Elvira ya no sabe qué hacer. Tiene una hija de 6 años que constantemente le pide su opinión: ¿Me pongo la diadema rosa o la de flores? ¿Pantalón o falda? ¿Hago danza o baloncesto? ¿Jugamos a pintar o a las cartas? Parecen preguntas inofensivas, pero a menudo esconden inseguridades y baja autoestima, según los expertos. ¿Cómo se pueden identificar?
“Si siempre está preguntando tu opinión sobre lo que decide, si está todo el rato queriendo imitar o hacer lo mismo que sus compañeros, o si todas sus decisiones van más orientadas a contentar que a disfrutar, es que su autoestima no es suficientemente alta”, afirma a Psicología y Mente la experta en crianza Sara Noguera (@kimudi_crianza en redes) y autora del libro Ser madre es fácil, cuando no tienes hijo (Bruguera, 2023).
Explorando la baja autoestima infantil
La psicóloga infantil Nuria García Alonso de la Torre, del centro Ayudarte Psicología, coincide en que las indecisiones pueden ser una señal de alarma, pero también invita a prestar atención al vocabulario de los niños: “En su lenguaje hay muchas pistas. Expresiones como ‘no valgo’, ‘soy tonto’ o ‘no lo sabré hacer’ deben tenerse en cuenta”, afirma. Determinadas actitudes como la tristeza, la irritación y el mal humor sin motivo aparente serían otros aspectos clave a tener en cuenta.
La baja autoestima empieza a detectarse a partir de los 4 años, que es cuando se dan las primeras conversaciones “bidireccionales y fluidas”, y aunque las razones de esa falta de confianza son complejas, Noguera asegura que parte de la responsabilidad la tiene la sociedad actual: “Están siendo unos años de mucha vulnerabilidad informativa. Llegan muchas cosas sin filtro. Metemos a los pequeños en conversaciones adultas y ellos no son capaces de discernir cuál información es buena y cuál no, y al final todo esto les acaba afectando”.
Para esta experta en crianza, es clave evitar las comparaciones, y no solo las que hacemos con nuestros hijos, sino las que realizamos entre nosotros mismos: “Si tú te estás comparando con otros, ellos también lo harán. No hay que olvidar que son esponjas y lo absorben todo”.
También es importante, dice, dar más valor a lo que se tiene que a lo que ven en los demás, y pone un ejemplo: “En lugar de estar diciéndoles todo el rato lo guapos que son, es mejor decirles lo generosos que han sido haciendo las cosas de determinada manera”. La autoestima puede verse afectada por muchas cuestiones y no hay una fórmula mágica para blindarla, pero sí hay aspectos que ayudan a fomentarla, según las expertas consultadas:
- Autonomía, libertad y responsabilidad: sentirse útil es sentirse seguro.
- Evitar comparaciones: no hay que comparar a los niños con otros ni compararse los adultos con el resto.
- Empoderar: animar a los hijos, pero sin celebrar todo lo que hacen. En caso contrario, se dan cuenta y puede generarse el efecto contrario.
- Mostrar sus fortalezas y cualidades: ¿Por qué sus amigos son sus amigos? ¿Por qué el profesor ha valorado su trabajo? Algo bueno deben tener o deben haber hecho.
- Hacer actividades artísticas: todo lo que tiene que ver con la expresión e interacción favorece un autoconcepto correcto y positivo.
- Realizar deporte al aire libre: cuando se está en contacto con la naturaleza, el ser y los sentidos se regulan internamente.
La adolescencia, un capítulo aparte
Aunque la autoestima se construye entre los 4 y los 7 años, es en la adolescencia cuando se detecta una mayor falta de confianza. Durante esta etapa tiene que ver con la presión social, los cambios corporales, los hormonales “y tantísimas otras cosas incontrolables”, señala Noguera. En este sentido, considera que la mejor opción es “acompañar y no invalidar”.
“Si tu hijo o hija te dice que se ve feo, no hay que decirle que no está feo, es preferible preguntarle por qué se ve así” y, sobre todo, no infravalorar su sentimiento, añade García Alonso de la Torre. “Si creen que tienen los muslos gordos, no hay que decirles que tampoco son tan gordos”, insiste.
La psicóloga infantil destaca la importancia de que los adultos vigilen el tipo de comentarios que realizan sobre el aspecto físico de los adolescentes: “Se hacen sin maldad, simplemente porque no sabemos relacionarnos con ellos y lo hacemos a partir de una crítica”, acepta, pero deja claro que “frases como ‘no te han salido pelos todavía’ o ‘vaya aparatos (ortodoncia) te han puesto’” es mejor evitarlas.