Cuando los psicólogos hablamos con alguien acerca de lo que es y lo que no es la psicopatía con alguien, son muchas preguntas las que surgen. Hay una que siempre termina saliendo, ya que quizás sea la más interesante de todas. ¿Es posible tratar psicológicamente a estas personas de forma eficaz? Algunos hablan de tratar y otros hablan de curar, que son cosas muy distintas.
Para este artículo vamos a hablar de qué sabemos hoy en día sobre el pronóstico de la psicopatía desde un punto de vista clínico. Recordemos que la ciencia es conocimiento que muta constantemente, y lo que sabemos hoy puede no ser tan cierto mañana. Hechas las advertencias, veamos qué dicen los metaanálisis.
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Formas de entender la psicopatía
Por desgracia, los manuales diagnósticos no reconocen la psicopatía como entidad clínica. Si bien estas etiquetas tienen muchos detractores -y con razón- hay algo para lo que sí sirven. Al aparecer de forma clara, exhaustiva y ordenada los criterios de un trastorno, esto permite que sea investigado. Y cualquier grupo de investigación que tome dichos criterios como referencia, con casi total certeza estará estudiando el mismo fenómeno.
La psicopatía no cuenta con este punto de referencia, de forma que cada grupo de investigación puede estar estudiando definiciones distintas de la psicopatía. Ha habido intentos fructuosos por aunar las definiciones y entender la psicopatía como un conjunto de rasgos que suelen presentarse a la vez. La más extendida tal vez sea la de Hervey Cleckley, que describe de forma extensa las características clínicas del psicópata.
Robert Hare, más adelante, identifica en estas descripciones dos factores principales: usar a los demás de forma egoísta, emocionalmente fría, dura y sin remordimientos y por otro lado un tipo de vida crónicamente inestable, marcado por la transgresión de las normas y socialmente desviado.
Naturalmente, la investigación acerca de la eficacia del tratamiento en la psicopatía depende en gran medida de cómo la entendamos. Si bien la mayoría de investigaciones utilizan los criterios más conocidos, debemos tener en cuenta que hay una parte de los ensayos que pueden haber medido la psicopatía en términos diferentes.
¿Es la psicopatía incurable?
Cualquier estudiante de psicología que haya tocado los trastornos de personalidad tiene una especie de resorte automático que provoca que al hacerle esta pregunta responda con un rotundo “sí”. Existe la creencia extendida de que la psicopatía es imposible de erradicar, algo que también ocurre con el trastorno antisocial de la personalidad.
Efectivamente los trastornos de personalidad son incurables, no remiten en su totalidad porque son manifestaciones exageradas de rasgos de personalidad normales. Y de igual forma que la personalidad es mutable hasta cierto punto, los patrones rígidos de personalidad también son permeables sólo hasta cierto punto.
Es en este punto donde se comete muchas veces un salto de fe no del todo justificado. Que un trastorno mental jamás remita no quiere decir que no pueda responder al tratamiento. Por esto hablamos de tratar, y no de curar. Lo cierto es que la evidencia sobre el tratamiento de la psicopatía no es tan contundente.
La noción de que este trastorno es intratable puede haberse originado a través de la corriente psicoanalítica, que sugiere que la personalidad se forma durante los primeros 5 ó 6 años del desarrollo y que permanece prácticamente inalterable. Pero incluso dentro del psicoanálisis esto ha ido cambiando y se concibe la posibilidad de modificación.
El propio Hare propuso una teoría de la psicopatía que justificó su estatus de “intratable”. En esta teoría primeriza dice que los psicópatas sufren una lesión en el sistema límbico (localizado en el encéfalo) que les impide inhibir o interrumpir su comportamiento. Esto predice, además, que los psicópatas sean insensibles al castigo, que jamás consiga aprender que una acción pueda traer malas consecuencias. En una revisión posterior de esta teoría, Hare describió a los psicópatas como emocionalmente insensibles, con más dificultades para procesar las emociones de los demás.
¿Qué es lo que dicen los estudios?
Toda teoría se queda en especulación cuando hablamos de eficacia terapéutica. Cuando queremos averiguar si un trastorno o fenómeno responde a diferentes formas de tratamiento, la mejor forma de averiguarlo es poniendo esta hipótesis a prueba.
Numerosos grupos de investigación se han deshecho del lastre del pesimismo clínico sobre la psicopatía y han llevado a cabo ensayos clínicos para evaluar la viabilidad de los tratamientos.
Principales resultados
Sorprendentemente, la mayoría de artículos abordan el problema de la psicopatía desde el psicoanálisis. Casi todos entienden el fenómeno tal como lo describió Cleckley, excepto contados ensayos. Los casos tratados mediante terapia psicoanalítica muestran un cierto éxito terapéutico con respecto a los grupos control. Este hallazgo apunta en la dirección de que las terapias centradas en el insight y en la toma de conciencia de enfermedad podrían ser beneficiosas para los psicópatas.
Las terapias cognitivo-conductuales parecen ser ligeramente más efectivas que las psicoanalíticas. Estas terapias abordaron cuestiones como pensamientos sobre uno mismo, sobre los demás y sobre el mundo. De esta forma, se tratan algunos de los rasgos característicos más disfuncionales. Cuando el terapeuta combina el enfoque cognitivo-conductual y el enfoque centrado en el insight se alcanzan tasas de éxito terapéutico aún mayores.
Se ha probado también el uso de comunidades terapéuticas, pero sus resultados son sólo un poco superiores a los del grupo control. Esto no es sorprendente, pues las comunidades terapéuticas tienen poco contacto directo entre terapeuta y cliente, que es lo que el psicópata realmente necesita.
El uso de medicación para tratar síntomas y conductas propias de la psicopatía, a falta de un mayor número de ensayos clínicos, es prometedor. Lamentablemente la precariedad metodológica de los estudios al respecto y el reducido número de artículos no permiten extraer conclusiones finales sobre esta cuestión.
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Desmontando el mito
No es necesario creer fervientemente en los resultados de los estudios para darse cuenta de que la psicopatía está lejos de ser intratable. A pesar de que no disponemos de programas específicos que aborden todos los aspectos disfuncionales del psicópata, sí tenemos herramientas terapéuticas para terminar con las conductas más desadaptativas. Si estos beneficios terapéuticos se mantienen en el tiempo es algo que queda en el aire.
Uno de los problemas fundamentales que ocurre en el tratamiento de la psicopatía, igual que en otros trastornos de la personalidad, es que es infrecuente que el cliente quiera acudir a terapia. E incluso en el extraño caso de que acuda por voluntad propia, con frecuencia son resistentes al cambio. Al fin y al cabo le vamos a pedir al paciente que introduzca una serie de cambios en su personalidad que no son en absoluto fáciles de poner en práctica y amenazan a su propia identidad.
Con estos pacientes es necesario hacer un intenso trabajo de conciencia de enfermedad y motivación para el cambio previo a la propia terapia. Este esfuerzo extra desgasta tanto al paciente como al terapeuta, que con frecuencia termina por abandonar o etiquetar injustamente al paciente de intratable. Lo cierto es que si no podemos cambiar a un psicópata es sólo porque aún no hemos hallado la manera de conseguirlo.
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