Hace un año, la OMS (Organización Mundial de la Salud) declaraba al COVID-19 pandemia. En 365 días han sucedido muchísimas cosas insólitas. Se incorporaron a la vida cotidiana unos cuidados y unas normas que no formaban parte del imaginario.
Las relaciones humanas se transformaron en algo distinto, a partir de entonces los vínculos se sostienen con otros medios. Se han puesto en valor muchas profesiones y quedó al descubierto lo vulnerables que son los seres humanos. Pero... ¿se ha tomado dimensión de la importancia de la salud mental?
Los sujetos están constituidos por un aparato físico y psíquico que trabajan de manera complementaria. Es necesario atender a ambos para poder estar en buenas condiciones y afrontar así sucesos tan desestabilizantes como éste.
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Los problemas de ansiedad en los meses de pandemia
El psicoanálisis plantea que el sujeto es psíquico y social; entra al mundo a través de una familia que lo acoge, lo protege y le da las claves para habitar la vida. Por tanto, el sujeto necesita de los otros para poder vivir, desarrollarse, crecer, intercambiar.
Teniendo en cuenta lo anterior y el estado actual de semi-confinamientos o de movilidad y posibilidad de encuentros restringida (y con un año a cuestas de estas limitaciones), está claro que los estados de ansiedad se multiplican.
Hay que atender a dos cuestiones: por una parte, la soledad como situación no satisfactoria, aunque casi obligada en algunas circunstancias; y la coartación de vínculos (reuniones, encuentros, etc.). Ambas cuestiones disparan escenarios que hay que gestionar para no enfermar.
Hay que destacar que la reducción del estrés supone una aliada perfecta para la conservación de nuestra salud. Los estados de ansiedad someten al organismo a bajadas de defensas y lo vuelven más sensible a enfermedades físicas. Por lo tanto, es fundamental tener un estado de ánimo que favorezca al sistema inmune. Con psicoanálisis se puede trabajar en ese camino, produciendo un nuevo sujeto que se despoje de aquellas cuestiones que le generan malestar, modificando palabras, frases, mecanismos.
Hay una realidad global en el mundo de 2021 que no se puede gestionar a nivel individual, es más grande que el sujeto. Sin embargo, se puede producir un cambio en cada uno que repercutirá de manera efectiva en esa realidad. Y esa es la única manera de que esa realidad cambie, modificando el propio posicionamiento. Esperar a que “pase la tormenta” es la idea menos productiva.
Cada cual elige qué camino tomar y todos son válidos, la cuestión vendrá dada por el deseo que comanda, por la sobredeterminación de cada uno. Todas son maneras de gozar y, aunque muchas veces suene contradictorio o difícil de entender, en el padecer (en el síntoma, la angustia, la fobia, etc.) también hay un goce. Realmente nada se desaprovecha, sino que se hace algo más o menos saludable para uno. Se genera un producto (salud) u otro (síntoma); todas son maneras de resolver un conflicto psíquico.
Ahora bien, si se espera a que “todo pase” para reanudar “la vida” se desperdicia la ocasión de descubrir cosas por hacer, nuevas cosas que aprender, nuevos modos de hacer. Se está dejando pasar la oportunidad de sumar un modo de gozar y la pena por este tiempo perdido puede generar una enfermedad.
Los mecanismos de defensa del displacer
El dolor y el miedo son mecanismos de defensa que tiene el ser humano ante situaciones de peligro; así mismo, sin una cierta angustia no se alcanza el deseo. Por eso hay que poner a trabajar la ansiedad.
La clave será convertirse en sujeto de su propia vida en lugar de espectador, dar ese salto. Ese es el único cambio que se puede hacer, modificar la posición. Transformar la realidad psíquica será la que permita modificar la realidad material. Se trata de aprender a sustituir, saber sumar, agregar maneras de hacer y no pelarse con esta situación (que no podemos controlar más allá de uno mismo).
El mejor camino para hacer este trabajo y para conseguir una salud mental saludable, que permita desplegar todo el potencial del sujeto poniéndose al mando de su vida, será psicoanalizarse. A través de un elemento tan fundamental como la escucha analítica el sujeto podrá descomprimir esas palabras dichas a quien no corresponden, esos silencios a gritos y podrá hablar con quien hay que hablar.
Actualmente la necesidad de sentirse escuchado es la demanda más urgente. El problema es que en muchas ocasiones se habla con la persona equivocada. En la consulta con un psicoanalista, el paciente se siente escuchado sin prejuicios, sin juicios. Sabe que el analista no tomará partido ni le dirá qué tiene que hacer o no. Y es por eso, porque el analista ni se asusta, ni se impacienta, ni se molesta, que el paciente podrá hablarle con libertad de lo que desee.
Mariana García Guschmer
Mariana García Guschmer
Psicoanalista
Desde el momento en que el paciente puede poner palabras a lo que le pasa, empieza a mejorar. Porque las palabras construyen al sujeto, está atravesado por ellas. Si no puede hablar, si no puede poner en palabras aquello que angustia, enferma. Hablar es empezar a curarse.
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