Los seres humanos somos imperfectos. A causa de la herencia biológica de nuestros antepasados más primitivos, las personas concebimos una imagen o primera impresión de los demás en cuestión de segundos.
Este fenómeno se atribuye a la rapidez y agilidad que tiene el cerebro de decidir y actuar según convenga. Bien, el efecto Horn es algo parecido: resulta ser una tendencia a formarnos una opinión negativa de alguien a partir tan solo de una observación simple y poco minuciosa.
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Los prejuicios como punto de partida
Antes de entrar de lleno en la definición técnica de lo que supone el efecto Horn, tenemos que entender algo fundamental sobre el comportamiento humano. Somos seres sociales, necesitamos de aceptación por parte de los demás y causar buena impresión. No podemos evitarlo, queremos formar parte siempre de una identidad, de un grupo.
Como práctica habitual, del mismo modo en el que damos una imagen u otra de manera intencionada, también opinamos sobre los demás. Prejuzgamos constantemente, y lo hacemos de forma pesimista y muchas otras de forma optimista. Veamos a continuación en qué se traduce lo dicho hasta ahora.
¿Qué es el efecto Horn?
El efecto Horn es todo lo antagónico al efecto Halo. Este último consiste en la generación de una opinión favorable sobre una persona en su globalidad, a partir de la observación de una sola característica que la define: normalmente, su aspecto físico. Nos construimos un esquema mental ficticio basándonos en información muy limitada.
Por el contrario, el efecto Horn simplifica la percepción de lo observado a partir de la atención fijada en lo negativo. Cuando entramos a formar parte de un equipo de futbol, prestamos atención a la arenga que reproduce el entrenador. Según el tono, la gesticulación y el vocabulario usado, pensaremos que es una persona seria, con tendencia a un estado de tensión y enfado. Una vez finalizada la sesión, resulta que nos ofrece transportarnos al domicilio y tenemos una agradable charla con él. Una vez más, se nos rompe el molde psicológico que nos habíamos montado.
De manera un tanto resumida, tanto el efecto Halo como el efecto Horn son visiones sesgadas y subjetivas que han sido analizadas por nuestras capacidades cognitivas. La atención selectiva a los rasgos en los que nos fijamos también forma parte de este proceso. A veces, nos empeñamos en seguir dibujando una mala (o buena) imagen de esa persona para mantener nuestras creencias preestablecidas.
En el mercado laboral...
Vivimos en una época en la que todo cuenta, cada detalle suma o resta, cada palabra denigra o alaga, y en el mundo laboral esta es una tendencia muy peligrosa. Especialmente a la hora de hacer una selección de personal. Según datos estadísticos, el 80% de nuevos candidatos no supera con éxito la entrevista personal.
Sobradas son las veces que vamos a una entrevista de trabajo, con el perfil más que adecuado, cumpliendo al cien por cien todos los requisitos demandados por la oferta de trabajo, y volvemos a casa decepcionados y sin haber accedido al puesto. Tanto para bien como para mal, el efecto Horn tiene una terrible incidencia en los procesos de selección de candidatos que buscan una nueva oportunidad profesional.
Según un estudio revelado por el diario económico Expansión, más del 80% de los potenciales aspirantes a un nuevo puesto laboral pierde el tiempo depositando currículos o asiste a las entrevistas convocadas por las empresas. Los gerentes o responsables de Recursos Humanos no dedican más de 1 minuto en leer el CV o, en muchos casos, tiran a la basura la mitad de ellos por falta de tiempo. Se fijsn en lo mínimo, y se forman una opinión a partir de muy pocos datos.
Algunas pautas para evitar el efecto Horn
Para empezar, tenemos que insistir en la idea que será prácticamente imposible de evitar hacer juicios de valor respecto de los demás. Somos seres humanos, y es una tendencia del todo natural. No obstante, a continuación encontrarás algunas recomendaciones a seguir para eludir, en la medida de lo posible, este comportamiento.
1. El autoanálisis
Cuando nos vemos sumidos en un análisis a primera vista de una persona que acabamos de conocer, y nos damos cuenta de los aspectos que destacamos, tendremos que hacer un balance. Si nos fijamos mucho en lo negativo, tendremos que buscar lo positivo, y viceversa. Sólo así nos acercaremos a una mejor percepción de lo que observamos.
2. Ser paciente y evitar la precipitación
Siempre nos damos prisa en todo. Vivimos en un momento en el que todo pasa muy rápido, cualquier cosa es instantánea y el consumo es inmediato. Eso pasa también a nivel humano. Hay que darse tiempo, interactuar más con esa persona y entonces evaluar su personalidad.
3. No fiarse de la primera impresión
El efecto Horn responde, como no podía ser de otra manera, a una primera impresión. Este punto está correlacionado con el anterior. Debemos insistir en buscar más experiencias con esa persona de la que tenemos una mala relación personal. Quizás uno sea de una manera en el trabajo, y de otra diametralmente opuesta en la vida social.
4. Compartir opinión con los demás
En algunas situaciones somos un grupo o duo de personas que conoce a otra u otras en un momento determinado. Un consejo muy recomendado consiste en intercambiar opiniones con el compañero. Resulta sorprendente ver cómo distintas maneras de analizar los elementos hace variar radicalmente los juicios de valor.