Géraud de Cordemoy es considerado uno de los filósofos cartesianos más importantes tras la muerte de René Descartes, aunque discrepa bastante de la propia filosofía cartesiana.
Fue el único filósofo cartesiano en abrazar ideas atomistas, además de discutir sobre el ocasionalismo. Veamos un poco más a fondo su vida y su obra a través de una biografía de Géraud de Cordemoy en formato resumido.
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Breve biografía de Géraud de Cordemoy
Géraud de Cordemoy nació en París el 6 de octubre de 1625, siendo hijo de un profesor en la universidad de París. Fue el tercero de cuatro hijos, el único varón de los hermanos. Más allá de que su padre murió cuando él tenía 9 años, poco más se sabe de su infancia.
En su juventud, se casó con Marie de Chazelles, aunque no se sabe la fecha exacta de las nupcias. De este matrimonio surgieron cinco hijos.
Géraud de Cordemoy se ganó la vida trabajando como abogado, pero esto no le impedía codearse de forma muy activa con los círculos filosóficos parisinos. También ejerció como lingüista y tutor privado, y fue escogido como miembro de la Academia Francesa. En los salones donde conversaba sobre filosofía mantuvo contacto con Emmanuel Maignan y Jacques Rohault, y tuvo el privilegio de ser el tutor del delfín de Francia, Luís, hijo del rey Luís XIV.
Poco después de cumplir 58 años, Géraud de cordemoy falleció a causa de una súbita enfermedad, muriendo el 15 de octubre de 1684.
Principales obras
El ensayo de Cordemoy Discours de l’áction des corps fue publicado en 1664 junto con un discurso de su amigo Rohault en una publicación póstuma de Descartes Le Monde, por Claude Clerselier.
Ese ensayo, junto con Le Discernement du corps et de l’âme en six discours pour servir à l’éclaircissement de la physique, sería la obra de Cordemoy más importante. En este trabajo presenta sus pensamientos acerca del atomismo, sus argumentos a favor de ocasionalismo y sus distinción entre mente y cuerpo, y cómo estos dos elementos interactuarían entre sí según su concepción dualista del ser humano.
Otra obra importante de Géraud de Cordemoy es Discours physique de la parole, que apareció en 1668, junto con Copie d’une lettre écrite à un sçavant religieux de la Compagnie de Jésus. Esta carta se trata de un intento por reconciliarse con la filosofía de Descartes usando la historia de la creación como fondo, sacado del libro del Génesis.
Con esas obras, Cordemoy se convertiría en uno de los filósofos más importantes de la Francia de su tiempo.
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Atomismo
En su primer discurso, Cordemoy habla sobre cómo los “cuerpos”, es decir, lo que sería equivalente a nuestra idea de átomo, permanecen en tierra de acuerdo a su propia visión de la física.
Considera que los “cuerpos” tienen (1) un límite en su extensión, que les da forma y llama “figura”; (2) los cuerpos son una sustancia, y no se pueden dividir en otros cuerpos más pequeños, ni tampoco un cuerpo puede atravesar a otro; (3) la relación que tiene el cuerpo con otros cuerpos se llama “lugar”; (5) un cambio a otro lugar es llamado movimiento; y (5) cuando la relación permanece sin ser cambiada de lugar ni darle fuerza alguna, el cuerpo está en reposo.
Cordemoy explica que la materia es claramente entendida como un conjunto de cuerpos; los cuerpos son parte de la materia. Cuando estos permanecen muy juntos unos de otros, son un cúmulo; si cambian de posición incesantemente, son un fluido; y si no se pueden separar los unos de los otros, son una masa.
Cordemoy no era partidario de la idea de que la realidad pudiera estar conformada por dos sustancias, algo que sí opinaba Descartes. Para los cartesianos más tradicionales, existían dos cosas distintas, los cuerpos y la materia. Para Cordemoy solo los cuerpos eran la verdadera sustancia extendida, mientras que la materia era el conjunto de los cuerpos.
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Ocasionalismo
Cordemoy fue uno de los primeros en ver que la física cartesiana conducía al ocasionalismo, una visión filosófica que sostiene que Dios es la única causa verdadera y activa en el mundo. Esto lo expone en su cuarto Discurso, en el que presenta la idea de que los cuerpos no tienen movimiento por sí solos, dado que continúan siendo cuerpos cuando están en movimiento. No cambian hacia algo momentáneo que tiene la propiedad del movimiento para que, en estado de reposo, pasen a ser cuerpos otra vez.
Es por ello que, dado que los cuerpos no tienen movimiento por sí solos ni lo generan, el que primero debió dar el movimiento original no debió ser un cuerpo. Dentro de la filosofía de Cordemoy, solo hay dos tipos de sustancias, las que son cuerpos y la que es mente, así que el primero en dar el cuerpo fue una mente.
Pero la mente, al menos la humana, no tiene una capacidad infinita de generar movimiento. No puede iniciar un movimiento cualquiera. Por ejemplo, nosotros no podemos hacer que las células de nuestra hígado dejen de reproducirse, ni tampoco podemos hacer que, por medio de nuestro pensamiento, nuestro cuerpo deje de envejecer. Es en base a ello que Cordemoy llega a la conclusión de que lo único que pudo iniciar un movimiento primigenio es Dios, con una mente infinita en cuanto a su capacidad de influir sobre los cuerpos.
Lenguaje y habla
En su filosofía, Géraud de Cordemoy se plantea la pregunta de cómo puede estar seguro de que los demás puedan pensar. Queda claro que cada uno es consciente de que está pensando, pero no hay forma alguna de introducirse en la mente de otros y saber sí ellos también están pensando o no. Es entonces cuando plantea que esto es observable por medio del lenguaje.
Los demás seres humanos no pueden ser autómatas desprovistos de la capacidad de pensar dado que, por medio del lenguaje, un sistema de comunicación sofisticada, son capaces de compartir su mundo interno de forma creativa. Esta creatividad que caracteriza el lenguaje humano no puede ser explicada por medio de principios mecánicos, los que sí serían aplicables a un autómata sin alma, un engranaje o cualquier tipo de máquina.
Cordemoy distingue entre el uso verdadero del lenguaje y el acto de simplemente emitir sonidos. El lenguaje supone la capacidad de poder emitir, por medio del sonido, señales del propio pensamiento, es decir, es ser capaz de informar sobre lo que tenemos en nuestra cabeza.
Para que se pueda emitir discurso alguno, Cordemoy plantea la necesidad de que se cumplan dos requisitos. El primero es el acto físico de emitir sonido alguno, es decir, tener una voz, algo que proviene del cuerpo, y el otro es el de tener la capacidad de pensamiento, que solo puede venir del alma.