En el mundo del tenis profesional, especialmente en adolescentes, es común encontrar casos de bloqueo mental en momentos críticos como los tie-breaks. La ansiedad, el miedo al juicio externo y la presión por rendir pueden desviar el enfoque y afectar el rendimiento.
En este artículo te comparto una experiencia real desde el coaching deportivo, en la que ayudé a un joven tenista profesional a recuperar su confianza y reenfocar su mente en los puntos decisivos.
El peso silencioso de las miradas
En el tenis, como en muchos deportes individuales, la mente juega un papel tan determinante como la técnica. Hace poco trabajé con un tenista adolescente, ya profesional, que venía experimentando bloqueos durante los partidos, especialmente en los tie-breaks y puntos decisivos.
Su problema no era físico ni técnico. Era mental. En los momentos más importantes, cuando debía confiar plenamente en su juego, su enfoque se fragmentaba. Pensamientos como "¿qué van a decir si fallo?", "me están observando todos", "tengo que hacerlo bien porque mi equipo espera mucho de mí" se volvían protagonistas en su mente. El miedo al juicio ajeno se colaba entre cada punto.
La trampa del pensamiento tóxico
En nuestras sesiones descubrimos cómo estos pensamientos lo llevaban a un espiral tóxico. El razonamiento era más o menos así: “Tengo que hacerlo bien porque me están mirando. Si no lo hago bien, van a pensar que no soy suficiente. Como tengo que hacerlo perfecto, me presiono. Como me presiono, me tenso. Como me tenso, no puedo jugar con fluidez. Y como no fluyo, cometo errores. Y si cometo errores... me van a juzgar”.
Este ciclo se repetía una y otra vez. Cuanto más quería evitar el fallo, más se alejaba del estado mental necesario para rendir al máximo. Su juego se volvía forzado, controlado, lleno de dudas. Y lo más importante: dejaba de disfrutar.
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¿Y si los juicios no vienen de afuera?
En una de nuestras conversaciones más potentes, hicimos una pausa y le pregunté: “¿Quién exactamente te está juzgando?”. Pensó. Dudó. Respondió: “Mi coach, el equipo, el público...”. Volví a preguntar: “¿Qué es lo que piensas que ellos dirían si fallas?”. Lo que me dijo no fueron palabras de otros, sino palabras suyas.
Fue entonces cuando lo ayudé a ver que el verdadero juicio no venía del exterior, sino de sí mismo. Lo que pensaba que otros dirían era, en realidad, un reflejo de lo que él mismo se decía cuando fallaba. Estaba proyectando su autoexigencia, su crítica interna, en los demás. Y ese descubrimiento fue clave.
La conciencia como primer paso
A partir de ahí comenzamos un proceso de conciencia activa. Le propuse preguntas de valor para que se observara sin juicio: ¿Qué me estoy diciendo cuando fallo? ¿De dónde viene esa exigencia? ¿Cuál es la intención positiva detrás de querer hacerlo perfecto? ¿Y qué pasaría si me permito equivocarme?
Estas preguntas no buscaban respuestas rápidas. Buscaban abrir espacio interno, ganar perspectiva y soltar la presión autoimpuesta. Porque muchas veces, lo que nos bloquea no es el error, sino la idea de que no tenemos permiso para equivocarnos.
Reconectar con las fortalezas
Después de tomar conciencia del origen de sus pensamientos, hicimos un ejercicio centrado en sus fortalezas. Le pedí que identificara qué lo hacía un buen jugador más allá del resultado. No hablamos de ganar o perder. Hablamos de su disciplina, su capacidad de adaptación, su temple en momentos complejos, su espíritu competitivo.
Al recordar todo lo que sí tenía, comenzó a recuperar una visión más completa de sí mismo. La autoconfianza no se construye solo con victorias, sino con la claridad de quién eres incluso en medio del error.
Fortaleciendo la autoestima en competencia
Además, hicimos un ejercicio específico de autoestima. No para inflar el ego, sino para devolverle a este joven tenista la conexión con su valor personal. Le recordé que su valor no depende de un punto ganado o perdido. Que él ya es valioso por el simple hecho de estar ahí, dándolo todo, trabajando día a día en su crecimiento.
Al integrar esta idea, la presión bajó. La necesidad de impresionar se fue transformando en ganas de expresarse. Su juego comenzó a fluir más, a sentirse más ligero, más propio. Y lo más importante: volvió a disfrutar competir.
Conclusión: el juego interno es el verdadero partido
Este proceso me recordó, una vez más, que en el deporte de alto rendimiento la competencia más exigente no siempre está al otro lado de la red. Muchas veces, el verdadero partido se juega dentro de la cabeza y el corazón del atleta.
Si tú también te has sentido bloqueado, si el miedo a decepcionar te paraliza o sientes que estás jugando para otros y no para ti, detente un momento. Observa tu diálogo interno. Pregúntate si los juicios que temes realmente vienen de fuera... o de dentro.

Daniel Miskiewicz Perdigon
Daniel Miskiewicz Perdigon
Master en Coaching Deportivo
Recuerda que el enfoque no es ausencia de pensamientos, sino la capacidad de decidir a cuál pensamiento le vas a dar tu atención. Y cuando eliges centrarte en lo que tienes, en lo que eres y en lo que disfrutas, tu juego cambia. Tu mente se libera. Y tú, simplemente, vuelves a jugar.
¿Te sentiste identificado? Si eres tenista o atleta de alto rendimiento y te cuesta mantener el enfoque en momentos decisivos, o el miedo al juicio te bloquea, el coaching deportivo puede ayudarte.