Se estima que 2 de cada 10 menores de edad en todo el mundo sufren algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria, conocidos como TCA. Así lo concluye un reciente metaanálisis publicado en la prestigiosa revista médica JAMA Pediatrics, basado en 32 estudios en los que participaron más de 63.000 personas de 16 países distintos.
Lo habitual, hasta hace relativamente poco, era que los TCA aparecieran en la adolescencia, es decir, entre los 12 y los 18 años; sin embargo, cada vez se manifiestan en edades más tempranas, en torno a los 8 o 9 años. ¿Cuáles son los motivos y qué podemos hacer como padres para evitarlo? Lo analizamos a continuación, con la ayuda de dos psicólogas expertas en el tema.
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son un grupo de enfermedades psiquiátricas graves que conllevan alteraciones de las conductas relacionadas con la alimentación y el control del peso. Las más comunes son la anorexia nerviosa (más habitual en España) y la bulimia (más frecuente en Latinoamérica, segun los estudios). Junto a estas, en los últimos años han surgido nuevos trastornos más asociados a la niñez, como el TERIA (Trastorno por Evitación y Restricción de la Ingesta de Alimentos), según explica a Psicología y Mente María Laura Santellán, psicoterapeuta cognitivo-conductual, psicóloga especialista en trastornos alimentarios y coautora del libro Sabrosa mente.
¿Por qué los TCA aparecen cada vez en edades más tempranas?
Sara Bujalance, psicóloga especializada en trastornos de la conducta alimentaria y directora de l’Associació contra l’Anorèxia i la Bulímia (ACAB), cuenta a Psicología y Mente que antes de la pandemia ya se empezaron a diagnosticar más casos de TCA en menores de 12 años, pero a partir de entonces la cifra aumentó considerablemente. Ahora es mucho más habitual que los trastornos alimentarios, especialmente la anorexia nerviosa y la bulimia, empiecen a los 8 o 9 años.
Según la experta, hay varios factores que lo propician. Por un lado, la adolescencia empieza antes y termina más tarde. Además, los niños tienen móviles y redes sociales desde muy pequeños, lo que acelera la exposición a mensajes sobre el cuerpo y la alimentación, asegura.
María Laura Santellán coincide, y asegura que la aparición y el uso masivo de las redes sociales como medio universal para transmitir patrones estéticos y socioculturales ha tenido un efecto muy fuerte en este aspecto. Según la experta, los menores están sistemáticamente expuestos a ideas sobre cómo comer, cómo verse, cómo mantener la piel o seguir rutinas de autocuidado, alimentación y ejercicio físico.
Tanto Bujalance como Santellán consideran que la pandemia influyó en la aparición temprana de los trastornos alimentarios, puesto que los menores fueron uno de los grupos más afectados. Primero, porque los síntomas que ya presentaban muchos niños y niñas quedaron más expuestos al pasar más tiempo en casa y, segundo, porque hubo un claro empeoramiento de la salud mental en general. “El aislamiento, el mayor uso de redes sociales, la reducción de actividad física y la ansiedad generalizada crearon un caldo de cultivo perfecto para que se desarrollaran o agudizaran TCA”, asegura Bujalance.
¿Cuál es el perfil de los niños y niñas menores de 10 años que desarrollan un TCA?
Cualquier persona puede desarrollar un TCA, sin importar el género, la edad o la cultura, assegura Bujalance. Sin embargo, en los menores de 10 años hay ciertos perfiles o rasgos de personalidad que se repiten: suelen ser niñas y niños autoexigentes, complacientes, rígidos, impulsivos y con baja autoestima.
María Laura Santellán coincide en que suelen tener un perfil rígido ya desde pequeños. A la falta de flexibilidad se unen dificultades para adaptarse y rasgos obsesivos. Muchos, incluso, desarrollan comorbilidades con neurodivergencias como el TDAH o el TEA.
No hay que olvidar que también existe cierta predisposición genética y que el entorno familiar tiene un papel crucial en el desarrollo de estas enfermedades. El riesgo de padecer un trastorno de este tipo también augmenta si hay antecedentes familiares.
¿Cómo detectar un TCA en nuestros hijos?
Lo primero que suele llamar la atención es la pérdida de peso, aunque no es el único ni el principal indicador. A veces hay cambios en la forma de alimentarse o en la actividad física, que parecen inocentes pero que no lo son, aseguran las psicólogas. Bujalance añade que también hay cambios emocionales: suelen estar más tristes, irritables, aislados y pasan mucho tiempo con su teléfono móvil. Y cuando les preguntas, se ponen a la defensiva.
Santellán alerta hay más maneras de detectarlo, como l hecho de que el niño se niegue a incorporar en su dieta alimentos nuevos o empiece a rechazar alimentos más calóricos. Si manifiesta ideologías alimentarias que no son propias de su edad, como la preocupación por engordar o estar en forma, o una alta insatisfacción con su imagen corporal, también debemos estar alerta.
¿Cómo actuar si sospechamos que nuestro hijo sufre un TCA?
Con mucho amor, pero también con firmeza, asegura Bujalance. Los padres tienen que entender que su hijo no lo ha elegido, que no tiene la culpa. No se trata de regañar, sino de estar ahí, sin miedo, sin evitar el tema, y buscar ayuda especializada cuanto antes, señalan.
También apuntan que es importante no centrar toda la conversación en qué come o cuánto pesa. Hay que ir más allá, hablar de cómo se siente, de su malestar emocional. Validar lo que le pasa, aunque no lo entendamos del todo. Y, sobre todo, dejar claro que le vamos a acompañar y que esto se puede superar, coinciden ambas expertas.
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