Muchos expertos afirman que la personalidad está compuesta por dos elementos: el temperamento y el carácter. Mientras que el carácter se desarrolla a partir de las influencias ambientales, el temperamento, de naturaleza biológica, nos acompaña desde el principio de la vida y sirve como base a los rasgos de personalidad que se irán consolidando con el tiempo.
En este artículo describiremos los tres tipos principales de temperamento en bebés: el fácil, el difícil y el de reacción lenta. Aunque un gran número de niños no se pueden clasificar de forma clara en ninguna de ellas, estas categorías pueden ser muy útiles para conceptualizar las diferencias temperamentales básicas en las primeras etapas de la vida.
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¿Qué es el temperamento?
El temperamento es el componente biológico de la personalidad. Está determinado principalmente por la herencia genética, lo cual hace que sea bastante estable, si bien los factores ambientales pueden influir en las manifestaciones del temperamento, tanto en el desarrollo temprano como a lo largo de la vida.
Distintos aspectos de la biología y la fisiología determinan el temperamento de cada individuo. Es especialmente relevante el papel de los neurotransmisores del sistema nervioso y de las hormonas del sistema endocrino, así como el nivel de activación cerebral y la reactividad a la estimulación.
Se cree que el temperamento de los bebés se desarrolla a medida que sienten emociones, cuyos patrones de presentación van configurando una disposición psicofisiológica determinada. La actitud de los padres y sus reacciones ante las necesidades del pequeño tienen un peso relevante en la configuración del temperamento.
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Tipos de temperamento en bebés
En la década de 1950 Alexander Thoma y Stella Chess iniciaron una investigación sobre el desarrollo de la conducta y la personalidad que duraría más de 30 años, el New York Longitudinal Study. A partir de este estudio se han descrito tres tipos de temperamento en bebés: el fácil, el difícil y el de reacción lenta (o “niños difíciles de entusiasmar”).
Veamos cuáles son las características de cada uno de estos tipos. Es importante tener en cuenta que un 35% de los niños analizados no se podían clasificar estrictamente en ninguno de ellos, sino que mostraban rasgos propios de más de uno de los tipos.
1. Niños fáciles
Los niños “fáciles” son aquellos que presentan estados de ánimo de intensidad moderada y con tendencia al buen humor. Sus ritmos biológicos son estables, por lo que les resulta sencillo adoptar patrones horarios y alimentarios regulares. También aceptan las experiencias frustrantes más que los niños con otros temperamentos.
Además los niños de temperamento fácil muestran una disposición abierta a experiencias y situaciones nuevas: sonríen en mayor medida a personas desconocidas, toleran satisfactoriamente alimentos nuevos y se adaptan bien a cambios en las rutinas.
Según el New York Longitudinal Study el 40% de los bebés pueden ser clasificados en la categoría de temperamento fácil. Esto lo convierte en el estilo temperamental temprano más frecuente de los tres.
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2. Niños difíciles
Thoma y Chess clasificaron como “difíciles” a los niños con ritmos biológicos irregulares, respuestas emocionales de intensidad elevada y tendencia a sentir y manifestar emociones negativas, por ejemplo en forma de irritabilidad o de llanto; no obstante, también suelen mostrar de forma más marcada las emociones positivas.
Estos bebés tienen más dificultades que los de temperamento fácil para mantener horarios y patrones regulares de sueño y alimentación. Les cuesta más adaptarse tanto a alimentos como a situaciones y rutinas nuevas, y confían menos en las personas que no conocen.
Los niños de temperamento difícil reaccionan en menor medida a la estimulación novedosa y a los cambios. También tienden a responder con llantos y berrinches a la frustración de sus deseos e impulsos.
Sólo un 10% de bebés, aproximadamente, se pueden clasificar en la categoría de temperamento difícil; por tanto, este tipo de temperamento es menos habitual que el fácil y que el de reacción lenta.
3. Niños de reacción lenta
Los autores del New York Longitudinal Study también denominaron a los integrantes de este grupo “niños difíciles de entusiasmar”. Estos supusieron un 15% de la muestra total, de modo que el temperamento lento es algo más frecuente que el difícil, si bien sigue siendo mucho menos habitual que el fácil.
De forma sintética podemos decir que los bebés de reacción lenta muestran muchas características propias del temperamento fácil, si bien se muestran más indiferentes que estos y tardan más en adaptarse a los cambios, como los nombres que se ha dado a este temperamento sugieren.
Los bebés de reacción lenta manifiestan emociones menos intensas que los de temperamento fácil, tanto si son negativas como si son positivas. Tienden a mostrarse más reticentes a las personas, situaciones y alimentos nuevos que los niños fáciles, aunque se adaptan bien de forma progresiva, sobre todo si no se les presiona.
Los ritmos biológicos de los niños lentos son menos regulares que los de los fáciles, lo cual hace que les cueste más adquirir nuevos patrones y hábitos, si bien menos que a los bebés de temperamento difícil.
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