El 4 de diciembre de 1926, el mundo se despertaba con una extraña noticia. Y es que Agatha Christie, la escritora más famosa de novela policíaca, que había cosechado enorme éxito con su más reciente novela, El asesinato de Roger Ackroyd, había desaparecido. Nadie sabía nada acerca del paradero de Agatha Miller, esposa recientemente separada del coronel Archibald Christie.
Aquel año de 1926 fue especialmente duro para la novelista. Además del divorcio del que ella creía su gran amor (que, además, la había dejado por una mujer más joven), su madre, Clarissa Boehmer, con quien Agatha estaba muy unida, había fallecido en abril, poco antes de que Archibald le anunciara que se había enamorado de una compañera de su club de golf. Todo parecía indicar, pues, que la desaparición era voluntaria y que obedecía a un ataque de “locura” de la autora.
La escritora apareció once días más tarde, sana y salva, en un balneario, y no recordaba nada acerca de la desaparición. ¿Amnesia temporal? ¿Mentira descarada para hacer quedar en evidencia a Archibald? ¿O puede que fuera una estrategia de marketing para dotar de mayor interés a sus relatos policíacos?
Agatha Christie: breve biografía de la famosa reina del crimen
Por desgracia, no podemos saciar la curiosidad de nuestros lectores, puesto que la misma Agatha siempre guardó silencio sobre el particular. Ni siquiera en su autobiografía, publicada póstumamente en 1977, desvela nada del misterio. Y es que Agatha Christie Miller fue siempre una mujer muy reservada, nada amante de cotilleos y de mostrar su privacidad al gran público. Su más que notable timidez le dificultaba expresarse; por eso, y tal y como ella misma reconoció, el oficio de escribir supuso para ella una excelente decisión.
Hoy hablamos de la conocida como reina del crimen; la autora más vendida de novela policíaca (y de la literatura en general), casi tan traducida como Shakespeare y que ha conseguido vender a lo largo y ancho del mundo la friolera de 2.000 millones de ejemplares. Ante todos ustedes, la inigualable Agatha Christie.
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Una feliz infancia victoriana
Agatha Mary Clarissa Miller nació en Torquay, una pequeña y bonita población costera de Devonshire, en Inglaterra, en septiembre de 1890. Sus padres, Frederick Miller y Clarissa Boehmer, pertenecían a una acomodada clase media que vivía de algunas rentas, por lo que la infancia de Agatha transcurrió apaciblemente al más puro estilo victoriano, en una enorme casa con jardín del que la escritora guardaba gratos recuerdos. Como rememora en su autobiografía, su infancia fue inusualmente feliz.
Desde muy niña, la futura novelista mostró un carácter retraído y soñador, que volcaba en sus fantasiosos juegos, que compartía con numerosos amigos imaginarios. Agatha era la menor de tres hermanos; esta circunstancia, con el añadido de que sus hermanos mayores, Madge y Monty, sí que acudieron a la escuela, pudo sembrar en el corazón de la niña una cierta soledad, que fue campo fecundo para avivar su ya de por sí prolífica imaginación.
A pesar de que fue autodidacta (aprendió a leer ella sola con cuatro años, con la ayuda de su niñera, que le leía los carteles de las tiendas), Agatha no se consideraba inteligente. De hecho, en sus memorias deja claro que la “lista” de la familia era su hermana Madge, que siempre tenía una respuesta aguda y brillante para todo. La tímida Agatha prefería pasar las horas explorando la casa familiar e imaginando sus aventuras, así como leyendo a sus autores preferidos: Verne, Dickens y, un poco más tarde, Conan Doyle, con el que empezaría a amar la novela de detectives.
Una gripe fortuita
En 1901, su enfermizo padre fallece de una neumonía, con sólo 55 años. Para Agatha, la muerte del progenitor significa categóricamente el fin de su infancia y su ingreso en la “realidad”. La familia Miller se enfrenta entonces a todas las deudas de juego que Frederick ha dejado, que no son pocas. No les queda otra opción que alquilar durante los meses de verano su casa de Torquay, de la que nunca llegarán a desprenderse. A pesar de que su venta hubiera sido lo más sensato desde la perspectiva económica, Agatha siempre agradeció conservar ese tesoro de su infancia.
En 1905 es enviada a un pensionado de señoritas en París, donde vive las delicias de la Belle Époque, perfecciona su francés y aprende a tocar el piano de forma bastante aceptable. A su regreso, Agatha Miller es ya una bonita muchacha de casi veinte años, afable y algo tímida, poseedora de una mente ágil que prácticamente nadie es capaz de captar.
En 1907, la joven hace su debut en sociedad en El Cairo, a donde acude acompañada de su madre. La estancia en Egipto le permite entrar en contacto, por primera vez, con ese misterioso Oriente que tanta importancia tendría en su vida posterior. En el invierno siguiente, ya de regreso en Torquay, le sobreviene una gripe que, a pesar de no revestir gravedad alguna, la deja postrada en la cama durante muchos días. La inquieta Agatha se aburre considerablemente, hasta que Clarissa le propone que escriba un cuento. Al principio, la muchacha se sorprende; la escritora de la familia siempre ha sido Madge, su hermana mayor. Ante la insistencia de su madre, la joven toma papel y pluma y escribe la que será su primera obra: The house of beauty (La casa de la belleza), muy impregnada del espiritismo del que su madre era gran aficionada.
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Sociedad, matrimonio y guerra
El primer relato de la reina del crimen no fue a ninguna parte, ni tampoco los posteriores que escribió. Ni siquiera su primera novela, Snow upon the desert (Nieve en el desierto), inspirada en sus recuerdos de Egipto. Pero Agatha había descubierto una auténtica pasión en la escritura, y siguió enviando sus originales a diversas editoriales, sin decepcionarse en absoluto cuando los paquetes eran amablemente devueltos.
Los primeros años de la década de 1910 son los años de los inocentes flirteos, que acaban con un compromiso matrimonial con un tal Reggie. Pero, a las puertas de la Gran Guerra, Agatha se encuentra con el apuesto Archibald Christie, piloto de combate de la Royal Flying Corps, y el flechazo es instantáneo. Agatha rompe su compromiso con Reggie y, ante el enorme contratiempo que supone la contienda (Archibald, como piloto, debe participar en los combates), la pareja decide casarse rápida e imprevisiblemente. Estamos en 1914; Agatha tiene veinticuatro años y, mientras su recién estrenado marido permanece en el frente, ingresa como enfermera voluntaria en un hospital, experiencia que le cambiará la vida para siempre.
Nace Agatha Christie
El trabajo en el laboratorio del hospital facilita a Agatha el conocimiento de las distintas drogas y venenos. La futura escritora pronto comprende que la línea que separa la vida y la muerte depende de la dosis administrada, y de esta experiencia surge la idea de su primera novela policíaca: The Mysterious Affair at Styles (El misterioso caso de Styles), publicada en 1920 y que supone, además de un rompecabezas ingenioso nunca visto hasta entonces, la primera aparición del que más tarde será su personaje estrella: el detective belga Hércules Poirot.
A principios de la década de 1920 la vida de Agatha parecía alcanzar el cénit de la felicidad. Había tenido una hija con Archie, la pequeña Rosalind (nacida en 1919), y se había embarcado con su esposo en un largo periplo que la llevó a recorrer medio mundo, incluso a ser una de las primeras europeas en practicar surf. En 1924 apareció su segunda novela policíaca, The Man in the Brown Suit (El hombre del traje castaño), y el nombre de Agatha Christie empezó a ser realmente popular.
Es entonces cuando la tragedia se cierne sobre su vida. Ya hemos comentado cómo su madre fallece en abril de 1926 y cómo, poco más tarde, Archie le pide el divorcio, pues se ha enamorado de otra mujer. El mundo de la escritora se derrumba. Durante once días permanece en paradero desconocido, y en los periódicos circulan las más rocambolescas teorías; se dice incluso que Archibald la ha asesinado… Finalmente, Agatha es encontrada en un balneario, supuestamente amnésica. Un dato curioso: en el registro del hotel, se ha inscrito como señora Neele, el apellido de la amante de su marido…
De nuevo, Oriente. De nuevo, el amor
En 1928, Agatha se encuentra en plenos trámites de divorcio. Sin embargo, debido a la enorme popularidad de su apellido, decide conservar el Christie tras su nombre, aún después de volver a casarse con el arqueólogo Max Mallowan, un discreto arqueólogo más de diez años más joven que ella y que supondrá, sin duda, el gran amor de su vida.
En otoño de 1928, para escapar de su dolor, la intrépida escritora se embarca sola en el Orient Express, el mítico tren que más tarde será escenario de una de sus novelas más populares, Murder on the Orient Express (Asesinato en el Orient Express). El Próximo Oriente le fascina de tal manera que decide regresar al año siguiente. Y es entonces, a principios de 1929, cuando conoce a Max Mallowan, un joven de veinticinco años que participa como arqueólogo en las excavaciones de Ur, en Irak. Ambos conectan rápidamente, pues les unen intereses comunes; Agatha se siente realmente fascinada por ese mundo desaparecido que empieza a aflorar de debajo de la tierra, y Max le hace encantado de guía.
Pero lo que no puede suponer es que Max se está enamorando de ella. Cuando, ya en Inglaterra, el arqueólogo le pide matrimonio, la escritora se queda realmente asombrada. Pero la química entre ambos es tal, que Agatha acepta la propuesta. ¡Y qué diferente es este tímido joven del apasionado y vehemente Archie…! La tranquilidad y el sosiego de Max es exactamente lo que necesita Agatha en ese momento. Tranquilidad, sosiego… y aventuras arqueológicas.
Entre antigüedades y novelas
El matrimonio demostró ser un éxito. La pareja se mantuvo unida hasta la muerte de Agatha, acaecida en enero de 1976. Los viajes arqueológicos supusieron una gran fuente de inspiración para la escritora; Death on the Nile (Muerte en el Nilo), Appointment with Death (Cita con la muerte) y, especialmente, Murder in Mesopotamia (Asesinato en Mesopotamia) están directamente inspiradas en las frecuentes expediciones de Max, en las que Agatha siempre participó con gran entusiasmo.
Al ya famoso Poirot siguieron pronto otros personajes como Miss Marple, la amable e inteligente anciana que protagoniza títulos memorables como 4.50 from Paddington (El tren de las 4.50) o Murder at the Vicarage (Muerte en la vicaría). Todas y cada una de sus novelas son un auténtico prodigio de ingenio e imaginación, que ponen de manifiesto el enorme talento de Agatha a la hora de construir argumentos complejos y, a la vez, creíbles.
Pero Agatha Christie no es sólo una escritora de novela policíaca. Escribió numerosas obras de teatro (eso sí, de temática también detectivesca), como La ratonera, que tiene el honor de ser la única pieza teatral que se representa sin interrupción desde su estreno en 1952. Por otro lado, y bajo el pseudónimo de Mary Westmacott (probablemente, para no empañar su fama de reina del crimen) publicó varias novelas románticas, de las que estaba especialmente orgullosa. Curtain (Telón), de título más que adecuado, fue su última obra. En 1976 fallecía la reina del crimen, la inquieta mujer que se había convertido en un auténtico símbolo de la novela de detectives. Había dado al público una novela por año, en las que no disminuía nunca su capacidad de sorprender y maravillar al lector.