Se suele decir que la felicidad no se compra con dinero, sino que reside en las cosas simples de la vida, en aquellas por las que no hay que pagar. De hecho, muchos reconocidos autores han defendido la idea de que la austeridad es el camino hacia la felicidad.
Sin embargo, los resultados de un nuevo estudio hacen que nos cuestionemos todas estas afirmaciones al revelar que las personas más felices tienden a gastar más dinero. En este artículo explicamos de forma detallada cómo se llevó a cabo la investigación, cuáles fueron los resultados obtenidos y qué implicación tienen.
¿Gastar es un problema o genera bienestar?
Vivimos en una sociedad en la que se ha popularizado la idea de que gastar dinero puede llegar a ser considerado algo “malo”. Podemos sentir mucha culpa porque se nos enseña que el consumo excesivo nos perjudica, que ahorrar es siempre la mejor opción y que no hacerlo es de irresponsables.
De hecho, muchos profesionales han invertido muchos esfuerzos y recursos en encontrar formas de ayudar a las personas a evitar compras impulsivas y a ahorrar. Con frecuencia, se considera que gastar dinero —más allá de lo estrictamente necesario— es sinónimo de falta de voluntad, autocontrol e impulsividad. De esta forma, se refuerza la idea de que es algo negativo.
Si bien es cierto que ahorrar es un aspecto fundamental para garantizar la seguridad y la estabilidad financiera de las personas, es importante poder ampliar la mirada y considerar otros puntos de vista. A nivel individual, el gasto permite acceder a experiencias enriquecedoras, así como a bienes y servicios.
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El estudio clásico y su réplica moderna
Ya en el año 1996, los autores Babin y Darden llevaron a cabo una investigación con el objetivo de poder dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿gasta menos la gente feliz? La respuesta fue un contundente no. Los resultados de este estudio mostraron que la gente feliz gastaba más dinero en bienes y servicios.
Casi 30 años después, E. Polman diseñó un experimento para comprobar si estos descubrimientos seguían reflejando la realidad de nuestra sociedad. Reclutó a 350 estudiantes universitarios a los que se les pidió, por correo electrónico, que puntuaran del 1 al 5 cuán felices eran. Seguidamente, les indicaban un momento y un lugar donde poder recoger 10 dólares que podrían gastar dónde y cuándo quisieran.
De los 350 participantes, 339 recogieron los diez dólares. Se les indicó que podían gastar más de esa cantidad y también menos para comprar lo que quisieran. Una semana después, se les preguntó qué compraron y cuánto gastaron. Respondieron 307 participantes.
Los resultados obtenidos señalaban que las personas más felices gastaron más dinero. Es decir, se observó que la felicidad está asociada a un mayor gasto, aunque esto dependía del tipo de producto que se estaba comprando.
Mientras que la asociación entre felicidad y compras de productos de disfrute era claramente positiva, cuando el producto era de necesidad podía invertirse. Esto quiere decir que las personas más felices gastaron menos en productos prácticos, básicos o de necesidad y gastaron más en productos “lujosos” o experiencias placenteras.
Estos resultados no contradicen estudios anteriores —en los que se señalaba que las personas tristes tienden a gastar más dinero en comparación a las personas que se encontraban en un estado neutral—, sino que aportan matices. Se observó que las personas más tristes tendían a gastar más en productos utilitarios.
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¿Por qué la felicidad promueve el gasto de dinero?
Pese a que el objetivo del estudio no era analizar los motivos que explican por qué la felicidad promueve el gasto de dinero —especialmente en productos que aportan placer—, el autor plantea algunas teorías al respecto.
Por un lado, es importante tener en cuenta que muchas personas consideran que ir de compras es una actividad agradable y divertida. Además, literatura previa sugería que la felicidad puede reducir la experiencia de dolor al gastar dinero.
Por otro lado, la felicidad puede aportar la flexibilidad cognitiva necesaria para reinterpretar ciertas situaciones. De esta forma, es más fácil racionalizar los gastos indulgentes con argumentos como “me lo merezco”.
¿Es malo gastar más por ser feliz?
Mencionamos anteriormente que en nuestra cultura se tiende a etiquetar como algo negativo el hecho de gastar dinero en productos o bienes que van más allá de lo necesario. Tras observar que las personas más felices tienden a gastar más es comprensible que nzcs la duda de si realmente es algo malo.
No hay una respuesta corta y sencilla puesto que hay que tener diferentes aspectos en cuenta. En primer lugar, el consumo debe ser responsable y, sobre todo, en concordancia con la capacidad financiera de cada persona. Garantizar la seguridad económica es importante.
Más que categorizar el gasto de dinero como algo “bueno” o “malo”, es interesante analizar la forma en la que se gasta y en qué se invierte. Podríamos definir cómo un gasto saludable todas aquellas experiencias enriquecedoras que aportan satisfacción de verdad y recuerdos agradables. Algunos ejemplos podrían ser: actividades sociales, viajes, ocio cultural, etc.
Por otro lado, encontramos lo que sería un gasto problemático debido a las consecuencias que de este se derivan. Algunas personas intentan mantener un estilo de vida que les lleva a endeudarse, mientras que otras personas compran de forma compulsiva con el objetivo de sentirse bien (como una vía de escape). Estos son solo algunos ejemplos de los gastos que no son saludables.
Lo ideal es hacer un gasto consciente. Es cierto que la felicidad puede hacernos más propensos/as a gastar, pero está inversión puede realizarse en aquellos productos, bienes o servicios que van en congruencia con nuestros valores y aportan a nuestra vida. Es decir, no se trata de gastar por gastar sino de hacerlo de forma alineada con lo que nos cuida y nos proporciona bienestar real.
Implicaciones sociales y económicas
Estos resultados pueden tener grandes implicaciones en diferentes esferas. A nivel individual, tener esta información nos puede ayudar a tomar decisiones financieras más conscientes y, de este modo, revisar en qué, cómo y cuándo invertimos.
Para las empresas es vital comprender cómo funcionan los diversos aspectos que influyen en las decisiones que las personas toman a la hora de comprar. A nivel más global, la economía puede verse beneficiada porque la felicidad impulsa gastos en sectores como el entretenimiento, la cultura, el turismo y la gastronomía.


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