Imagine que usted, querido lector, se entera de que una amiga, hermana, tía, o conocida, acaba de quedar embarazada.
Ella no sabe qué hacer, pues sólo tiene 16 años; su novio la ha abandonado, está desesperada y está pensando interrumpir su embarazo. ¿Qué consejo le daría usted? ¿Abortar o no abortar? ¿Si aborta ella va a ir al infierno? ¿El producto ya es un ser humano, tiene alma?
El aborto desde el prisma de las neurociencias
Para entender el aborto, las neurociencias, y, en específico, la neuroética, han comenzado a investigar y a desvelar los secretos del cerebro humano. Varios estudios han encontrado algunos datos interesantes con respecto al desarrollo cerebral y cómo se relaciona este con la decisión de interrumpir o no el embarazo.
Cabe aclarar que este no es un escrito que esté a favor o en contra ni del aborto ni de la concepción, simplemente se expondrán los argumentos más sólidos en lo que respecta al desarrollo del encéfalo por parte de destacados neurocientíficos.
El desarrollo del cerebro en los fetos: ¿cómo se produce?
Tercera semana tras la concepción: primeros cimientos neurológicos
Comenzaré diciendo que el desarrollo del cerebro, de acuerdo con Pinel (2011) comienza aproximadamente tres semanas después de la concepción, cuando el tejido que está destinado a formar el sistema nervioso humano puede reconocerse en forma de placa neural; pero es hasta la cuarta semana después de que surgen las tres protuberancias cuando aparecen los primeros indicios de un cerebro.
Después, la actividad cerebral eléctrica no comienza hasta el final de la semana 5 y 6, es decir, entre los 40 y 43 días de gestación. Sin embargo, no es una actividad coherente; ni siquiera es tan coherente como el sistema nervioso de un camarón.
Semana 8, aparecen las neuronas y se extienden por el cerebro
A pesar de ello, para Gazzaniga (2015), es entre la semana 8 y 10 cuando se inicia el verdadero desarrollo del cerebro. Las neuronas proliferan e inician su migración por todo el cerebro. También se desarrolla la comisura anterior, que es la primera conexión interhemisférica (una conexión pequeña). Durante este período aparecen los reflejos por primera vez.
Los polos temporal y frontal del cerebro se desarrollan entre las semanas 12 y 16. La superficie del córtex parece plana durante el tercer mes, pero al final del cuarto mes aparecen los surcos. Surgen a sí mismo los lóbulos del cerebro, y las neuronas continúan proliferando por el córtex (Gazzaniga, 2015).
Hacia la semana 13 el feto empieza a moverse. Pero el feto no es todavía un organismo sensible y consciente, sino una especie de babosa marina, un cúmulo de procesos motores-sensoriales inducidos por actos reflejos que no corresponde a nada de un modo dirigido u ordenado (Gazzaniga, 2015).
Semana 17, las primeras sinapsis
Ya en la semana 17 se forman numerosas sinapsis. El desarrollo sináptico no se dispara hasta el día 200 (semana 28) de gestación, aproximadamente. Sin embargo, alrededor de la semana 23 el feto puede sobrevivir fuera del útero con asistencia médica; también en esta etapa el feto puede responder a los estímulos aversivos. El desarrollo sináptico más importante continúa hasta el tercer o cuarto mes posnatal. Hacia la semana 32, el cerebro fetal controla la respiración y la temperatura corporal.
Cabe destacar que cuando nace el niño, el cerebro se parece al de un adulto, pero dista mucho de haber concluido su desarrollo. La corteza cerebral incrementa su complejidad durante años, y la formación de sinapsis prosigue durante toda la vida.
Algunas conclusiones sobre la vida, el cerebro y la posibilidad de abortar
En conclusión, se puede decir que si en el momento de nacer, el cerebro todavía dista mucho de cumplir sus funciones como las conocemos cualquier adulto, el cerebro de un grupo de células no es ni será un cerebro que pueda desarrollarse, ya que como se ha mencionado, no es sino hasta la semana 23 que el producto puede sobrevivir, y sólo con ayuda de un equipo médico especializado.
En pocas palabras, el cerebro de un adulto lo es sólo gracias a que este se ha podido desarrollar en un contexto que le brinda las experiencias para convertirse en un cerebro sano y normal.
Los debates y decisiones de nuestras vidas deben empezar a tomarse y discutirse desde un punto de vista científico y no desde un punto de vista religioso, político o ignorando lo que ocurre dentro de nuestra cabeza.
Gracias al entendimiento de las ciencias y, en específico, de las neurociencias es que ahora se podrán tomar mejores decisiones, además de que estas nos ayudarán a eliminar la culpa, gracias al conocimiento sistematizado y racional al que llevan las conclusiones científicas.
Referencias bibliográficas:
- Gazzaniga, M.(2015). El cerebro ético. España: Paidós.
- Pinel, J. (2011). Biopsychology. EEUU.: Pearson.
- Swaab, D. (2014). Somos nuestro cerebro. Cómo pensamos, sufrimos y amamos. España: Plataforma Editorial.