De acuerdo a las investigaciones de Sonja Lyubumoirsky, autora del libro La ciencia de la Felicidad, las circunstancias de nuestra vida, como el lugar en que nacimos o el trabajo que tenemos, determinan nuestra felicidad únicamente en un 10%.
El otro 50% depende de nuestra herencia genética y el 40% restante depende de lo que pensamos y la forma en que actuamos deliberadamente. Ese es el factor decisivo y donde se encuentra nuestro rango de acción.
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Herencia Genética (50%)
Es innegable que el porcentaje que se lleva la genética es realmente importante. Cuando hablamos de herencia genética hablamos de la química de nuestro cerebro. Un complejo sistema de nervios, neuronas, sinapsis y varias sustancias bioquímicas como la serotonina, la dopamina y la oxitocina son las que generan las sensaciones de placer y felicidad que experimentamos en el cerebro.
Estas reacciones químicas fueron moldeadas evolutivamente para promover la supervivencia y reproducción de la especie. De ahí la sensación placentera que genera el sexo o la aceleración de nuestra respiración cuando sentimos miedo: nuestro cuerpo se está preparando para escapar.
Pero la química individual de cada uno viene determinada en gran medida por la herencia que recibimos de nuestros padres biológicos. De ahí que se considere un factor de riesgo para la depresión contar con padres que hayan atravesado la misma enfermedad.
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Las circunstancias externas (10%)
El hecho de ser rico o pobre, saludable o no saludable, casado o divorciado, hermoso o sencillo, conducir un automóvil nuevo o viejo, no representan más que un diez por ciento. Esto explica por qué algunos niños de barrios marginales pueden ser tan o más felices que los millonarios del primer mundo. Las "cosas" y otras circunstancias simplemente no tienen mucho impacto en la felicidad.
¿Por qué las circunstancias representan tan poco?
Por una fuerza muy poderosa que los psicólogos llaman "adaptación hedonista".
Al principio, reaccionamos con fuerza a los cambios de circunstancias, pero, con el tiempo, sus impactos emocionales pierden fuerza. Damos por sentadas las cosas buenas. En otras palabras, nos adaptamos. Sin duda has experimentado esto en tu propia vida. La emoción inicial de una nueva casa, auto o aumento de sueldo es maravillosa, pero el disfrute rara vez dura más de unas semanas.
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Actividad intencional (40%)
Este porcentaje se refiere a nuestro comportamiento: lo que hacemos y cómo pensamos. Las personas más felices, en este sentido, son las que se involucran en generar comportamientos que aumenten su felicidad, como pasar tiempo con su familia, practicar el optimismo, hacer ejercicio regularmente, saborear los placeres de la vida, vivir el momento presente o expresar gratitud por lo que tienen.
Esto nos pone en un lugar de ventaja. Ese 40% sigue siendo bastante influyente. De ahí que la clave de la felicidad no esté en cambiar tus genes (lo cual es imposible) ni en cambiar tus circunstancias (lo cual es difícil y poco práctico), sino en cambiar lo que haces y cómo piensas.
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La felicidad requiere esfuerzo
A muchos de nosotros nos resulta difícil aplicar la noción de esfuerzo a nuestra vida emocional o mental.
Considere cuánto tiempo y compromiso dedican muchas personas al ejercicio físico, ya sea ir al gimnasio, trotar, kickboxing o yoga. La investigación revela que si deseamos una mayor felicidad, debes hacerlo de manera similar. En otras palabras, ser más feliz de forma duradera exige hacer algunos cambios permanentes en nuestra forma de pensar y actuar (léase: no de nuestras circunstancias) que requieren esfuerzo y compromiso todos los días de tu vida.
Las 12 actividades para la felicidad respaldadas por la ciencia, que se extraen del libro “La ciencia de la Felicidad” de la experta Sonja Lyubomirsky nombra las siguientes:
- Expresar gratitud.
- Cultivar el optimismo.
- Evitar el pensamiento excesivo y la comparación.
- Practicar la amabilidad.
- Practicar actos de bondad.
- Fomentar y cuidar las relaciones sociales.
- Desarrollar estrategias para afrontar el estrés.
- Perdonar.
- Cultivar las experiencias de flujo (Flow en inglés).
- Saborear las alegrías de la vida, aunque sean simples o pequeñas.
- Practicar la espiritualidad (no necesariamente la religión).
- Cuidar tu cuerpo: Practicar la actividad física y la meditación.
La práctica que reúne a todas las actividades para la felicidad: La atención plena
Una serie de estudios llevados a cabo en la Universidad de Rochester se centró en las personas que practicaban la atención plena con regularidad. Resulta que tales individuos son modelos de una salud mental floreciente.
En relación con la persona promedio, es más probable que sean felices, optimistas, seguras de sí mismas y satisfechas con sus vidas, y menos propensas a estar deprimidas, enojadas, ansiosas, hostiles, cohibidas, impulsivas o neuróticas.
¿Cómo practicarla?
La práctica informal no requiere tomarse ningún tiempo de su día; simplemente haces lo que estás haciendo actualmente de manera consciente. A esto lo llamamos alimentación consciente, cocina consciente, ducha consciente o desplazamientos conscientes. Hagas lo que hagas, le prestas toda tu atención y no piensas en otra cosa más que en lo que estás realizando, lo cual te ancla al presente.
Cuando te pierdes en tus pensamientos, vuelves a centrar tu atención en la tarea que tienes entre manos. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero esa es la esencia.
La práctica formal es la meditación, una actividad en la que buscamos focalizar la atención en el momento presente a través de distintas técnicas como la respiración, el escaneo corporal progresivo, los mantras, etc.
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