Llegan las fiestas de fin de año y todo nos impulsa a tener que estar bien. La publicidad, las redes sociales, nos dicen que debemos estar contentos, además de cómo hacerlo, y nos obliga a no olvidar que es hora de festejar.
En un mundo donde nos afanamos por la aceptación de la diversidad y de la inclusión, nos olvidamos de que en las fiestas siguen pasando cosas, de las buenas y de las malas, y de que mucha gente no se ajusta a esta regla de la felicidad fabricada para fin de año. Tal vez, los tildamos de tener “mala onda” o simplemente los excluimos y nos justificamos diciendo que prefieren estar solos, de esta manera sanamos nuestra conciencia poco empática.
En fechas navideñas no todo es felicidad
Se nos exige amnesia y vivir en una burbuja de ilusiones; eso no está mal, claro que no, pero el mundo continúa para esos otros que no están felices.
Un mundial de fútbol o las fiestas de fin de año no tapan lo que sucede. Festejar está bien, pero en la medida que evitamos ver a nuestro alrededor y miramos para otro lado, nos convertimos en seres infantiles buscando una solución mágica a lo que pasa. Cantamos villancicos nostálgicos de amor y comunión, nos instan a ser solidarios, ese es el mensaje que se escucha normalmente. Pero llegando a esta altura del año, muchas personas experimentan depresión o síntomas semejantes.
El trastorno afectivo emocional
Esta melancolía propia de la época es conocida como TAE, trastorno afectivo emocional. Este trastorno está relacionado con algo que en nuestra mente se termina, real o imaginariamente. No siempre se trata de un trastorno, puede consistir en síntomas leves, pero que generan el descenso del ánimo, en todas sus variables.
Se hace difícil no compararnos con los demás y sus planes
Mucha gente se conduele de aquel que está solo o que no tiene mucho para festejar, pero pocos son lo suficientemente solidarios para con nuestros semejantes. Este no es un comentario moral, es sólo la revelación de una condición humana, descrita hace tiempo, en la cual no nos vemos ni cerca de sufrir esas emociones, o más bien mantenemos alejada la idea de que algún mal podría sucedernos, porque tenemos familia o planes que tradicionalmente ya vienen heredados o simplemente, porque esas cosas no nos suceden a nosotros.
Esta actitud de aparente poca solidaridad es en definitiva el resultado de una cualidad humana; no de las mejores, pero aquella que se produce al evitar identificarnos con el que sufre, intentando que esto funcione como un antídoto para nosotros frente a la visión del dolor de otros.
Miramos para otro lado
La mayor parte de las veces no nos damos cuenta de esta actitud, otras sí.
Debajo de esta conducta subyace el “Esto no me va a pasar”. Una vez más, la creencia humana de que somos especiales y dichosos, pero también exentos de cualquier mala fortuna del destino, o al menos de esta, de pasar la Navidad solos.
Seguramente todos tenemos algo en lo que somos especiales y afortunados, pero claramente no se trata de estar por fuera de las realidades humanas. Todo nos puede pasar, en el sentido de que todos podemos sentirnos así, de tristes y desolados como aquel que vemos en Navidad solo. ¿O será que todos nos hemos sentido alguna vez con ese vacío y esa tristeza y al reconocer esos sentimientos y el dolor que conllevan? ¿Es eso lo que nos hace girar la mirada y encontrar causas semi-justificadas para ese dolor, el del otro? ¿Será que nos asusta?
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¿Cómo nos posicionamos ante el dolor emocional del resto?
En definitiva, se trata de cómo nosotros mismos nos relacionamos con los duelos, los finales, las emociones de la soledad y la vulnerabilidad al dolor y al vacío.
En el hemisferio norte se agrega la realidad de la escasez de horas de luz solar, algo que ya se sabe genera en algunas personas sentimientos de tristeza o desesperanza. El oscuro y frío invierno invita a relacionarse poco y a permanecer más tiempo solo. Esto reduce la energía y modifica el estado de ánimo.
Paradójicamente, encontramos en estas épocas un aumento generalizado del estrés, la fatiga y la irritabilidad. La presión del trabajo para dejar todo listo, las compras de fin de año, los preparativos de las vacaciones, favorecen a alterar el estado de ánimo y generar tensiones.
Podemos tomar algunas medidas para evitar las consecuencias que producen estos tiempos a los ánimos más sensibles y también para más allá de estas épocas festivas.
Es importante no sentirse presionado para parecer feliz, más en estos tiempos. En cada uno de nosotros hay una historia que no contamos, y que está bien que la dejemos a un lado por un par de noches, pero debemos comprender que nadie es inmune a la tristeza o al sentimiento de soledad. Es bueno intentar sacar la mejor enseñanza de lo que nos toque vivir, y si tenemos la oportunidad de disfrutar, aunque no sea de la manera que teníamos planeado, también eso es bueno y enriquece el alma. Intentemos ver la parte llena del vaso, ya que todos sabemos que hay una vacía. Procuremos relacionarnos con otros; una llamada o un mensaje puede ser inmensamente importante para alguien, mucho más de lo que creemos y hacer la diferencia.
No tomemos las cosas como personales, cada quien está en su mundo viviendo su propia historia, y se necesita de mucha sabiduría para empatizar con otros. Si tiene la oportunidad rodearte de gente cálida, es la mejor manera de transitar un dolor, y si tiene suerte, usted mismo es quien puede brindar ese calor que muchas veces falta.
El duelo psicológico en Navidad
El sufrimiento ante la pérdida de un ser querido es algo que no tiene el mismo significado para todos, pero si amamos a esa persona, el sentimiento que acompaña es igual de doloroso. Centrarnos en los mejores momentos vividos ayuda; puede ser desde acompañar a alguien ligado a esa persona, hasta un homenaje. No nos queda más que sacar lo mejor de lo que nos tocó vivir con ella.
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Una oportunidad para el apoyo mutuo
Si somos del grupo de los afortunados, aquellos que pueden disfrutar de estas fiestas y de mucho más, no dejemos de estar atentos a quienes no tienen esa dicha.
Los malos momentos pueden pasar, pero cuando se trata de situaciones frecuentes en personas que se notan más afectadas que lo esperable, debemos estar atentos; tal vez alguien a quien conocemos necesite de nuestra ayuda o de nuestra compañía, solamente para estar ahí o para acompañarlo a pedir ayuda.
La conexión con el dolor del otro nos lleva a nuestros propios sentimientos difíciles, en otros momentos o áreas de nuestra vida. No desestimemos el dolor del otro solo por recordar lo que se siente frente al sufrimiento.
Silvana Weckesser
Silvana Weckesser
Magister En Psicología. Especialista en Clínica.Escritora
La Navidad nos impulsa a ser solidarios, a empatizar con lo que nos duele o nos dolió en diferentes momentos; prestar una mano al otro puede ayudarnos a sanar internamente y a perder el miedo a sufrir, y entender que el dolor forma parte de la vida, y que hay fechas que lo ponen de manifiesto. Está muy bien disfrutar de lo que tenemos y no centrarnos en el vacío, porque a todos nos falta algo.
Colaborar para rebajar el sentimiento de ausencia y tristeza, nos hará convivir mejor con los otros y, por supuesto, con nuestro interior. No es más que trabajar por dentro el miedo a la pérdida y a que nuestra felicidad dure poco, con la esperanza que los momentos buenos y de felicidad también se repitan.