo el día.
Y como te habrás imaginado, estos tres elementos son tu vacuna triple A porque juntos funcionan mejor que por separado ante la triada ansiedad/estrés/depresión. Te propongo que comiences ya mismo y lo compruebes ya sea como vacuna o como antídoto.