Es muy probable que sepas jugar al ajedrez. Es un juego difícil, pero es bastante común saber los movimientos básicos, e incluso alguna que otra jugada. Se trata de un juego para el que se necesita prudencia, estrategia y raciocinio, y por ello muchos expertos lo recomiendan para ejercitar nuestra mente.
Lo que es también muy probable es que desconozcas el origen de este juego. No te preocupes, es normal. Sus orígenes son bastante confusos y, aunque existe un consenso sobre su antecesor directo, el chaturanga indio, todavía se desconoce cuándo y por qué nació.
En este artículo vamos a intentar desentrañar los misterios del chaturanga, el hermano mayor de nuestro ajedrez actual.
El chaturanga indio y los orígenes del ajedrez
El poema persa Shahnamé, más conocido en nuestro idioma como El libro de los reyes, fue escrito por el poeta Ferdouní hacia el año 1.000 d.C. En él se cuenta la historia de Persia desde la creación del mundo hasta la invasión musulmana, y recoge además una curiosa leyenda: la historia de cómo y por qué nació el chaturanga o el ajedrez antiguo.
La leyenda cuenta que el rey había muerto y sus hijos querían enfrentarse en una lucha encarnizada para alcanzar el trono. Alarmados por el inevitable derramamiento de sangre, unos ancianos les propusieron dirimir sus diferencias sobre un tablero. Los príncipes accedieron. Así, sobre una enorme tabla de madera de teca y marfil, se dispusieron una serie de piezas, que los príncipes debían mover cuidadosamente para hacerse con la victoria. De ese modo, podrían luchar por el ansiado trono sin derramar una sola gota de sangre. Esa es la leyenda, pero ¿qué hay de la verdad? ¿Qué evidencias históricas tenemos de este hermano mayor del ajedrez moderno?
Según algunos autores, ya en el Majábharata (siglo III a.C) se encuentran referencias al chaturanga, pero estas son bastante confusas. Por otro lado, existen otros cuatro documentos muy antiguos en los que se encuentran menciones al chaturanga indio. El primero de ellos es el poema de amor conocido como Vasavadatta, escrito en sánscrito hacia el siglo VII. En el poema encontramos una referencia confusa a un juego donde las piezas tienen forma de ranas verdes y amarillas, lo que, a priori, no tiene mucho que ver con el chaturanga.
Otra de las fuentes históricas que lo mencionan, esta vez de forma mucho más clara, es el Jarsha-Charita, también en sánscrito y también del siglo VII, que cuenta la vida del emperador Harsha. En el texto se hace referencia a la increíble paz que vivió la población bajo este rey; la absoluta ausencia de guerra causaba tedio a los hombres de la guerra, que se entretenían jugando al chaturanga.
Podemos ver, pues, que desde el principio se le considera un juego de carácter guerrero. Alrededor del año 600 encontramos ya al chaturanga en Persia, puesto que el Karnamak, un texto persa, menciona a un rey que se distrae con este juego. Sin embargo, la fuente persa que más manifiestamente hace referencia al chaturanga es el Chatrany-namak, en el que se especifican las piezas, pero no se concretan sus movimientos.
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“Las cuatro partes” de un ejército
El chaturanga es originario de la India. En ello concuerdan tanto las fuentes persas como las musulmanas, que adaptaron el juego, aunque con pocos cambios. Para los persas era el chatrang; para los árabes, el ash-shatranj, nombre que, en última instancia, dio origen al acedrex medieval y a nuestro ajedrez moderno. El juego viajó de la India hacia Europa por la Ruta de la Seda. Primero llega a Persia; según el ya citado Chatrany-namak, a través de una embajada india. Más tarde, con la conquista de Persia por los árabes, se expande por el mundo musulmán y llega, finalmente, a la Europa medieval.
El nombre en sánscrito, chaturanga, quiere decir, literalmente, “las cuatro partes” o “los cuatros miembros” (de chatur, “cuatro”, y anga, “miembro”). Se sabe que en la India del siglo VII el vocablo hacía referencia también al ejército, que constaba de 4 miembros o divisiones: la infantería (es decir, los soldados de a pie), la caballería, los elefantes y los carruajes. Es precisamente esta división la que refleja el primitivo juego del chaturanga; un fiel reflejo de un campo de batalla en el que se enfrentan dos ejércitos.
Según H.J.R Murray, autor de un interesante estudio sobre los orígenes del ajedrez, el chaturanga indio era un juego de guerra donde el campo de batalla era el tablero (conocido como ashtapada). De igual forma que en el ajedrez moderno, para conseguir la victoria cada uno de los dos jugadores no puede usar otra cosa que no sea su propia lógica y su raciocinio. Es por ello por lo que muchos historiadores creen que los orígenes del chaturanga se debieron más a una educación militar que a un pasatiempo.
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Y ¿cómo se jugaba al chaturanga?
En las fuentes persas se citan las piezas, pero no los movimientos. Los que sí registraron las reglas del juego fueron los árabes. Probablemente, esta versión (el ash-shatranj) ofreciera discrepancias con el original indio, pero los historiadores creen que estas serían más bien pocas.
Siguiendo de nuevo a H.J.R Murray, y también al campeón de ajedrez Harry Golombek (que secunda muchas de sus teorías), el tablero del chaturanga no estaba marcado, como sí lo están nuestros tableros de ajedrez actuales. Sí que existirían algunas marcas de color que no tendrían ningún uso y que serían, probablemente, herederas de juegos anteriores al chaturanga y que se jugaban sobre el mismo tablero.
Parece ser que el juego siempre fue para dos jugadores, que manejaban las piezas de los dos ejércitos enfrentados sobre el tablero. Existía, sin embargo, una versión para cuatro jugadores, denominada chaturaji, que en un principio se creyó que precedía a la versión para dos. Actualmente se sabe que el chaturaji es una variante del chaturanga.
Las piezas, así como los movimientos, son asombrosamente parecidas a las del ajedrez actual. Primero, estaría el rajá (el rey), que sería decisivo para la partida, puesto que matar esta pieza significaba, como ahora, el fin del juego. Además del rey, estaría el ministro o consejero, llamado mantri en sánscrito, que equivaldría a la actual reina. Los dos elefantes (gaja) serían los antecesores del alfil, mientras que los dos carros (rat-ha) sería nuestras torres. Finalmente, encontraríamos dos caballos (ashwa) y ocho soldados de infantería (padati), el equivalente a nuestros peones.
Llama la atención la inexistencia de una figura femenina tanto en el chaturanga indio como en el chatrang persa. Tampoco encontramos indicios de la reina en el ash-shatranj árabe. ¿Cuándo apareció, pues, esta pieza?
La aparición y el auge de la dama
La reina o la dama no aparece hasta que el chaturanga indio llega a la Europa medieval. Allí se convierte, como ya hemos comentado en otro apartado, en el acedrex, y es entonces, y solo entonces, cuando el consejero o ministro es sustituido por la reina. El uso de esta pieza se generalizó durante todo el siglo XII, coincidiendo con poderosas figuras femeninas como Leonor de Aquitania y Blanca de Castilla.
El fenómeno se entiende si consideramos que, durante la Edad Media europea, las esposas de reyes y nobles gozaban de un estatus político mucho mayor del que generalmente se les supone. En ausencia de sus maridos, eran ellas las que tomaban las riendas del feudo, por lo que, en cierta manera, hacían las funciones prácticas que en el mundo persa y árabe hacía el ministro o consejero. Los cambios en el chaturanga indio y sus adaptaciones a la realidad europea demuestran que la mujer, aún con sus limitaciones, tenía mucha mayor consideración de la que creemos.
En el poema Scachs d’amor (El ajedrez del amor), escrito en el siglo XV, se describe una partida de acedrex donde la dama se mueve ya con los movimientos actuales. El poema compara los movimientos de la dama y el rey con el cortejo de Marte y Venus, y deja muy claro que, cuando la dama es aniquilada por el enemigo, la partida está perdida. No deja de ser curioso cómo el ascenso de la pieza de la dama o reina, especialmente en la Península Ibérica, coincide con Isabel la Católica, una de las reinas más poderosas del siglo XV.
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