Cuántas veces en tu día a día piensas, muy para ti mismo/a, sin compartirlo con nadie: ¿es esto la vida?
En la rutina diaria, subes, bajas, entras, sales, estás en el quehacer diario del día a día. Y todo va bien, al menos como debe ir. Y sigues viviendo día tras día. Pero puede haber también momentos en los que te sientes al límite. Instantes diminutos en los que -casi sin (querer) darte cuenta- no encuentras un sentido. Sientes que no puedes más. Quieres escapar de la realidad.
Es el día a día que te arrastra, y que no crees que pueda cambiar. Es una realidad que te demanda ocuparte de lo que ocurre: el trabajo, la pareja, la familia, y también los niños -si los tienes…
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Es la realidad que, en ocasiones, abruma
Es la misma realidad que te lleva -casi sin darte cuenta- a seguir. ¡Claro que sí! ¡Hay que seguir! Porque tú puedes.
Y solo en instantes muy precisos, esos momentos en los que no puedes más y se impone el sentir, entonces sientes… caes en la cuenta de que sientes, y ¡sí que sientes! Aunque sea solo hacia adentro, porque no lo compartes con nadie, ¡es algo tan íntimo, tan tuyo! Y en esa milésima de segundo en el que te permites y puedes sentir, entonces te dejas llevar y el sentir te absorbe y te das cuenta de que algo no va bien (solo para ti, mismamente). Y muy en secreto -también solo para ti- sabes que no estás viviendo lo que quieres, no estás viviendo la vida que quieres.
Te das cuenta de que lo que está pasando está pasando, y para ti también es algo, pero no es lo que quieres. Y por una milésima de segundo sientes que lo que estás notando no es lo que deseas realmente. Lo que estás experimentando no es ‘vivir’. Lo que estás haciendo es solo ´sobrevivir´.
Y sigues en la vida, sobreviviendo. Sobrevives a lo que te ocurre. Sobrevives a la vida misma. Y sigues hacia adelante, porque una parte de ti quiere y como persona te dices a ti misma que lo mereces, porque tú lo vales, porque tú puedes. Aunque a veces cueste, aunque en ocasiones guste menos, pero siempre sigues hacia adelante, animándote, superándote, creyendo que vale la pena. Y sonríes. Y sigues mirando hacia adelante. Y lo que ven los demás es que estás bien.
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No estás solo/a
Todos sobrevivimos a una realidad que hacemos nuestra. La “realidad” es lo que tú sientes mientras vives… A pesar de que se entienda que la realidad es una, tu vida sí que es una, única y tú solo tienes que “cumplir” únicamente con ella, con tu vida. Nos confundimos con lo que nos imponen como lo ‘normal’, lo socialmente aceptado y valorado. Si esto no existiera: ¿Qué es lo que tú sentirías?
Tu realidad es un momento a momento en el que puedes ser, en el que puedes estar, tal cual lo sientes: con tus subidas de ánimo, con tus bajadas también, con el sentimiento de no querer seguir o con el sentir que puedes con todo. Tú eres todo eso.
El vivir en sociedad nos impone ciertas “normas”. Pero no olvidemos que es gracias a nuestra diferenciación que esa sociedad es posible. No se trata de olvidar o postergar quien tú eres. Se trata de aceptar que eres un ser único e irrepetible. Ahí precisamente está nuestra grandeza.
La sociedad en la que vivimos nos incita a mantener la "compostura", a mostrar lo que se espera de nosotros: es un ´cumplir´ con lo que es “lo normal”; nos demanda a lidiar con lo que está afuera, a responder, a solucionar, a “poder con todo”. Nos impone “hacer” para ser lo que se espera que seamos. Nos empuja a no ceder a lo que sentimos, a lo que realmente está ocurriendo por dentro…
Alia Pérez
Alia Pérez
Psicóloga y Psicoterapeuta de Pareja e individual.
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Concluyendo...
No se trata de tenerlo todo, sino de entender y sentir qué es lo que realmente queremos. No se trata de tener o no tener, sino de qué quiero en realidad porque encaja con quien soy.
Es el escucharnos lo que realmente puede liberarnos y así hacernos sentir más felices.
Dime, ¿y tú qué tienes que decirte?