La mayor parte de la gente utiliza la palabra antisocial para referirse a las personas a las que les cuesta, no les gusta o no parece gustarles relacionarse. Básicamente se emplea como sinónimo de persona retraída y selectiva.
Sin embargo, en psicología el término antisocial se emplea para designar algo completamente diferente, un tipo de trastorno conocido como trastorno de personalidad antisocial que tiende a vincularse a comportamientos contrarios a las normas sociales e incluso a las leyes, ignorando los derechos ajenos en favor de los propios.
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Los trastornos de la personalidad
A lo largo de nuestro desarrollo, los seres humanos vamos construyendo poco a poco nuestra identidad. Durante la infancia, la adolescencia y la juventud probamos y adquirimos valores, creencias, ideologías o incluso apariencias que permiten que finalmente acabemos encontrando quiénes somos, formando un yo que querríamos ser y configurando un modo de ver, pensar y actuar en el mundo. Este patrón continuado y relativamente estable de forma de ser es lo que denominamos personalidad.
Sin embargo, en muchos casos la personalidad que se configura a lo largo del ciclo vital resulta extremadamente desadaptativa, siendo un elemento muy inflexible y continuo que causa sufrimiento a la persona y le dificulta su integración en la vida social, laboral y personal.
El estudio de estos patrones desadaptativos de comportamiento, que se pasan a considerar trastornos de la personalidad debido al elevado nivel de desadaptación y malestar que provocan en sí mismos o en el entorno, ha generado diferentes categorías según los patrones de pensamiento, emoción y comportamiento que tengan quienes lo padecen.
Generalmente se dividen en tres grandes grupos o clústeres, compartiendo entre sí varias características en común. Dentro del cluster A se encuentran patrones comportamentales considerados excéntricos y los trastornos que formarían parte de él serían el trastorno paranoide, esquizoide y esquizotípico.
En el clúster C se agrupan los trastornos de la personalidad que incluyen comportamientos temerosos y ansiosos como en el caso del trastorno por evitación, por dependencia y obsesivo-compulsivo de la personalidad.
El cluster B agrupa trastornos caracterizados por la presencia de dramatismo, emotividad y/o inestabilidad. Entre ellos encontramos los trastornos de la personalidad límite, el narcisista, el histriónico o el que hoy nos ocupa, el trastorno antisocial de la personalidad.
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Trastorno de personalidad antisocial
El trastorno de la personalidad antisocial es un patrón de comportamiento caracterizado por la inatención y violación de los derechos ajenos en favor de los propios, que aparece antes de los quince años de edad. Este desprecio puede manifestarse a partir de conductas de diverso tipo, incluyendo comportamientos criminales penados por ley.
A nivel de personalidad se observa que quienes presentan este trastorno suelen tener un bajo nivel de amabilidad y de responsabilidad, cosa que de manera conjunta facilita que se metan en disputas con otros individuos y con el sistema.
Por lo general, estas personas son ambiciosas e independientes; se trata de individuos con poca tolerancia a la frustración, poca sensibilidad a los sentimientos de los demás y un muy elevado nivel de impulsividad. Actúan sin pensar en las consecuencias de sus actos tanto para ellos mismos como para los demás.
Al igual que ocurre con los psicópatas, muchos de ellos son personas extravertidas y tienen un considerable encanto y facilidad de relación, pero solo a nivel superficial. Tienden a poseer características narcisistas, considerando su bienestar por encima del del resto, y es frecuente que usen el engaño y la manipulación para conseguir sus objetivos.
Estas personas tienen un estilo de vida inestable, debido a que tienen grandes para hacer planes de futuro y considerar las repercusiones de sus acciones. Es por ello que en general son irresponsables y les cuesta hacerse cargo de aquello que suponga un compromiso, cosa que junto con el resto de características antes mencionadas provoca que las personas con trastorno de la personalidad antisocial presenten graves problemas de adecuación a la sociedad teniendo dificultades a nivel personal, laboral y social.
Todo ello provoca que sea frecuente que padezcan problemas depresivos, tensionales y adicciones a diferentes sustancias o actividades. Si bien este trastorno facilita la realización de conductas criminales, es necesario tener en cuenta que esto no implica que todos los criminales sean antisociales ni que todos los antisociales sean criminales.
Posibles causas
Como ocurre con el resto de trastornos de personalidad, establecer las causas del trastorno de personalidad antisocial es un proceso complejo que requiere tener en cuenta una gran variedad de variables, habida cuenta de que la personalidad es un elemento que se va construyendo de forma continua a lo largo del desarrollo.
Si bien no se conocen sus causas concretas, se han establecido una gran variedad de hipótesis más o menos aceptadas.
1. Hipótesis biológicas
Los estudios llevados a cabo con gemelos y individuos adoptados muestran la presencia de un cierto componente genético, transmitiendo algunas características de personalidad que pueden provocar que se acabe generando el trastorno.
Las características de este trastorno hacen pensar en problemas de activación frontal y prefrontal, las áreas que regulan la inhibición de los impulsos y rigen procesos como la planificación y la previsión de resultados.
En personas con trastorno de personalidad antisocial se ha detectado además que se da una activación menor de lo habitual en la amígdala. Teniendo en cuenta que este área del sistema límbico rige las respuestas aversivas como el miedo, elemento que conduce a la evaluación negativa de una situación y por tanto permite inhibir un impulso, ello podría conducir a la dificultad para frenar la conducta de la cual hacen gala las personas con este tipo de personalidad.
2. Hipótesis psicosociales
A un nivel más psicosocial, resulta frecuente que quienes padecen trastorno de personalidad antisocial tienden a haber vivido una infancia en que han tenido modelos parentales poco eficaces, en entornos conflictivos o excesivamente permisivos.
Es común que tengan padres que les son hostiles, abusen de ellos o los maltraten. Así, con estos tipos de modelos pueden terminar asumiendo que ejercer su voluntad está por encima de otras consideraciones, cosa que replicarán en la adultez.
También se han encontrado casos en el extremo opuesto: con padres ausentes o excesivamente permisivos los niños terminan aprendiendo a que siempre pueden hacer su voluntad, y que reaccionan de forma vengativa ante el cese o amenaza a que ello acabe.
Otro elemento a tener en cuenta es que el trastorno antisocial de la personalidad puede venir antecedido por otro tipo de trastorno conductual en la infancia: el trastorno disocial. Si bien no ocurre en todos los casos, haber tenido un trastorno disocial en la infancia multiplica el riesgo de que de adulto el individuo termine desarrollando el trastorno antisocial.
Algunos autores consideran que el problema de base es enlentecimiento del desarrollo cognitivo, que impide que sean poco capaces de ponerse en el rol de otras personas y ver el mundo desde perspectivas diferentes a la suya.
Tratamientos aplicados
El tratamiento de los trastornos de personalidad en general es complicado, ya que se trata de configuraciones que incluyen comportamientos y modos de ver y actuar que se han ido adquiriendo y reforzando a lo largo de toda la vida. Además, las personas suelen considerar que es su forma de ser, de modo que no suelen querer cambiarla a menos que perciban que les provocan un malestar excesivo.
En el caso del trastorno de personalidad antisocial, los tratamientos suelen tener una complicación más, y es que el tratamiento suele venir impuesto o bien por los seres cercanos o bien por vía judicial tras cometer un delito. Así, el sujeto en cuestión no suele mostrarse cooperativo al verlo como una imposición externa, no aceptando en general la necesidad de tratamiento.
En terapia, el manejo de estos casos exige que se le plantee al paciente no solo lo que se pretende conseguir y cómo hacerlo, sino especialmente hacerle consciente de la necesidad de cambio y las ventajas y desventajas que éste le supondría en su vida.
En la medida de lo posible el terapeuta ha de ser capaz de hacerse ver como alguien respetable y cercano que no pretende imponer su autoridad, evitando una posible resistencia por parte del paciente y facilitando el establecimiento de una buena relación terapéutica.
El paso por la psicoterapia
Es frecuente la aplicación de terapia cognitiva (concretamente la terapia cognitiva breve con orientación dialéctica, basada en la terapia dialéctica de Linehan), en las que se emplean sesiones de entrenamiento en las cuales se tratan habilidades de consciencia, de efectividad interpersonal, de regulación emocional y de tolerancia a la frustración.
Se busca en un primer momento despertar el interés por las consecuencias a largo plazo del tratamiento y hacer comprender cómo afecta en los demás la propia conducta para luego intentar aumentar el interés en el bienestar de los demás, También terapias comunitarias y en grupo parecen resultar de cierta ayuda.
Otros elementos útiles pasan por hacer narrar al paciente su historia vital, pues esto puede ayudar en gran medida a ayudarle a observar los sucesos que le han acontecido de forma distinta y a reflexionar sobre su vida. El trabajo en la capacidad de empatía, si bien complicado para este tipo de pacientes, puede ser incrementado mediante ejercicios como la inversión de roles.
También resulta de ayuda la psicoeducación al entorno cercano del sujeto, de cara a ayudar a establecer límites en el comportamiento y de tener mayor capacidad de afrontamiento de la situación.
¿Tratamientos farmacológicos?
A nivel farmacológico no hay un tratamiento específico para el trastorno de personalidad antisocial. Esto es debido, entre otras cosas, a que los patrones conductuales asociados a esta condición están tan instauradas en el día a día de la persona que un acercamiento basado en el reduccionismo de actuar sobre ciertos circuitos cerebrales so llega a abarcar toda la magnitud de este fenómeno. fin de cuentas, parte del trastorno está también en el modo en el que la persona establece relaciones con los demás, y estas refuerzan este tipo de comportamientos poco adaptativos a causa de sus expectativas.
Sin embargo puede ayudar administrar sustancias que mantengan estable el estado de ánimo, como algunos antidepresivos (es frecuente el uso de ISRS). Por supuesto, esto no soluciona el problema en su totalidad, sino que puede ser un complemento.
A pesar de ello se ha de procurar tener en cuenta que este tipo de trastorno se asocia con cierta frecuencia al consumo de sustancias psicoactivas, no siendo rara la aparición de adicciones.
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