El trauma psicológico es una experiencia muy dolorosa que vive la persona y que sobrepasa su capacidad para poder comprenderla, dotarla de un sentido e integrarla.
Aquí veremos en qué consiste este fenómeno psicológico desestabilizador y cómo puede ser tratado en terapia.
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Trauma por exceso o por defecto adulto o infantil
El trauma puede ser por exceso o por defecto adulto o infantil. Cuando hablamos de trauma por exceso infantil hablamos de experiencias traumáticas que tienen que ver con el maltrato físico o emocional (golpes, gritos, miradas de odio…) o el abuso sexual.
También se incluyen eventos como ser testigo de violencia doméstica y maltrato y otros que tengan que ver con la ruptura entre el niño y su cuidador primario, como el divorcio, enfermedad seria o muerte. Por otro lado, si hay trauma por defecto infantil, esto tiene que ver principalmente con la negligencia física o emocional.
Ejemplos de esto serían, mostrar poca o ninguna disponibilidad emocional para escuchar las emociones del niño, no darle de comer o beber, etc.
Los traumas por exceso adulto son exactamente iguales a los infantiles, pero que ocurren en la edad adulta, como por ejemplo cuando tenemos una pareja que nos agrede física o verbalmente. A estos se añaden el acoso escolar, fallecimiento de un familiar o amigo íntimo, rupturas de parejas traumáticas, accidentes de coche o avión, terremotos, atentados, experiencias desagradables con animales o insectos...
Por otro lado, los traumas por defecto adulto siguen la misma línea, solo que ocurren en la edad adulta o vejez, y tienen que ver con ciertas personas que carecen de empatía, no sintonizan con nuestras emociones ni necesidades.
El trauma oculto
Existe un tipo especial de trauma, llamado trauma oculto, que se origina en la infancia y que tiene que ver con cuándo el cuerpo del niño produce emociones (tristeza, miedo, rabia, alegría…) que necesitan ser atendidas por un cuidador.
Dicho trauma se refiere a la incapacidad del cuidador (padre, madre, abuelos…) para cuidar de las emociones del niño. Por ejemplo, podríamos encontrar a una niña que sentía muy triste y sola en casa porque sus padres habían perdido a su hermanito pequeño, o incluso a otro familiar. La propia tristeza de los padres les impidió hacerse cargo del malestar de esa niña.
Esta niña, cuando es adulta, se sigue sintiendo sola aún rodeada de gente, incluso tiene pánico a que los demás se vayan (rupturas de pareja, muertes...). Además, no tiene control sobre la tristeza y otras emociones, las siente con demasiada intensidad y con cambios muy bruscos en el estado de ánimo... porque sus cuidadores primarios no pudieron enseñarla a gestionarlas.
En los casos más graves de trauma oculto, una figura de apego puede provocar experiencias traumáticas en el niño si presenta depresión, desintonía crónica con las emociones del niño, ira, retirada del afecto, provocación del sentimiento de culpa, chantaje emocional, dobles mensajes, gestos de desprecio, silencios que ignoran...
Como ejemplo, podríamos hablar de personas con trastornos más graves, como trastornos obsesivos (muchos pensamientos), trastornos de la conducta alimentaria (anorexia, bulimia, atracón…) o trastornos de la personalidad (límite, evitativo, narcisista…).
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El trauma pre-verbal
Otro tipo de trauma es el trauma pre-verbal. Está basado en recuerdos infantiles basados en estados emocionales sin imágenes y contienen emociones como la soledad y el miedo. Suele tener que ver con experiencias corporales.
Lo que ocurre en estos casos es que los niños no suelen tener suficiente consolidación cortical para poder almacenar los recuerdos de manera explícita, así que quedan almacenados de manera implícita.
Como ejemplo, tenemos a las personas que sienten un malestar corporal que no tienen ninguna explicación médica. Son emociones que no se pueden expresar y que se quedan almacenadas en el cuerpo (ataques de pánico o ansiedad, hipocondría, dolores de cabeza, dolores musculares, estrés crónico, sensación de fatiga crónica, fibromialgia...).
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El trauma de traición
El trauma de traición tiene que ver con cuando la persona pierde la confianza en las personas u organismos que supuestamente han de protegerla. Un abuso sexual por parte de un cuidador es un ejemplo de ello. La rabia es una emoción central en este tipo de trauma.
Otro ejemplo es cuando una mujer maltratada pide ayuda a los organismos y no le creen. O cuando una persona con trastorno de alimentación sufre un ingreso muy complicado que le lleva a experimentar situaciones muy desagradables (sonda para comer, poco cuidado por el personal sanitario…).
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¿Qué pasa cuando no sanamos el trauma y lo dejamos pasar?
El trauma, como las heridas infectadas, queda como una herida abierta, supurando pus constantemente. Por tanto, para cerrarla hay que extraer toda esa infección, curándola adecuadamente. Cuando el trauma se enquista y no se procesa, puede pasar al cuerpo, como en el caso del trauma pre-verbal, haciéndose cada vez más difícil y requiriendo más tiempo su trabajo.
Además, cualquier evento que tenga que ver con el trauma original, abrirá aún más la herida. Por ejemplo, pensemos en una niña que sufrió acoso escolar por su sobrepeso. Años más tarde, conoce a una pareja que comienza a criticarle por su aspecto físico.
Esta adulta está sintiendo el dolor de la crítica de esta pareja sumado al dolor inicial, provocándole síntomas de ansiedad, tristeza, depresión o insomnio o incluso el desarrollo de síntomas o cuadros peores, como una anorexia o bulimia. La anorexia, en algunas ocasiones, se utiliza como instrumento para superar la creencia del “no valgo, no me gusto” y si soy delgada, creo que me aceptarán.
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¿Cuál es la técnica más eficaz actualmente para trabajar el trauma?
En Vínculo Psicología usamos la técnica EMDR. Es una técnica psicológica que se basa en la neurociencia, es decir, en cómo el cerebro procesa la información. Las siglas EMDR significan Desensibilización y Reprocesamiento por los Movimientos Oculares (Eye Movement Desensibilization and Reprocessing).
¿Quién puso nombre a este tipo de técnica? Fue Francine Shapiro quien acuñó el término de EMDR en el año 1978.
La terapia EMDR tiene una alta eficacia probada científicamente. Se usa para tratar diferentes traumas (pérdidas, accidentes, maltrato, abusos sexuales…), pero también otras dificultades como estrés crónico, insomnio de conciliación o mantenimiento, ansiedad, depresión, miedos, fobias, baja autoestima, dependencia emocional, obsesiones, problemas en las relaciones interpersonales, conflictos de pareja...
El EMDR funciona "desatascando" ciertos recuerdos traumáticos o dolorosos que contienen emociones que nuestro cerebro no pudo procesar en diferentes etapas de nuestra vida. Estos recuerdos y sus emociones quedan atrapados en el hemisferio derecho no pudiéndose «digerir» por el izquierdo, que es el encargado de traducir en palabras y dar sentido a lo que nos ha ocurrido.
El EMDR se aplica realizando una estimulación ocular bilateralizada al paciente, es decir, mira de derecha a izquierda con sus ojos un dedo, la luz de una máquina; o escucha sonidos por un oído u otro que le hacen mover los ojos; o puede aplicarse con ligeros golpecitos en cada uno de sus hombros (tapping) que también le hacen mover los ojos de un lado a otro. Al moverse los ojos de izquierda a derecha y viceversa, se pone en marcha el reprocesamiento del recuerdo y emociones que se quedan atascados en un hemisferio (derecho), y fluyen al otro libremente (izquierdo).
Esto provoca que la tensión, síntomas o nerviosismo del paciente desaparezcan a medida que lo trabajamos en las sesiones. Además, el EMDR también hace hincapié en las creencias limitantes que esa persona tuvo que aprender cuando sufrió el trauma.
Siguiendo el ejemplo del que hablamos previamente, una persona que ha sufrido el desprecio de sus padres, o que ha vivido con un padre o madre con autoestima baja, puede empezar a desarrollar la creencia del “no valgo”.
Sumado a lo anterior, si esta persona sufre acoso escolar o da con parejas que critican su aspecto físico, la creencia irá cogiendo más peso y provocará más síntomas (ansiedad, depresión, baja autoestima, dependencia emocional…). Una vez procesamos los traumas también cambiamos estas creencias por otras más ajustadas, como, en este caso, el “yo valgo”, ya que aquello que me hicieron mis compañeros de colegio ya no duele, ya ha sido reprocesado.