Si alguien que no conoce de nada la cuenta de Instagram de @welletas, quizás solo vea una de esas galerías de perros y gatos en un ambiente familiar que tanto gustan en la Internet.
Sin embargo, los más de 116000 seguidores de su dueña, Elizabeth Spence, no se deben tan solo a que sus fotografías de mascotas y familia sean de muy buena calidad (que lo son).
Su cuenta es popular porque en ella hay una historia que conmueve y que ha ido siendo explicada en las líneas que acompañan las imágenes. Sus protagonistas son el bebé Archie y su perrita, Nora.
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Nora, la perrita marcada por el trauma
Algunos de los trastornos psicológicos más frecuentes pueden llegar a remitir y desaparecer por momentos simplemente con la compañía, el apoyo y el cariño de los demás. Esto es justamente lo que ocurrió con la perra Nora.
Este adorable animal llegó a la familia de Elizabeth Spence mediante la adopción, ya que antes había tenido otros dueños. La relación entre Nora y sus antiguos propietarios estuvo marcada por la violencia y el maltrato, cosa que la traumatizó profundamente e hizo que empezase a tenerle miedo a prácticamente todo: objetos empujados por el viento, otros perros, lugares desconocidos y, por supuesto, a los seres humanos.
Como es natural, Elizabeth no podía recurrir a la palabra para tratar de calmar a su perrita. A diferencia de lo que habría pasado si Nora fuese humana, tampoco existía la posibilidad de recurrir a un terapeuta que modificase las ideas desde las que interpretaba los hechos traumáticos ocurridos, ni que mejorase su autoestima cuestionando sus creencias. No había pensamiento abstracto que arreglar, solo pura emoción, a la que no se podía llegar conversando.
Afortunadamente, otro miembro de la familia podía tratar de igual a igual a Nora, y establecer una conexión emocional con ella mediante lo más sencillo del mundo: el contacto físico. Era Archie, que en aquél momento no había cumplido su primer año de vida.
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El vínculo entre el bebé Archie y Nora
Archie, en su curiosidad natural, pronto sintió interés por Nora. Al principio fue complicado reunirlos en el mismo lugar, pero el carácter bondadoso y calmado del bebé terminó por convencer a Nora de que no se corría un peligro significativo a su lado.
La sencillez del contacto de Archie, sus movimientos y la tranquilidad que expresaba empezaron a actuar como un bálsamo. En poco tiempo, Archie pasó de ser una amenaza a convertirse en un oasis de paz, uno de los pocos disponibles cuando todo te da miedo. El vínculo emocional que se creó entre ambos pasó a ser un anclaje que Nora pudo empezar a usar para no perder el contacto con los momentos de bienestar y tranquilidad.
Actualmente, Nora aún no ha podido olvidar todo el sufrimiento que le tocó vivir, y no actúa tal y como lo haría un perro perfectamente sano. El temor sigue ahí, acechando, y aparece de manera disruptiva llevándose muchos de los momentos de los que Nora no querría desprenderse. Pero Archie fue y sigue siendo alguien con quien Nora puede ser ella misma: en el cariño que expresa el pequeño se reconoce como un ser que es amado y que merece serlo.
La naturaleza del cariño entre perros y humanos
Este caso no es el único en el que se ve cómo el afecto entre los perros y los humanos puede llegar a afectar profundamente a los estados emocionales de ambas especies. Por ejemplo, en una investigación se demostró que algo tan sencillo como mirar a los ojos a un perro durante varios segundos seguidos es capaz de hacer que los niveles de oxitocina de este se eleve, lo cual es muy interesante, porque esta sustancia segregada por el cuerpo es considerada la hormona del amor y los vínculos emocionales.
En general, en psicología se establece que los vínculos de apego más fuertes y fundamentales no se basan en las palabras ni en el modo en el que explicamos verbalmente lo que sentimos. Algo tan simple como dormir apoyados el uno en el otro vale más que mil alabanzas y piropos y, aunque parezca irracional, puede llegar a mejorar mucho más nuestro estado de ánimo si se hace expresando emociones honestas de cariño.
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El contacto físico es el primer escalón del afecto
Si algo se puede enseñarnos la historia de Nora y Archie es que no debemos olvidar los recursos más simples para expresar afecto, y utilizarlos sin excusas. Es un hábito que deberíamos reivindicar más, no solo porque sea agradable, sino porque es una manera de hacer que el apego exista de verdad.
Por mucho que ensalcemos la racionalidad y el carácter intelectual de nuestra especie, lo que de verdad importa está más allá de las palabras. Se trata de un lenguaje que entendemos todos, seamos humanos o no; y eso es por algo.