Ahí están otra vez: los nervios que se instalan en tu estómago, las manos frías, los pensamientos de “seguro me saldrá mal otra vez” justo antes de hablar frente a otras personas.
No es un simple susto, sino esa mezcla de angustia, inseguridad y ganas de salir corriendo. Quisieras que nadie te mirara, que no se note el temblor en tu voz ni el sudor en tus manos. Te da miedo que se te olvide todo, que alguien note tu inseguridad y sientes que nunca vas a salir de ese ciclo.
¿Te pasa? Descuida, que hoy vamos a hablar de cómo manejar ese miedo escénico que tantas veces nace de nuestras inseguridades y de lo que vivimos en el pasado.
Qué es realmente el miedo escénico
Hablar frente a otras personas, dar una clase, presentar un trabajo o subirte a un escenario puede parecer algo cotidiano para algunas personas, pero para muchas otras se convierte en un reto enorme. El miedo escénico es esa sensación intensa de ansiedad que aparece cuando sentimos que todos los ojos están puestos en nosotros. Y aunque parezca exagerado, el cuerpo lo vive como si estuviera frente a una amenaza.
Ese miedo suele estar conectado con experiencias anteriores: momentos en los que nos sentimos juzgados, avergonzados o poco capaces. Tal vez te pasó en la escuela, cuando te trabaste al leer y alguien se rió. O en el trabajo, cuando tu presentación no salió como esperabas. Sin darte cuenta, guardaste esa incomodidad y cada vez que enfrentas una situación parecida tu cuerpo recuerda lo mal que lo pasaste y reacciona igual.
También influye el deseo de hacerlo perfecto. Nos exigimos tanto que terminamos presionándonos más de la cuenta. Y, claro, cuando todo se convierte en una prueba de valor personal, el miedo se dispara. Lo curioso es que, mientras más intentamos controlarlo, más se nota.
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Señales de que el miedo escénico te está afectando
Hay un nerviosismo “normal” antes de hablar en público, pero cuando la ansiedad se vuelve protagonista, es fácil notarlo. Cada persona lo vive a su manera, pero hay señales comunes que muestran que el miedo está tomando más espacio del que debería. Entre ellas, las siguientes:
- Tensión en el cuerpo: sientes el cuello o los hombros rígidos, la mandíbula apretada o las manos tensas.
- Palpitaciones o respiración agitada: el corazón va a mil y cuesta tomar aire con normalidad.
- Temblores o sudoración: el cuerpo actúa como si estuvieras frente a un peligro real.
- La mente en blanco: por más que estudiaste, de pronto no recuerdas nada.
- Pensamientos negativos antes de empezar: anticipas el desastre incluso antes de intentarlo.
- Ganas de evitar la situación: inventas excusas o buscas que otra persona hable por ti.
- Autocrítica excesiva después: repasas cada error, minimizas los aciertos y sientes que fue un desastre aunque no lo fue.
Reconocer estas señales es entender que ese miedo no está ahí para molestarte, sino para avisarte que hay algo que necesita atención.Además, vale recordar algo: no es cuestión de etiquetarte como una persona “tímida” o “miedosa”, sino que simplemente estás experimentando una reacción que tu cuerpo aprendió con el tiempo. Y, sí, se puede desaprender.
Cómo trabajar ese miedo escénico
Superar el miedo escénico no se logra de la nada, pero se puede aprender a manejarlo. La idea no es eliminar los nervios, sino lograr que no te dominen, y para eso hay que mirar más allá del momento de hablar: se trata de cómo te relacionas contigo cuando te expones frente a otros.
A continuación, compartiremos algunas formas reales y útiles para empezar a abordarlo:
1. Mira de frente tu historia, pero sin quedarte en ella
Muchas veces, lo que nos asusta hoy no tiene tanto que ver con el presente, sino con algo que ya vivimos. Tal vez fue una burla, una humillación o una situación donde te sentiste torpe. Mirar hacia atrás con compasión y entender que eso ya pasó te ayuda a soltar parte de la carga. Lo que te dolió fue real, pero no tiene que seguir marcando tus reacciones ahora. Puedes elegir escribir una historia distinta.
2. Deja de verte como alguien que está siendo evaluado
Cuando hablas en público, tu mente tiende a decirte que todos están atentos para notar tus errores. Pero, aunque no lo sientas así, la mayoría de las personas no está ahí para juzgarte. Su atención está en lo que dices, no en cómo respiras o si se te tiembla una mano. Si cambias el enfoque de “voy a demostrar que valgo” a “voy a compartir algo que puede servir”, todo se siente más liviano.
3. Calma el cuerpo para que la mente te siga
El miedo escénico no vive solo en la cabeza. También se manifiesta físicamente. Por eso, aprender a respirar despacio, inhalar por la nariz y exhalar por la boca varias veces antes de hablar ayuda muchísimo. También puedes mover el cuerpo, sacudir los brazos, estirar el cuello o caminar un poco. Cuando el cuerpo se relaja, la mente baja su ritmo.
4. Ensaya sin volverte esclavo del control
Prepararte da seguridad, claro. Pero si ensayas mil veces buscando que todo salga perfecto, puedes aumentar tu ansiedad. Practica, sí, pero con intención de familiarizarte con tu contenido, no de recitarlo palabra por palabra. Grábate, mírate, pide a alguien que te escuche. Y si en el momento olvidas algo o improvisas, no pasa nada. La gente suele conectar más con la naturalidad que con la exactitud.
5. Cuida cómo te hablas
Lo que te dices antes y después de presentarte puede ayudarte o hundirte. Si te repites que seguro te vas a equivocar o que no sirves para esto, estás preparando el terreno para el pánico.
Prueba con frases más realistas y amables: “Siento nervios, pero he preparado esto”, o “si me trabo, puedo seguir”. Esta es una buena forma de entrenar tu mente para no convertirse en tu propio enemigo.
6. Acércate al miedo, no lo esquives
Evitar presentarte puede darte alivio momentáneo, pero a largo plazo hace que el miedo crezca. En cambio, si te expones poco a poco, vas demostrando a tu cerebro que puedes con eso. Empieza con algo pequeño: hablar frente a un grupo de amigos, hacer una reunión corta, participar en una clase. Con cada intento, el miedo pierde fuerza porque ya no lo estás alimentando con evitación.
7. Bájale un poco al perfeccionismo
Querer hacerlo bien está bien, pero exigir hacerlo impecable es una trampa. Nadie espera que seas un orador u oradora perfecta. Si te equivocas, sigues. Si te tiembla la voz, continúas. La gente no recordará tus errores, sino tu autenticidad. Cuando dejas de pelear con la idea de fallar, ganas libertad. Y desde ahí, es más fácil conectar con los demás.
8. Busca apoyo si el miedo entorpece tu camino
Hay momentos en los que la ansiedad se vuelve demasiado fuerte, y ahí no pasa nada si decides buscar ayuda profesional. Un terapeuta o un coach puede ayudarte a entender el origen de tu miedo y darte herramientas específicas para trabajarlo. También existen grupos de práctica o talleres donde puedes aprender y equivocarte sin miedo.

Ester Fernández
Ester Fernández
Psicologa - Coach . Colegiada 16900
Por último, recuerda que el miedo escénico no es un enemigo al que hay que derrotar, sino una parte tuya que intenta protegerte. Entenderlo, escucharlo y aprender a manejarlo te devuelve el control.
Así que la próxima vez que sientas ese cosquilleo antes de hablar, respira, acomódate y recuerda que estás compartiendo algo que puede servir y que no tienes que hacerlo a la perfección. Cuando logras eso, el miedo deja de dominarte y empieza a acompañarte, sin robarte el protagonismo.


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