La vigorexia pone el acento en la excesiva preocupación que siente el paciente por su aspecto físico y por la imagen que proyecta ante los demás. No observa una perspectiva real y precisa de su cuerpo. Este siempre parece mostrar un potencial de mejora. Más en concreto, cree que no luce lo suficientemente musculado. El paciente padece una dismorfia muscular que condiciona su estilo de vida.
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¿Cómo afecta la vigorexia al estilo de vida del paciente?
Sus hábitos de alimentación y la excesiva práctica de ejercicio físico se alinean con una intención: potenciar la masa muscular. Es decir, no existe un equilibrio y una moderación en la rutina de ejercicios. De este modo, la persona dedica cada vez más tiempo al deporte. Por el contrario, reduce el tiempo que comparte con sus amigos y seres queridos.
La vida social queda dañada por otra razón relevante: el paciente también modifica de forma significativa sus hábitos de alimentación. Es habitual que prefiera evitar aquellos planes gastronómicos y eventos familiares que giran alrededor de la mesa. La obsesión no solo afecta a la calidad de vida personal. Su nivel de impacto trasciende a los vínculos con los demás.
Por ello, puede interferir negativamente en la relación sentimental. La otra persona puede sentir que su pareja no le dedica el tiempo necesario. Del mismo modo, es probable que perciba cambios frecuentes de humor y no comprenda algunos comportamientos. Esas variaciones producen giros inesperados en las conversaciones y en la convivencia.
Su propio desarrollo profesional puede quedar condicionado por esta cuestión, puesto que sufre una obsesión que afecta a su concentración, motivación, productividad y rendimiento. La vigorexia limita su realidad actual, pero también interfiere en su desarrollo laboral a largo plazo (si la situación se mantiene en el tiempo).
Existe una aparente búsqueda de la perfección física que, sin embargo, nunca se alcanza de un modo definitivo. La persona observa el reflejo de su cuerpo en el espejo para realizar numerosas comprobaciones sobre su aspecto.
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Una autoestima dañada
El paciente que ha desarrollado vigorexia tiende a presentar una baja autoestima. Existe una importante vinculación entre el plano corporal y el psicológico. El paciente tiende a asociar un aspecto musculado con la fortaleza, la confianza y la seguridad. Por el contrario, un cuerpo delgado parece proyectar una imagen de debilidad y vulnerabilidad.
Cuando la persona observa su reflejo en el espejo se fija principalmente en aquellos defectos e imperfecciones que percibe desde su punto de vista. Es decir, compara su imagen actual con el ideal que quiere llegar a alcanzar a corto plazo. Y orienta todo su esfuerzo en esa dirección. De este modo, el deporte no es una fuente de bienestar, alegría y disfrute. De hecho, es habitual que experimente sentimiento de culpa cuando no cumple con el plan previsto durante una jornada.
Incluso cuando la persona no está practicando ejercicio físico, está muy pendiente de su propio estado corporal. Muchos de sus pensamientos giran en torno a esta cuestión, por ejemplo, se marca nuevos objetivos en su entrenamiento. Quizá haga un reajuste en su agenda para dedicar más tiempo al deporte.
Los pensamientos intrusivos y recurrentes pueden irrumpir en cualquier momento. Sin embargo, el sufrimiento causado por esos pensamientos no se alivia de forma definitiva a través de los hábitos adoptados. La persona vive un permanente estado de insatisfacción respecto a su propia imagen corporal.
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No observa de manera realista sus características corporales ni personales
Tiene un autoconcepto físico distorsionado y negativo. Conviene ir un paso más allá para entender el impacto que esta situación produce en el paciente. Su deseo de perfeccionar su aspecto físico esconde una importante búsqueda de reconocimiento y aprobación. Por ello, la vigorexia también puede derivar en la evitación de algunos planes sociales cuando la insatisfacción personal aumenta el miedo al rechazo. Este trastorno se conoce como Complejo de Adonis.
La persona no mantiene una relación amable con su propio cuerpo, ni tampoco con el deporte. La rutina de ejercicio se convierte en una obligación absoluta hasta el punto de que es probable que incremente el tiempo que pasa en el gimnasio. Es decir, aumenta el nivel de dependencia hacia el deporte.
Dra. Iratxe López Psicología
Dra. Iratxe López Psicología
Psicóloga Clínica
Es importante no interpretar cualquier posible síntoma de una forma personal. Es decir, el diagnóstico exacto debe ser concretado por un profesional que conoce la historia del paciente. Según el DSM-5, un Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, este concepto está integrado dentro del trastorno dismórfico corporal. La obsesión gira en torno a la idea recurrente de que la estructura física es pequeña.