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​¿Sienten las mujeres menos deseo sexual?

En otras palabras: ¿son las mujeres menos sexuales que los varones? La respuesta científica, aquí.

Tradicionalmente se ha considerado que el nivel de líbido de la mujer es menor que la del hombre. La historia enseña cómo a lo largo de los siglos las mujeres han visto minusvalorado su deseo de relaciones íntimas, reduciéndose su vida sexual prácticamente a la procreación y a la satisfacción del varón. Sin embargo, en etapas históricas recientes la figura de la mujer ha vivido una revolución sin precedentes, cuestionándose todas las creencias de que el rol de la mujer es (o debe ser) diferente al del hombre.

Esta evolución en la consideración hacia la figura femenina (entre otras reivindicaciones) ha supuesto asimismo una revolución también en el plano sexual, adquiriendo el deseo femenino valor a nivel social y empezando a ser mucho más aceptado. Sin embargo, en general se sigue considerando que los hombres en general siguen teniendo mayor líbido. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué ha provocado tal creencia? ¿Sienten las mujeres realmente menos deseo?

Analizando el mito del deseo sexual

Los estudios e investigaciones realizados han permitido responder a la pregunta anteriormente planteada. Las conclusiones a las que se han llegado muestran que la mujer responde a la presencia de un estímulo erótico con la misma velocidad de un hombre. También se ha manifestado que la respuesta excitatoria de la mujer a nivel fisiológico es más inespecífica que la del hombre, presentándose activación física con una mayor cantidad de estímulos diversos.

Sí es cierto, sin embargo, que los estímulos que producen deseo a nivel consciente tienden a ser diferentes entre sexos. Mientras que los hombres por lo general ven activado el deseo mediante el sentido de la vista, en el caso de las mujeres la atracción viene mediada por un mayor número de variables, como por ejemplo la voz y el olor. Esto se explica en parte como consecuencia de diferencias neuroanatómicas: el núcleo preóptico medial es uno de los núcleos cerebrales que regula la conducta sexual masculina, estando el de las mujeres situado en el núcleo ventromedial del hipotálamo.

Asimismo, se ha demostrado que a nivel cognitivo las mujeres también presentan un elevado nivel de excitabilidad y de deseo, siendo elementos como juegos eróticos y fantasías más elaborados y empleados por el sexo femenino. Así pues, éstas y otras investigaciones manifiestan que la visión que pone el deseo femenino por debajo del masculino es en gran parte errónea. Pero... ¿qué ha provocado este tipo de pensamiento?

Los motivos de la infravaloración del deseo femenino

Según diversos expertos, los motivos para que a nivel social se considere que la mujer tiene menos deseo que el hombre se debe a un conjunto de causas, esencialmente vinculadas a la educación recibida por ambos sexos a lo largo de la historia. Concretamente, se menciona la existencia de una educación restrictiva con la expresión de la líbido en la mujer, la cual ha sido mal vista y valorada a nivel social si lo manifestaba. Por este motivo, la mujer ha tendido a ocultar su deseo, aprendiendo con el tiempo a ignorar sus necesidades en este ámbito y limitando su rol al de ser deseada.

Otro de los principales motivos derivados del anterior es la consideración de la imagen de la mujer, objeto de una dicotomía clara durante muchos siglos: o se trataba de una ama de casa pura, buena y madre ejemplar o era tenida prácticamente por una profesional del sexo, considerándose a éstas últimas inmorales e indecentes. La cultura y la visión de la líbido tradicionales han estado centradas en el hombre, de modo que la existencia de gran parte de la visión del sexo, incluida la actual, ha estado originalmente diseñada para apelar al hombre. Por ello la mujer ha encontrado cierta dificultad a la hora de sentirse incluida en éste ámbito.

La falta de una educación sexual eficiente, junto a la situación oculta de los genitales en el interior del cuerpo, también han producido grandes dificultades en el conocimiento del propio cuerpo para la figura femenina, no viendo sus genitales como zonas erógenas y teniendo serias dificultades para disfrutar la propia sexualidad, siendo por ejemplo la masturbación femenina una práctica poco practicada o fomentada hasta épocas recientes. A esto también contribuye una visión del acto erótico muy centrada en el coito y en los genitales, obviándose otras zonas erógenas que pueden provocar una gran activación de tipo cognitivo en la mujer.

Asimismo, el riesgo de infecciones y embarazo ha provocado el rechazo hacia la actividad sexual; un rechazo que actualmente recibe el nombre de trastorno por aversión al sexo.

Cambio de roles de género

En la actualidad, sin embargo, la situación ha cambiado en gran medida, produciéndose una gran liberalización de la sexualidad en todos sus sentidos y promoviéndose la diversidad sexual. En la actualidad la mujer puede satisfacer mucho más libremente, sin que en principio sea mal vista por ello (a pesar de que aún pervive cierto tabú y reticencia a abandonar el rechazo en algunos ámbitos) y buscando activamente la satisfacción de su deseo.

Los roles de género, asimismo, se han relajado: la mujer es más impulsiva, sexual, competitiva y agresiva, abandonando su papel pasivo en la sociedad. Por consiguiente el hombre ya no es el único que presenta un rol activo y busca la satisfacción de sus impulsos, reduciéndose también la presión social y expectativas respecto a éste.

¿Pero… han cambiado pues los roles atribuidos a cada género en las relaciones de pareja?

La imagen que predomina en la mente de una gran parte de la población en lo que se refiere al vínculo entre los componentes de una pareja es que mientras el hombre tiene una preferencia clara por la satisfacción de su deseo en la relación de pareja, la mujer, por el contra, tiende a centrarse más bien en detalles románticos y afectivos.

Esta imagen no resulta ser correcta, o al menos no en el mundo actual. Los datos reflejados por un estudio del Kinsey Institute for Research in Sex, Gender and Reproduction insinúan que, de hecho, el establecimiento de relaciones sexuales es observada por los varones de una manera mucho más emocional que por las mujeres, resultando el abrazo un mejor predictor de felicidad en una relación para los varones mientras que en el caso de las mujeres el nivel de satisfacción sexual resulta mejor indicador.

La causa de esto puede deberse al rol atribuido tradicionalmente a cada género. Mientras el varón ha de ser fuerte, protector y agresivo, no emitiendo generalmente sus emociones, en el caso de la mujer el papel social atribuido a su sexo de manera tradicional como un ser frágil y vulnerable ha permitido la expresión de miedos, dudas y sentimientos. De este modo, el varón ha aprendido a expresar su aspecto sentimental a través de actos y no de palabras, resultando las relaciones sexuales una forma de expresión de la intimidad, de su lado vulnerable y emocional. Así, los estudios indican que el varón emplea su libido como un elemento de acercamiento con su pareja, que en ocasiones es difícil manifestar de otra manera.

En el caso de la mujer, el hecho de que la satisfacción sexual sea mejor indicador puede provenir de la propia liberalización sexual del género femenino reprimido durante tanto tiempo, así como a un intento de acercarse a la pareja a través de lo que muchas personas consideran que resulta lo fundamental para el sexo masculino. Todo esto, sin embargo, hace referencia a la vivencia de la sexualidad en parejas consolidadas, mas no en el caso de relaciones esporádicas, donde los varones siguen manifestando un mayor predominio de la búsqueda de relaciones con gran cantidad de parejas.

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Psicólogo en Barcelona | Redactor especializado en Psicología Clínica

Barcelona

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Máster en Psicopedagogía con especialización en Orientación en Educación Secundaria. Cursando el Máster en Psicología General Sanitaria por la UB.

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