El déficit de atención e hiperactividad (o TDAH) es un trastorno del neurodesarrollo que se diagnostica especialmente durante la infancia, centrándose en este periodo de edad la mayor parte de literatura científica sobre la cuestión.
Pese a ello, el 85% de los niños con TDAH continúa manteniendo los síntomas en la adolescencia, y el 60% persiste en la vida adulta (momentos en los que aumentan los casos certificados en población femenina, igualándose el ratio entre los sexos).
Debido a que la niñez y la adolescencia son periodos con particularidades evolutivas concretas, por los hitos madurativos que son inherentes a ellos, resulta de enorme interés conocer la expresión del TDAH en la adolescencia.
En este artículo hablaremos sobre qué es el TDAH y abordaremos el modo en que se manifiesta a nivel clínico, mostrando su evolución en el proceso que conduce de la niñez a la adolescencia (así como las implicaciones que pudieran derivarse).
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Qué es el TDAH
El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo que se expresa en forma de inatención y/o hiperactividad. Las personas que lo padecen pueden cumplir únicamente uno de los dos síntomas, o bien satisfacer los criterios diagnósticos previstos para ambos. Seguidamente procedemos a describir el modo en que uno y otro se manifiestan en la infancia, pasando en lo sucesivo a exponer el rostro que suelen adoptar al cruzar el umbral de la adolescencia.
Inatención
La inatención suele detectarse con facilidad cuando el niño accede a la escuela. Los profesores, y también los propios padres, pueden advertir que este no se concentra el tiempo suficiente para finalizar sus actividades escolares con éxito, obviando detalles necesarios o expresando tedio durante su realización. Asimismo, cuando se reclama su atención responde de modo tal que pareciera no estar escuchando lo que se le dice, como si aquello en lo que piensa absorbiera todos sus recursos cognitivos.
Se aprecia también una peculiar dificultad para seguir instrucciones y mantener el interés por aquellas actividades que requieren proyectar el foco atencional de forma sostenida. La atención se dispersa con facilidad ante estímulos externos que no se relacionan con la tarea en curso, suponiendo interrupciones frecuentes que alargan las obligaciones y reducen el tiempo de esparcimiento. También puede comportarse de modo olvidadizo o despistado, desatendiendo sus propiedades o perdiéndolas.
Hiperactividad
La hiperactividad se muestra como una activación conductual excesiva en contraste a lo que resultaría esperable en la situación objetiva de la que el niño participa. Por ejemplo, puede juguetear durante el tiempo en el que debería permanecer sentado, moviendo los brazos o los pies de forma inquieta. También puede levantarse de su asiento en momentos inapropiados o recurrir a actividades molestas como corretear, canturrear o incluso trepar; para satisfacer una aparente necesidad de movimiento.
Además de la actividad motriz, el niño con TDAH puede hablar de un modo locuaz, interrumpiendo el turno de los demás y emitiendo palabras a un ritmo tan acelerado que afecta a su capacidad para comunicarse. La conducta de juego también se ve afectada sustancialmente, de forma tal que le resulta difícil implicarse en actividades compartidas manteniendo la tranquilidad. Esta circunstancia puede suponer una de las primeras experiencias de rechazo interpersonal en la infancia.
Otras particularidades
Manuales diagnósticos (como el propio DSM en su quinta edición) sugieren que, para realizar el diagnóstico de TDAH, la sintomatología ha de presentarse antes de los 12 años. Asimismo, esta debe hacerse extensible al menos a dos contextos (hogar, escuela, etc.) e interferir ostensiblemente en el normal desarrollo de las actividades familiares o académicas. También es clave descartar el diagnóstico de otro posible problema de salud mental (como la esquizofrenia infantil).
TDAH en la adolescencia
Pese a lo relevante de la cuestión, son relativamente escasos los estudios que han orientado su foco de interés hacia la expresión clínica del TDAH en la adolescencia. Esta etapa del desarrollo resulta extremadamente importante para afianzar vínculos sociales extrafamiliares, tomar decisiones respecto al futuro, conformar la identidad, descubrir la sexualidad y en definitiva construir los cimientos sobre los que se erigirá la persona durante los años venideros.
Por ello resulta esencial conocer el modo en que el TDAH podría limitar, o acaso dificultar, la adquisición exitosa de tan relevantes hitos evolutivos. Especialmente por el hecho de que existe amplia evidencia empírica sobre la posible permanencia de los síntomas en esta transición entre ambos periodos vitales, aunque sujetos a “transformación” como resultado de la interacción entre la experiencia de vida, las exigencias del entorno y la efervescente maduración del sistema nervioso central.
El acceso a las tecnologías de la información y la comunicación, el manejo de las expectativas (a veces contradictorias) de la familia y las amistades e incluso el inicio de las primeras relaciones íntimas, pueden verse comprometidos por los retos que el TDAH impone para quien lo padece. Tampoco es infrecuente que concurran dificultades adicionales en el área de la salud mental, como trastornos anímicos y de ansiedad, los cuales requieren una atención especializada e independiente.
En las líneas siguientes ahondaremos sobre el modo concreto en el que se expresa el TDAH en la adolescencia. Nos centraremos únicamente en las complicaciones más importantes que pueden llegar a surgir, aunque resulta necesario destacar que en absoluto tienen por qué presentarse todas ellas, y que actualmente disponemos de estrategias terapéuticas eficaces dirigidas a paliar sus efectos. Sirva el presente texto para orientar en la detección y estimular la búsqueda de soluciones eficaces.
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1. Impulsividad
Uno de los obstáculos más importantes para confirmar el diagnóstico de TDAH en la adolescencia es el hecho de que la hiperactividad, el síntoma que con más facilidad permite inferir la presencia del trastorno durante la infancia, tiende a suavizarse al adentrarse en este periodo. Así, puede ser sustituido por conductas impulsivas, que se confunden o camuflan en el cúmulo de expectativas que la sociedad deposita sobre los adolescentes.
La corteza prefrontal es una región anatómica del cerebro relativamente reciente en términos evolutivos y filogenéticos. Una de sus funciones más relevantes se asocia a la inhibición de impulsos, así como a la tolerancia de la frustración. Esta zona del sistema nervioso finaliza su maduración en la segunda década de la vida, por lo que muchos adolescentes presentan déficits en estas funciones ejecutivas. El efecto, no obstante, puede ser todavía más acusado en aquellos con diagnóstico de TDAH.
Existen evidencias de que el TDAH en la adolescencia se puede expresar mediante una dificultad especial para tomar decisiones sopesando las posibles consecuencias futuras, lo que acaba traduciéndose en un mayor erratismo en el momento de elegir itinerarios curriculares u opciones laborales. También es muy importante agudizar la atención sobre otras conductas impulsivas, por el riesgo físico que entrañan, como el consumo de sustancias o la participación en actividades sexuales de riesgo.
2. Dificultades en la planificación
EL TDAH en la adolescencia puede manifestarse a nivel cognitivo, además de con la referida impulsividad, a través de dificultades específicas para planificar el futuro y trazar planes de acción que dirijan la conducta propositivamente hacia una meta. En este sentido, es común que las responsabilidades propias se asuman bordeando el límite temporal del que se disponía para su realización, o que se siga una secuencia de pasos sin la lógica suficiente para el desarrollo óptimo de la intención.
3. Relaciones sociales inestables
Los adolescentes con TDAH pueden mostrar una conducta interpersonal vapuleada por la inestabilidad, de modo tal que llegan a abandonar sus relaciones con gran facilidad. También se muestran a menudo muy impacientes, lo que puede traducirse en interrupciones constantes a los compañeros, los padres y los profesores. Todo ello, junto a una posible tendencia a “perder los estribos”, contribuye de una manera decisiva a la aparición de conflictos en el contexto familiar y académico.
El rechazo de los grupos sociales puede darse con cierta frecuencia también en la adolescencia, prolongándose un problema social cuyo germen pudo brotar en la misma infancia, y atentando consecutivamente contra el modo en que la persona se percibe a sí misma. El ostracismo del grupo de referencia, como una consecuencia más del desconocimiento sobre cuestiones esenciales de la salud mental, facilita la aparición de problemas del estado de ánimo y ansiedad en personas con TDAH.
4. Dificultad para mantener la atención
A medida que aumentan las exigencias académicas, los adolescentes con TDAH pueden percibir sobrepasadas sus capacidades atencionales y mostrar dificultades en su rendimiento. Este hecho se acentúa ante tareas repetitivas, que requieran un exceso de detalle o que sean valoradas como tediosas o poco interesantes. Por ello pueden cometer diversos errores durante su confección, llegando a un punto en el que se evidencia una preferencia explícita por dejarlas inacabadas.
Esta dificultad para mantener el foco atencional se hace extensible, también, a las relaciones sociales. Durante el proceso comunicativo, la persona con TDAH puede sentirse distraída por pensamientos ajenos a la conversación en curso, de modo tal que perciba carencias para apresar el contenido de los mensajes y responder de forma congruente con ellos. En algunas ocasiones se observan dificultades para mantener el interés en una película, un libro u otra obra audiovisual; especialmente cuando no dispone de opciones para interactuar.
5. Problemas laborales
La vida laboral, al igual que la académica, también puede verse comprometida como resultado del diagnóstico de TDAH, especialmente en los casos en los que este se mantiene al llegar a la edad adulta. Existen estudios que sugieren una preferencia por trabajos en los que predominen las dimensiones físicas, en oposición a los que requieren habilidades de corte cognitivo. Además, pueden precisar de ayuda para gestionar el tiempo y organizar la agenda de sus responsabilidades laborales.
Al igual que en las relaciones sociales, también puede advertirse cierta tendencia a abandonar los empleos cuando estos exceden los recursos de afrontamiento, o ante el hecho de ser considerados como poco gratificantes.
6. Comorbilidades de salud mental
Los adolescentes con TDAH pueden presentar otros problemas de salud mental con efectos sumativos a los de su trastorno del neurodesarrollo; y que se erigen como una consecuencia tanto de sus síntomas nucleares como de las consecuencias del mismo sobre las relaciones sociales, el desarrollo académico, la vida familiar y la autoimagen. Los más comunes son los trastornos de ansiedad, la depresión mayor y el abuso o dependencia de sustancias.
Es importante asumir que el TDAH puede prolongarse hasta la adolescencia, de un modo que muchas veces pasa inadvertido, pero que puede menoscabar seriamente las opciones para construir una vida plena de significado. Por ello resulta siempre recomendable consultar con un profesional de la salud mental en caso de albergar dudas sobre la presencia de esta condición y/o de las comorbilidades que pueden acompañarla.
Referencias bibliográficas:
- Brahmabat, K., Hilty, D., Hah, M., Han, J., Angkustsiri, K. y Schweizer, J. (2016). Diagnosis and Treatment of ADHD during Adolescence in the Primary Care Setting: Review and Future Directions. Journal of Adolescence Health, 59(2), 135-142.
- Katzman, M., Bilkey, T., Chokka, P. y Fallu, A. (2017). Adult ADHD and Comorbid Disorders: Clinical Implications of a Dimensional Approach. BMC Psychiatry, 17(1), 302.
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