Una de las actividades más comunes en terapia psicológica es trabajar con el paciente la acción de poner límites en sus relaciones de familia, de pareja, de trabajo y del ámbito social o de amistad.
No establecer límites puede afectar a nuestra autoestima, autoconcepto y contribuir a desarrollar estilos de comunicación pasivos, agresivos o pasivo-agresivos. Al final, mantener relaciones en las que no existe ningún límite puede conducir al sufrimiento, estas se deterioran e incluso pueden acabarse de manera abrupta, en definitiva, dañan nuestras interacciones interpersonales y pueden requerir incluso de la ayuda de servicios psicológicos.
Pero, ¿en alguna ocasión has sido el receptor de esos límites y te los han puesto a ti por tu comportamiento, actitud o palabras poco oportunas o negativas? Desde que nacemos, el proceso de socialización y el ejercicio de la autoridad de nuestros criadores nos relaciona con los límites que podemos tener. Puede que de manera más o menos acertada, con una comunicación asertiva, alguna persona nos haya manifestado cuáles son las líneas rojas que no tolera que podamos invadir, sus fronteras claras que no debemos sobrepasar o que sus gustos, preferencias, intenciones, limitaciones o necesidades deben ser tenidos en cuenta.
Factores que pueden aparecer en el proceso de aceptación de los límites
En estas ocasiones, es bueno tener en cuenta algunos aspectos que pueden acompañar este proceso para aceptar los límites que nos imponen y, sobre todo, entender los procesos emocionales subyacentes que nos toca vivir en ello. Repasamos a continuación algunas de estas circunstancias que pueden aparecer:
1. Evitación de la confrontación
“Si no digo nada todo irá bien. Soy buena persona ya que no genero conflictos”. Esta frase trivial que pueden utilizar de diferentes formas algunas personas denota una evitación a la hora de establecer o recibir los límites y solicitar lo que consideras justo, y tus derechos y posicionamiento ante un determinado tema o situación de cualquier ámbito personal o profesional. Asocias defender tus derechos a tensionar o molestar a la otra persona, pero a costa de no posicionarte conforme a tus necesidades.
Esto no es más que un ejemplo de la metáfora del efecto de la bola de nieve, ya que el conflicto que se evita se acumula y va creciendo hasta ser más grande, incontrolable, y algún día puede estallar delante de ti, con consecuencias imprevisibles y sin poder gestionarlo en el futuro por no haberlo puesto encima de la mesa a tiempo.
2. Inseguridades y miedos
Cuando una persona nos pone un límite determinado es posible que nos replanteemos que quizás nuestra conducta no es conveniente y toque los cimientos de nuestro ego y personalidad. Puede que nos parezca que el problema es de la otra persona o nos demos cuenta de que quizás estemos equivocados y debamos plantearnos cambios o aceptar críticas más o menos constructivas.
Afrontar estas situaciones puede generar nerviosismo, inseguridad y sacar a la luz miedos pasados. Influirán nuestra flexibilidad cognitiva, proceso vital y crecimiento personal para ser humildes y plantear cambios y entender que son correctos los límites que nos son impuestos.
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3. Límite individual o grupal
Como seres humanos somos sociales, vivimos en sociedad y nos regimos por normas que modulan nuestro comportamiento, valores y actuaciones. En alguna ocasión poco clara o menos definida a nivel social puede que sintamos necesidades individuales y derechos que se enfrenten con los derechos y libertades que otras personas o colectivos nos pueden querer imponer. Ajustar bien los límites individuales y los que conciernen a grupos o colectivos sociales de forma asertiva nos ayudará a gestionar convenientemente posibles conflictos y vivir en mayor armonía y respeto.
4. Bajo nivel de autoestima
En el proceso de que nos impongan límites podría ocurrir que dudemos de nosotros mismos si nuestro autoconcepto e historia de vida están asociados a una autoestima deficiente por diferentes situaciones personales, educativas y estilo de crianza recibida desde la niñez. Por ello, al recibir un límite de otra persona, podemos entender que no merecemos ni tenemos derecho en esa interacción social a decir nada, ya que somos inferiores y la otra persona tiene mayor poder para hacer o decir que nosotros.
5. Estilo de comunicación poco o nada asertivo
Un aspecto clave a la hora de poner y recibir límites es tener un estilo comunicativo basado en la asertividad, en el que básicamente expresaremos nuestra necesidad ante una demanda, que no tiene por qué ser necesariamente justa, realizada por otra persona. Puede ser que nos cueste o directamente no hayamos aprendido a ser asertivos y, en ese caso, es muy común desarrollar alguno de los siguientes estilos de comunicación no asertivos:
- Comunicación pasiva. En una comunicación pasiva, aún sintiendo que nuestros derechos pueden haber sido vulnerados y transgredidos, no tenemos la capacidad de expresar cómo nos sentimos, comunicar nuestra opinión, pensamientos y solicitar a la otra persona lo que queremos que cambie o nos ha molestado. Nos escudamos en disculpar las acciones y comportamientos de la otra persona, nos posicionamos como víctimas, no actuamos, somos pasivos en la comunicación y mostramos falta de autoestima y confianza.
- Comunicación agresiva. En este estilo de comunicación comunicamos a nuestro interlocutor cómo nos sentimos, nuestra opinión y cómo pensamos, pero de un modo poco apropiado, incluso impulsivo, violento y sobrepasando los límites de lo aceptable con la otra persona. Incluso con gritos, amenazas, unido a crítica, ironía, sin empatía y sin escuchar más razones, con agresiones verbales, con insultos y ya en situaciones sin control con un lenguaje no verbal violento y, en ocasiones, más extremos, hasta con agresión física. El resultado nunca puede ser bueno porque aunque pongamos límites serán desde el rechazo o el miedo a nuestro comportamiento, lo que nos hará perder la confianza y empatía con los otros.
- Comunicación pasivo-agresiva. Mezcla de los dos anteriores estilos comunicativos, desde la pasividad y evitación relacional hasta responder de manera violenta y desproporcionada. Otra forma más sutil de comunicación agresiva podría ser obviar o no hacer caso a las indicaciones de la otra persona, despreciar, no mirar a los ojos y crear situaciones de tensión velada sin dar soluciones. Se evita la relación desde la violencia con el lenguaje no verbal y la hostilidad.
6. Culpabilidad
Unido a la comunicación poco asertiva, pasiva y agresiva, al final, la persona no ejerce sus deseos ni cubre sus necesidades, surgiendo con frecuencia sentimientos poderosos de culpa y bajos niveles de autoestima. A corto plazo, no confrontar o recibir límites y no mostrar nuestra opinión o valoración nos puede generar culpabilidad y una pobre imagen de nosotros mismos.
7. Bloqueo a la hora de actuar y tomar decisiones
Que nos pongan límites puede generar una inhibición de acciones, además de la duda permanente para decidir tomar decisiones. Ello genera un peor autoconcepto y, por extensión, relaciones personales de peor calidad. Pensar que pueden juzgarnos o nos podemos equivocar nos llevará a la inacción.
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Recomendaciones para las personas que reciben límites
Sería bueno poder incluir en nuestro repertorio de respuestas algunas de estas estrategias:
1. Humildad
Es positivo saber recibir comentarios y dejar nuestro orgullo a un lado si la crítica es constructiva y nos permite aprender a hacerlo mejor. Si somos humildes y reflexionamos podemos tener un crecimiento personal. Si tienes rasgos o una personalidad narcisista esta cualidad será muy complicada de ejercer.
2. Ganas de aprender
Unido al aspecto anterior, si queremos aprender podemos contribuir a nuestro crecimiento personal, ya que seremos más flexibles para sumar nuevos comportamientos.
3. Gratitud y aceptación
Muy unido a principios de filosofía oriental y la terapia de aceptación, mostrar gratitud con quien nos pone límites y aceptar que podemos recibirlos nos puede ayudar a estar mejor con nosotros mismos. Podemos recibir lecciones y correcciones de muchas personas, incluida gente de menor edad, hasta niños.
4. Autocrítica
Analizar nuestro comportamiento, lo que funciona y lo que no, con ganas siempre de mejorar. Responsabilizarnos. Focalizarnos en nuestras acciones, palabras, emociones y comunicación y menos en culpar de ello a otras personas. El crecimiento personal irá unido a la capacidad de asumir responsabilidades.
5. Desarrollar nuestras habilidades sociales
Si nos sentimos incómodos en interacciones sociales, nos molestan que nos pongan límites y somos poco eficaces a la hora de comunicarnos, siempre puedes formarte para ganar esas competencias y con los profesionales de la psicología puedes trabajar tus habilidades sociales y comunicación aprendiendo estrategias asertivas.
Para terminar...
En nuestro desarrollo personal, antes o después, podemos aprender a establecer límites y, en otras ocasiones, recibirlos, además de comunicarnos efectivamente.
@proessional(2060302)
Es necesario para tener relaciones menos tóxicas y hacer valer nuestros derechos asertivos. Los límites no son fijos y estáticos, son modificables, y lo que valía en una ocasión puede cambiar y ampliarse o reducirse esos límites. Con la edad los límites también cambian, así como la manera de aceptarlos e interpretarlos.
Por ello, cómo afrontemos y aceptemos los límites determinará relaciones de mayor calidad y satisfacción, e incluso supondrá un afianzamiento de nuestro autoconcepto y una mejora de nuestra autoestima. Habilidades relacionadas con la empatía, habilidades comunicativas y habilidades sociales serán grandes aliadas para estas situaciones en las que personas de diferentes ámbitos puedan corregir o pedir cambios en nuestra manera de relacionarnos con ellos, nuestro comportamiento o determinadas acciones en común. En el juego social están mis límites y los límites sociales y, en la forma en la que nos movemos con ellos, va a estar la clave de nuestra calidad de vida psicológica.
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