Hace unos años, el sociólogo Zygmunt Bauman definió el concepto de “modernidad líquida”, una sociedad que ha alcanzado suficiente desarrollo tecnológico que todas las comodidades están a un botón de distancia.
Estamos saturados de estímulos, de información, de ofertas de ocio, vivimos conectados al trabajo y todo es tan sencillo con la tecnología, que ya no se exige profundidad ni reflexión, sino simplemente velocidad: la necesidad de adaptarte rápido, aprender rápido, ser capaz de realizar muchas tareas en poco tiempo… Priman el individualismo y la manipulación del comportamiento de otros a través de todos los medios que el medio tecnológico pone a nuestro alcance. Ha aparecido la era de la psicopatía.
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La deshumanización de la sociedad
Vivimos en una sociedad que abarca mucho y aprieta poco. Tenemos redes sociales que permiten que contactemos con centenares de personas diariamente, pero que, debido a esta interfaz, dichos intercambios son poco profundos o intrascendentes. De hecho, hoy en día, la profundidad no es un valor. El valor de las personas de éxito está en muchos casos en los millones que mueven, la belleza, los objetos materiales que ostentan o momentos vacuos de los que presumen en Instagram.
Si nuestros antepasados necesitaron de la inteligencia para sobrevivir a su mundo, hoy en día prevalece la necesidad de la inteligencia social. Mientras el lenguaje, la lógica, la estrategia, el cálculo… se han reproducido con éxito en ordenadores y nuevas tecnologías, no ha sido del mismo modo para otras habilidades propiamente humanas, como el reconocimiento facial, el humor, y en definitiva, aquellas habilidades que requieren intercambios interpersonales. Sin embargo, estas cualidades también pueden quedar afectadas por la deshumanización de los trabajos y de las relaciones.
En el ámbito de la robótica y de la inteligencia artificial un concepto llamado “valle inquietante”; este sugiere que cuando un humanoide se parece mucho al ser humano pero no lo suficiente (presenta diferencias sutiles), crea una sensación de malestar e inquietud en las personas. Por tanto, no es sorprendente que aquellos individuos que hoy en día presentan una inteligencia social más elevada, mejor mímica social y adaptación, y por qué no decirlo, una mayor capacidad de manipulación, lleguen más lejos en la vida, dado que sus habilidades de seducción pueden disimular el hecho de que se mueven a través de lógicas más propias de un robot.
Características como el pragmatismo y el utilitarismo, el encanto superficial (véase Instagram), el individualismo y la manipulación se reflejan en nuestra sociedad día a día del mismo modo que definen la personalidad psicopática.
Las nuevas dinámicas de la violencia: la era de la psicopatía
Si bien la violencia ha descendido de siglo a siglo, la delincuencia es un valor en auge. Y cabe hacer hincapié en aquello de la violencia: mientras hace unos siglos los ejércitos se mataban a espadazo limpio por conquistar o usurpar otros reinos, hoy en día se respetan casi en su totalidad los límites de los países vecinos e incluso existe cierta alianza entre ellos. No obstante, todo país guarda un ejército en la manga y armas cada vez más sofisticadas “por si las moscas”. Los acuerdos entre nuestros gobernantes son tan superficiales como sus apretones de manos y sonrisas falsas. Y el poder que unos ejercen sobre otros se basa en el poder económico.
Los delitos cambian y así pasamos de atracos a mano armada a estafas en grandes empresas, explotación, corrupción política y la creación de leyes que puedan esconder todo el tinglado bajo la alfombra o escándalos que distraigan al público de cuestiones sociales más importantes… Maneras psicopáticas de obtener beneficios y poder utilizando al prójimo que cada vez son más habituales hasta el punto de legalizar el hecho de que comercien con la información y datos privados de cada uno.
La sociedad está evolucionando de manera psicopática, y el individuo mejor adaptado será el que desarrolle los rasgos valorados socialmente hoy en día: aquel que te muestra su mejor cara mientras todo le importa un pimiento, y en particular tú. Para entender este encanto superficial, esta búsqueda de poder siendo utilizado y utilizando a los demás disfrazado de amabilidad que está dominando el mundo, esta cara social de hipocresía, basta ver el primer episodio de la tercera temporada de Black Mirror, Nosedive.