Hay días en los que ser mamá se siente como tener mil ojos mirándote, esperando que lo hagas perfecto. Que hables con calma, que respires antes de perder la paciencia, que tu hijo coma sano, duerma bien y crezca feliz. Todo sin descuidar el trabajo, la casa, tu salud mental e incluso tu físico.
Y, claro, cuando te desbordas y terminas levantando la voz, aparece la culpa. Esa que te dice que fallaste. Pero no, no es solo tuya. Esa culpa nace de una presión enorme que muchas cargan sin darse cuenta y que, sin querer, convierte la maternidad en una competencia y una tensión de la que no todos se atreven a hablar.
El contexto actual de la presión sobre las madres
Hoy ser madre parece estar bajo una lupa constante. En redes sociales abundan imágenes de familias perfectas, niños siempre limpios, desayunos con frutas cortadas en forma de estrella y mamás que meditan mientras sus hijos juegan en silencio. Pero, a ver, la vida real no se parece a eso. La maternidad puede llegar a ser caótica, ruidosa, agotadora y, aun así, profundamente valiosa.
El problema es que ese ideal tan pulido se mete en la cabeza. Terminas pensando que deberías hacerlo igual, que algo te falta, que no estás a la altura. Y mientras intentas mantener el tipo, se acumula el cansancio, las horas sin descanso, las lágrimas contenidas.
Lo peor es que, además de exigirte a ti misma, la sociedad sigue esperando que seas paciente, disponible, amorosa y trabajadora, todo a la vez. Es imposible sostenerlo sin que eso afecte tu bienestar emocional e incluso físico.
Por qué existe tanta presión
Esta presión no apareció de la nada. Viene de mucho antes. Por generaciones se nos ha enseñado que una buena madre es la que se entrega por completo, la que no se queja, la que aguanta. Aunque los tiempos cambiaron, esa idea sigue ahí, escondida en muchas miradas y comentarios.
A eso se suman las redes sociales. Hoy es fácil comparar tu vida con la de otras mamás que muestran solo lo bonito. No ves las peleas, el cansancio ni los días en que todo sale mal. Ves una versión recortada y filtrada. Y aunque lo sabes, igual te afecta.
También influye el deseo de hacerlo mejor que como nos criaron. Muchas personas que crecieron con gritos o castigos prometen no repetirlo. Quieren criar desde el respeto y la calma. Pero ese deseo, que nace del amor, puede volverse una trampa si se transforma en exigencia. Porque nadie puede hacerlo ni perfecto, ni todo el tiempo.
Cómo la presión social afecta el bienestar de las madres
La presión constante desgasta, lo emocional y lo físico se mezclan. Muchas madres suelen sentirse agotadas, ansiosas y con la cabeza llena de pensamientos de culpa. Y ese cansancio, cuando se acumula, tiene un impacto negativo en el cuerpo, en el humor y en la forma de conectar con los hijos.
Esa voz interior que repite “no estás haciendo lo suficiente” se vuelve una especie de ruido constante que impide disfrutar. Y, con el tiempo, puede llevar a sentir que nada alcanza, que la paciencia nunca es suficiente.
Algunos efectos comunes son:
- Culpa permanente: aunque hagas las cosas con amor, sientes que podrías haberlo hecho mejor.
 - Ansiedad: la mente se llena de dudas sobre si tus decisiones o reacciones van a afectar a tus hijos.
 - Cansancio emocional y físico: el estrés continuo deja sin energía ni paciencia.
 - Pérdida de identidad: Muchas madres sienten que dejaron de ser ellas mismas para convertirse solo en “mamás”.
 - Miedo al juicio: cuesta admitir que algo te supera por temor a que te critiquen.
 - Desconexión emocional: tanta exigencia puede hacerte sentir distante, incluso de los que más quieres.
 
Y lo más duro es que, como nadie quiere parecer “mala madre”, son muchas las mujeres que se guardan todo en silencio, pero ese silencio también duele.
Cómo soltar la culpa y vivir una maternidad más real
Cuando la culpa llega, parece imposible sacarla. Pero hay maneras de bajarle el volumen y reconectar con una versión más amable de la maternidad. Por ejemplo, puedes empezar con pasos pequeños como estos:
1. Recordar que enojarte no te hace mala madre
Tener momentos de enojo o cansancio no te convierte en una persona agresiva. Criar es emocionalmente intenso. Lo importante es reconocerlo, respirar y, si hiciste daño, reparar. Nadie educa desde la perfección, se educa desde la intención. Una cosa es un gesto, un grito, un regaño y otra cosas es violencia y maltrato.
2. Romper con el mito de la madre perfecta
Cada familia tiene su historia y sus recursos, así que no hay un modelo que funcione para todas. Dejar de compararte es liberador. La maternidad real incluye días buenos y otros en los que sobrevivir ya es suficiente.
3. Mirar hacia tu propia historia
Si creciste en un ambiente duro, puede que te exijas más para no repetirlo. Pero criar distinto no significa hacerlo impecable. Reconocer tu historia y trabajarla con acompañamiento puede ayudarte a criar desde un lugar más tranquilo. El médico y escritor Gabor Maté dice que, si logras transmitir a tus hijos solo la mitad de tus traumas, ya vas por buen camino. La diferencia es que hoy muchos padres cuentan con algo que los suyos no tuvieron: la conciencia de sus propios errores.
4. Poner límites y pedir apoyo
No tienes que hacerlo todo sola, pues delegar es una buena forma de cuidarte. Si tienes pareja, familia o amistades, deja que participen. Si no, busca redes o profesionales que te acompañen. La ciencia afirma que las madres que maternan solas, o tienen parejas que no se ocupan de sus responsabilidades con los niños, tienen niveles de ansiedad más elevados.
5. Tratarte con la misma empatía que das
Esa voz interna que te critica necesita una respuesta más amable. Hablarte con respeto y reconocer tu esfuerzo cambia mucho. Cuando te des cuenta de que te estás castigando, haz una pausa y recuérdate que estás aprendiendo, igual que tus hijos.
6. Agradecer lo que haces bien
No todo se mide en lo que falta. También cuenta todo lo que haces: las veces que abrazas, que escuchas, que cocinas con cariño, que estás presente. Celebrar eso ayuda a soltar la idea de perfección.
7. Cuidarte para poder cuidar
Si tienes disponibilidad, practica dormir un poquito más, comer un poquito mejor, quizás algún ratito a solas o simplemente descansar. Y hacer cosas que te ayuden a estar mejor contigo es importante para poder estar verdaderamente disponible emocionalmente para los demás.

Norma Conde
Norma Conde
Psicoterapeuta, Tratamiento del Estrés, Ansiedad, Dolor crónico, Duelo, Autoestima, Gestión emocional, Terapia de pareja.
Vivir una maternidad más real es, de alguna manera, soltar la idea de que todo debe estar siempre bien o verse perfecto como en las redes sociales. Es aceptar que hay amor incluso en los días difíciles. Que los gritos, las lágrimas o los errores no definen quién eres y que la vida es un continuo aprendizaje.
Y si de seguir páginas de maternidad en redes sociales se trata, te recomiendo páginas de maternidad real como el trabajo que hace Laura Baena con su club de malasmadres.


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