En la actualidad, se pueden observar cada vez más jóvenes y adultos que, en su infancia, tuvieron que sobre-adaptarse para sobrellevar la situación que estaban viviendo en aquel momento.
Debido al contexto, fueron niños que no pudieron vivir una infancia desde el juego, la socialización y la baja responsabilidad, generando de esta forma lo que en psicología llamamos “niños-adultos”.
¿De qué hablamos cuando aludimos al término niño-adulto?
Nos referimos a aquellos niños cuya infancia ha sido omitida como etapa de la vida. Etapa que engloba jugar, socializar, ir al colegio, comer, dormir, sentirse amados, cuidados y refugiados.
Cuando la infancia no puede vivirse de tal forma por diversas causas, el niño tiende a ser demasiado maduro para su edad, con una jerga adulta, pensamiento adulto, movimientos y expresiones que no corresponden al infante, como así también, pueden carecer de iniciativa y creatividad.
El niño debe ser niño. Es decir, no debe preocuparse por cuestiones económicas, la salud física y emocional de los padres, el cuidado de los hermanos, ni atender a las necesidades hogareñas. Cuando esto ocurre, adopta responsabilidades que exceden su nivel madurativo, generando como mencionamos, una sobreadaptación.
Ahora bien, tendemos a pensar a los “niños adultos” en situaciones que engloban carencias económicas, sociales, situaciones de guerra, trabajo infantil, etc. Sin embargo, el abanico es mucho mayor. La sobreadaptación también puede generarse en aquellos niños que en apariencia lo tienen todo, pero en el silencio radica el conflicto. Ellos son responsables de cuidar, responder y sostener a aquellos padres que por carencia no pueden.
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¿Qué rol ocupan los padres en los niños-adultos?
Son padres que no pueden cumplir con la función de parentalidad (cuidarlo, educarlo, hacerlo sentir seguro, protegerlo, hacerlo sentir valioso). En otras palabras, no logran responder a las necesidades emocionales del niño.
Puede ser que ocurra que uno o ambos padres se encuentre ausente, haya abandono físico o emocional, vínculos intermitentes (padres que están y no están presentes en tiempo de calidad) o bien, por abuso y violencia.
Tienden a ser niños que se desenvuelven en hogares donde los padres independientemente de la causa, no pueden cumplir el rol psicológico de padre o madre. Por ejemplo, un hogar donde la madre es maltratada por el padre. El niño, frente al sufrimiento de su madre, adopta un rol adulto defendiendo a su madre frente a los ataques, cuidando de sus hermanos de los mismos, responsabilizándose de si mismo para “no traer más problemas a casa”. Otro ejemplo, es cuando fallece uno de los padres, y el niño asume un rol de madre o padre, frente a sus hermanos y a la organización del hogar, responsabilizándose nuevamente de si mismo y del entorno, cuando madurativamente no tiene la capacidad para hacerlo.
Las neurociencias han demostrado que los malos cuidados en etapas tempranas de la vida generan cambios a nivel neurobiológico y que en la vida adulta tendrán consecuencias sobre la manera de reaccionar frente al estrés y la ansiedad.
El niño crece con el término “responsabilidad”, ocupándose de todos aquellos que deberían cuidarlo, repercutiendo de esta forma, en el futuro adulto.
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¿Cómo es el “niño adulto” en la adultez?
Son personas que tienden a desarrollar relaciones asimétricas, de índole dependiente, donde ocupan roles de madre o padre en la relación, debido a que a lo largo de su vida han aprendido a vincularse desde el cuidar y responsabilizarse por el otro.
Estos adultos se encuentran con amores que los necesiten, tal cual los necesitaban en la infancia, ya que aprendieron a sentirse amados por ser necesitados. Encuentran perfiles de personas infantiles, problemáticas, desordenadas, muchas veces sin rumbo, y de esa forma el adulto que antes fue “niño adulto” encuentra su sentido en la relación: ser el responsable de que la pareja pueda volver a sentirse bien y encaminarse.
En otras palabras, se convierten en adultos que en sus relaciones buscan controlar, salvar o rescatar a las personas a las que quieren, sin que esta se lo pida, generando de esta forma, una relación frustrante.
El adulto que fue “niño adulto” necesita ser necesario para alguien. No sabe cómo relacionarse sin ayudar o sin querer salvar, en consecuencia, no sabe ocuparse de sí mismo. Tiende a tener un amor propio muy bajo debido a que no puede hacerse cargo de su propia de vida, por poner por delante la de los demás.
Victoria Bistotto
Victoria Bistotto
Licenciada en Psicología
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¿El adulto que en su infancia ha sido un “niño-adulto” puede aprender a amar distinto?
Claro que sí. No podemos cambiar la historia, porque la misma sirve para comprender el presente, y desde allí, poder modificar patrones, conductas y pensamientos que engloban la forma de vincularnos. Mediante un proceso terapéutico, nos adentramos en poder resignificar los vínculos, para generar de esta forma, relaciones más simétricas, reciprocas, saludables y no dependientes, para que, de esta forma el adulto pueda amar no por necesidad, sino por amor.
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