Elena (nombre ficticio) tenía 10 años cuando “embaucó” a su abuelo para entrar en una conocida cadena de cosmética. Al salir, ya tenía su primer sérum facial. Hoy, Elena acaba de cumplir los 14 y, como nos cuenta su madre Irene, la lista de productos que incluye su rutina diaria es más que considerable.
“Por la mañana, usa un jabón facial especial con agua micelar, se aplica el tónico, sérum, crema hidratante, protección solar, maquillaje corrector, máscara de pestañas y blush —el rubor o colorete de toda la vida—”, cuenta a Psicología y Mente. La lista de potingues se alarga por la noche: “Se lava con jabón especial, desmaquillante, se aplica sérum de nuevo, ácido hialurónico y aceite facial. Para acabar, se rocía con bruma corporal y usa cacao labial para hidratar mientras duerme”, comenta su madre, entre la resignación y la inquietud.
“Me he tenido que informar de qué es cada producto porque la mitad ni los conocía» confiesa esta madre.“Lo último que me ha pedido es una crema antiarrugas”. Elena está convencida de que así no tendrá arrugas en el futuro. Y no es la única. Este tipo de rutinas, más propias de influencers de belleza o mujeres adultas, se han vuelto cada vez más comunes entre niñas preadolescentes. La psicóloga Claudia Cobo señala que es propio de la edad sentir inseguridad, pudor o vergüenza por el cuerpo, especialmente en una etapa marcada por los cambios hormonales y físicos. Pero advierte: “Cuidado con el ideal de belleza en el que estas jóvenes se quieren reflejar, influencers de TikTok que representan un modelo estético cada vez más uniforme, más filtrado, más artificial”.
TikTok es, efectivamente, la principal fuente de inspiración de Elena y sus amigas. Y aunque su madre ha luchado por contrarrestar la red, tiene la impresión de que es una batalla que ha perdido. “Dan por bueno lo que ven en las redes sociales, tiene más valor lo que dice alguien con millones de seguidores que un dermatólogo”, asegura. Esa imagen inalcanzable no está basada en la realidad, sino en versiones editadas de sí mismas o de otras, muchas veces reproducidas en redes sociales. “Es como querer ser tú, pero con filtros ”, resume Cobo, señalando que este desajuste entre lo que una es y lo que cree que debería ser puede afectar profundamente la construcción de la identidad y el bienestar emocional durante una etapa clave del desarrollo.
Efectos contraproducentes en la piel
Estas niñas adquieren productos como retinol, ácidos exfoliantes, hidratantes y sérums costosos, tradicionalmente dirigidos a personas adultas. Hecho que causa preocupación entre los especialistas: la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD) emitió un comunicado el noviembre pasado alertando sobre los riesgos del uso prematuro de cosméticos en niñas y preadolescentes. En el documento, destacan que estos productos pueden contener alérgenos como fragancias o conservantes, capaces de causar dermatitis alérgica de contacto (DAC) o dermatitis irritativa. También advierten sobre la presencia de disruptores endocrinos, como los ftalatos, que pueden interferir con el sistema hormonal y provocar desequilibrios durante el desarrollo.
Algunas marcas han visto un filón comercial en esta nueva obsesión estética adolescente. Las estanterías se llenan de envases pastel, nombres en inglés, packagings “instagrameables”. “La mitad de la maleta cuando vienen amigas o va a casa de compañeras del colegio, son cremas, tónicos y cosas para el pelo. Tiene veinte productos solo para el cabello”, explica Irene.
Pero este fenómeno no es casual ni espontáneo: Según Statista -una plataforma internacional reconocida por recopilar y presentar datos estadísticos de diversas industrias, mercados y tendencias globales- se espera que el mercado de cuidado de la piel para bebés y niños crezca anualmente un 7,71%, alcanzando los 380 millones de dólares en 2028, con 160,7 millones de usuarios a nivel mundial. Este fenómeno refleja cómo la industria de la belleza se adapta —y muchas veces se adelanta— para atraer a una audiencia cada vez más joven.
Aun así, hay algunas marcas se desmarcan con claridad de esta tendencia. Cristina Pop, miembro del departamento de comunicación de Saigu Cosmètics, lo expresa sin rodeos: “No tenemos en absoluto una línea dirigida a pieles tan jóvenes. Nos horroriza bastante esta tendencia de hacer marketing con las más pequeñas; es algo muy, muy alejado de nuestra filosofía y nuestros valores”. Desde Saigu, apuestan por una cosmética natural pensada para mujeres adultas. “Claro que siempre existe el juego con los productos de mamá, y eso es natural. Pero entendemos que debe darse desde la experimentación, con la supervisión de un adulto que transmita un mensaje claro: que su rostro es bellísimo tal como es, y que el maquillaje no debe ser una necesidad, sino algo opcional y sin presión”, apuntan.
Cuando salir sin maquillar genera ansiedad
La psicóloga Claudia Cobo advierte que el cuidado personal se vuelve problemático cuando se transforma en una obsesión. “Cuando la ausencia de esa rutina genera sufrimiento o malestar, estamos ante una señal de alerta. Como toda adicción, si no podés dejar de hacerlo, hay algo que merece atención”. Por ejemplo, si una chica no puede salir a la calle sin maquillarse porque siente vergüenza o ansiedad, estamos frente a un comportamiento compulsivo.
Al fenómeno ya se le ha puesto nombre en redes sociales y medios: cosmeticorexia. No es un término clínico pero ha ganado terreno desde finales de 2023 para describir una tendencia preocupante: la obsesión, cada vez más temprana, por el uso compulsivo de productos cosméticos. Aunque no tiene reconocimiento científico, el concepto ayuda a visibilizar ciertas conductas —como la ansiedad por no seguir una rutina estética, el uso de productos inadecuados para la edad o la acumulación de cosméticos— que pueden estar vinculadas con baja autoestima, presión social e inseguridad corporal. En definitiva, tal y como señala Cobo “un síntoma más de la exigencia estética que recae sobre las niñas mucho antes de que terminen de crecer”.
¿Qué pueden hacer madres y padres ante esta situación?
Si el uso de cosméticos empieza a condicionar el día a día de las niñas, es importante intervenir, no desde la prohibición, sino desde el diálogo y el acompañamiento. Aquí van algunas recomendaciones clave, según la psicóloga Claudia Cobo:
1. Hablar de autoestima antes que de productos
Lo primero y más importante no es cuestionar el blush o el sérum, sino entender qué hay detrás. ¿Qué les lleva a querer cambiar su apariencia? ¿De dónde vienen sus inseguridades? Es fundamental abrir espacios de conversación sobre la autoestima, el cuerpo y el valor personal más allá de la imagen.
2. Explorar los modelos que admiran
Preguntarles a quiénes siguen, qué admiran de esas chicas y por qué quieren parecerse a ellas. Esa charla puede ayudar a desmontar idealizaciones y a entender que muchas de esas imágenes están editadas o filtradas. No se trata de demonizar a sus referentes, sino de ayudarles a mirarlos con espíritu crítico.
3. Hablar del cuidado... en su justa medida
El autocuidado es valioso, pero hay que ponerlo en contexto. Acompañarlas para entender qué productos son adecuados para su edad y su piel, y explicar que el exceso puede ser incluso dañino. La clave está en el equilibrio: cuidar sin obsesionarse.
4. Negociar, no imponer
Si bien hay límites necesarios, lo ideal es construir acuerdos. Por ejemplo, permitir algunos productos básicos y posponer otros que no necesitan. El objetivo no es controlar, sino guiar con información, afecto y coherencia.