Nuestro cerebro está conformado por dos hemisferios unidos mediante un haz de fibras nerviosas que conforman el cuerpo calloso. Gracias a esta estructura ambos hemisferios pueden intercambiar información y, junto con la actuación de otras zonas cerebrales, podemos ser conscientes de nuestro propio cuerpo.
Sin embargo, cuando esta estructura falla o se lesiona puede aparecer un extraño desorden conocido como síndrome de la mano ajena por el cual la persona es incapaz de controlar los movimientos de su propio brazo y mano que pueden ser experimentados como ajenos o, incluso, como poseídos.
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¿Qué es el síndrome de la mano ajena?
También conocido como “síndrome de la mano extraña”, “síndrome de la mano alienígena” o “síndrome del dr. Strangelove”, este extraño trastorno de origen neurológico se distingue por ocasionar en la persona que lo sufre todo tipo de movimientos involuntarios e incontrolados en una de las extremidades superiores.
Además, otra de las particularidades del síndrome de la mano ajena es la sensación de extrañeza que la persona siente con respecto a dicha extremidad. Es decir, el paciente experimenta una personificación del brazo y de la mano, los cuales le parece que tienen vida propia.
La primera vez que se describió este síndrome fue en el año 1908. El célebre médico de orígen alemán Kurt Goldstein descubrió estos extraños síntomas en pacientes que habían sido sometidos a una comisurotomía. Esta intervención consiste en realizar un corte en el cuerpo calloso y era propio de los tratamientos para epilepsias muy graves, con el objetivo de evitar que dichos ataques se extiendan de un hemisferio cerebral a otro.
Clasificación clínica
Existen dos tipos diferentes de síndrome de mano ajena, los cuales se diferencian en relación a las causas y correlatos anatómicos de este síndrome.
1. Variante aguda del síndrome
Una de las formas en las que se manifiesta el síndrome es la variante aguda, que se debe a daños en el cuerpo calloso que provocan cambios temporales en el área motora suplementaria. Se hipotetiza que estos daños se deben a una retracción hemisférica durante la comisurotomía.
Esta variante aguda se caracteriza por movimientos más intensos y exagerados, pero de corta duración.
2. Variante crónica
La segunda forma que adopta el síndrome de la mano ajena es la variante crónica. La causa de esta se debe a una lesión en el cuerpo calloso, así como lesiones en el área motora suplementaria, la cual se encuentra situada en el lóbulo frontal medial.
¿Qué síntomas aparecen?
El cuadro clínico propio del síndrome de la mano ajena posee dos síntomas fundamentales. Estos síntomas son:
Disociación
Sensación de disociación de la extremidad afectada. La persona cree firmemente que dicho brazo no es parte de su cuerpo y que, por lo tanto, no puede ejercer ningún control sobre los movimientos de este. No obstante, se conserva la sensibilidad táctil por lo que, aunque la persona no puede controlarlo, sí puede sentir todo aquello que le ocurre a la extremidad.
Ausencia de control de los movimientos
El paciente no es consciente de los actos que realiza el brazo y la mano afectadas. Es decir, la persona no se da cuenta cuando la extremidad está realizando cualquier tipo de movimiento, indiferentemente de lo complicado o exagerado que sea.
En muchos casos, los movimientos realizados por la extremidad considerada ajena causan interferencias con los movimientos o las acciones que lleva a cabo la extremidad sana. Además, esta alteración neurológica disocia la intención de la acción por lo que los impulsos de la mano ajena son totalmente opuestos a los de la mano sana.
El contexto influye
Tras la observación de casos, se ha detectado que estas “extremidades ajenas” tienden a reaccionar en respuesta a estímulos cercanos como objetos llamativos que se encuentren a su alcance. De ahí que se hipotetice que el comportamiento de estas extremidades se encuentre guiado por estímulos contextuales.
La intensidad de los síntomas puede variar de manera fluctuante. En situaciones altamente estresantes o de mucha ansiedad, el cuadro clínico del síndrome de la mano ajena tiende a incrementarse tanto en cantidad como en intensidad.
Finalmente, estos síntomas pueden llegar a provocar un gran número de efectos secundarios psicológicos y emocionales. Esta sintomatología asociada puede ir desde sensación de confusión y ansiedad, hasta experimentación de temor y crisis de miedo o pánico. Sin embargo, las consecuencias psicológicas pueden variar mucho entre pacientes puesto que muchos de ellos aprenden a vivir con este tipo de desorden.
¿Qué causas tiene?
Tal y como se mencionaba anteriormente, el origen del síndrome de la mano ajena se encuentra en una lesión del cuerpo calloso. Esta estructura es la encargada de unir y transmitir la información entre ambos hemisferios cerebrales, así como asegurarse de que ambos trabajen de manera coordinada.
No obstante, existen numerosas investigaciones que apuntan hacia la idea de que este síndrome no puede ser explicado solamente mediante este tipo de lesión, sino que seguramente también se debe a algún tipo de daño cortical o de lesión en el lóbulo frontal.
Estos daños cerebrales pueden ser debidos a numerosos incidentes, tales como masas tumorales, aneurismas cerebrales, traumatismos craneoencefálicos o por cirugías cerebrales como la ya mencionada comisurotomía.
¿Cuál es el diagnóstico?
Debido a que el síndrome de la mano ajena posee unas causas exclusivamente orgánicas, su diagnóstico se fundamenta casi exclusivamente en la elaboración de una historia clínica y en una exploración física exhaustiva.
Las pruebas que el facultativo debe llevar a cabo para un diagnóstico efectivo de este trastorno incluyen pruebas de neuroimagen, tales como tomografías axiales computerizadas (TAC) o resonancias magnéticas nucleares. Estas técnicas permiten valorar el estado del sistema nervioso y la gravedad de las lesiones cerebrales.
¿Existe un tratamiento?
Por el momento no se ha elaborado ningún tipo de protocolo de tratamiento eficaz para el síndrome de la mano ajena. Cuando esta afección es causada por lesiones cerebrales asociadas a tumores o aneurismas, el tratamiento de estas debería disminuir la sintomatología de este síndrome.
No obstante, se puede realizar un tratamiento sintomatológico para los síntomas psicológicos. Además, el paciente puede someterse a un entrenamiento mediante el cual puede mantener ocupada la extremidad afectada y así reducir la cantidad de movimientos indeseados.