¿Por qué al crecer dejamos de creer en la Magia?

En la infancia tendemos a creer en la magia, pero al crecer, pasamos a ser escépticos. ¿Por qué?

¿Por qué al crecer dejamos de creer en la Magia?

La infancia es a menudo recordada por la influencia que tiene el asombro y la maravilla. Cada rincón de la vida infantil alberga la posibilidad de lo mágico: criaturas fantásticas, aventuras extraordinarias y sueños que desafían las leyes de la realidad. Sin embargo, a medida que atravesamos diferentes etapas del desarrollo de la vida, ese vínculo especial con las creencias mágicas parece desvanecerse. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué dejamos de creer en la magia al crecer?

Cuando somos pequeños, cualquier actividad puede entenderse bajo el prisma mágico. Los ojos de un niño capturan destellos de lo extraordinario en lo cotidiano, y la creencia en lo imposible es tan natural como el palpitar del corazón. Sin embargo, a medida que crecemos, parece que nos convertimos en seres más racionales y que únicamente confiamos en aquello de lo que tenemos certeza que es real.

En este artículo, vamos a explorar cómo este encantamiento inicial de la vida se desvaneces, explorando los caminos del desarrollo cognitivo, la influencia de la cultura y la sociedad, y la intersección entre la ciencia y la tecnología en la pérdida de esta conexión mágica.

La magia de la infancia

La infancia, ese período efímero en el que la magia parece desplegarse en cada rincón del mundo, es un capítulo inigualable e inolvidable de la vida humana. Durante la infancia, experimentamos y descubrimos el universo con ojos curiosos, sin las restricciones impuestas por la lógica y el escepticismo. La magia se convierte así en una realidad palpable, tejida en el día a día y con influencia cotidiana sobre los niños y su entorno.

Los momentos mágicos de la infancia son numerosos y variados. Desde la simple creencia en hadas, duendes y los reyes magos, hasta la fascinación por cuentos de hadas y mitos. Los niños viven en ocasiones prácticamente inmersos en un mundo en el que lo imposible se entrelaza con lo real. Las muñecas y los juguetes cobran vida en la imaginación, los amigos invisibles son confidentes leales y cada día puede presentarse como una nueva aventura esperando a desplegarse. La conexión natural de los niños con la imaginación es evidente en su capacidad para crear mundos enteros en sus mentes, donde los límites de lo posible son amplios y flexibles. En estos reinos imaginarios, la magia no es una excepción, sino la norma. Los niños, en su inocencia, no solo aceptan la magia, sino que la esperan con una anticipación contagiosa.

Es importante entender que esta relación íntima con lo mágico no solo se limita a los cuentos de hadas y las criaturas fantásticas. La magia está presente también en pequeños rituales diarios, como soplar las velas de una tarta de cumpleaños pidiendo un deseo, o dejar un diente de leche bajo la almohada para el Ratoncito Pérez. La magia, en la infancia, no es solo un fenómeno externo; es una fuerza interna que impulsa la maravilla y la emoción.

No obstante, afrontar este periodo de creencia mágica, tan arraigado en la infancia, enfrenta desafíos a medida que los niños crecen y se enfrentan a nuevas experiencias y expectativas. Pero, ¿cómo evoluciona esta conexión con lo mágico a medida que nos embarcamos en el viaje hacia la adultez?

Desarrollo cognitivo y racionalidad

A medida que los niños avanzan en su desarrollo, una transición sutil comienza a transformar su percepción del mundo. El pensamiento lógico y racional, elementos cruciales para el entendimiento del entorno, comienzan a tomar protagonismo. Este proceso, esencial para la madurez cognitiva, marca un cambio significativo en la relación con la magia.

Durante la infancia, la lógica y la magia coexisten en una danza encantadora. Sin embargo, el progreso cognitivo trae consigo la capacidad de discernir entre lo real y lo imaginario. Los niños, antes propensos a aceptar la magia sin reservas, comienzan a cuestionarla a medida que desarrollan habilidades críticas y capacidad de análisis. La educación, si bien es esencial para el desarrollo intelectual, a menudo actúa como un catalizador en este cambio. Las aulas promueven la lógica y la evidencia, y aunque son fundamentales, pueden dar paso a la pérdida de la capacidad de abrazar lo mágico. Los cuentos de hadas y las fantasías, antes aceptados con alegría, son reemplazados por explicaciones racionales y científicas.

El proceso de racionalización también se ve influido por la presión social para comportarse "como un adulto". La sociedad, en su afán de promover la responsabilidad y la madurez, a menudo desalienta las manifestaciones de creencia en la magia. Las risas ante la idea de duendes y unicornios reemplazan las sonrisas cómplices de la infancia. La magia, entonces, se convierte en una víctima indirecta del crecimiento. A medida que la mente se afianza en el mundo tangible y medible, el terreno fértil para la magia se ve invadido por la maleza de la realidad.

Sin embargo, este cambio no implica necesariamente una pérdida total. En lugar de abandonar por completo la magia, ¿podría ser posible mantener un equilibrio entre la lógica y la imaginación en la vida adulta?

La influencia cultural y social en el crecimiento

La influencia de la cultura y la sociedad se alza como un elemento determinante en la pérdida de la magia al crecer. Las creencias colectivas y las expectativas sociales a menudo moldean la manera en que percibimos el mundo, desencadenando un desvanecimiento gradual de la conexión con lo mágico.

Desde temprana edad, la sociedad imprime en nosotros nociones predefinidas sobre lo que es real y aceptable. Los cuentos de hadas y las leyendas, que una vez sirvieron como fuente de inspiración y asombro, a menudo son relegados a la categoría de "fantasías infantiles" a medida que nos adentramos en la adolescencia. La presión por conformarse a las expectativas adultas nos insta a abandonar las creencias consideradas propias de la infancia.

La magia, percibida como una forma de escapismo, enfrenta a menudo el escrutinio de una sociedad que valora la racionalidad y la lógica. La mirada crítica hacia aquellos que aún encuentran encanto en lo mágico puede provocar que muchos opten por ocultar sus creencias o, peor aún, abandonarlas por completo en un intento de encajar en el molde social establecido. Las tradiciones y mitos que enriquecían la vida cotidiana en la infancia ceden espacio a una realidad más pragmática. La magia, en este contexto, es relegada a los márgenes de la vida adulta, a menudo reservada para momentos de entretenimiento superficial o para un público específico.

El papel de la ciencia y la tecnología

A medida que avanzamos en la era de la ciencia y la tecnología, el papel de estos campos en la pérdida de la creencia en la magia se torna innegable. La explicación científica de fenómenos que antes se consideraban mágicos disminuye el misterio y desencanta la percepción del mundo que nos rodea.

La ciencia, con su capacidad para descifrar los secretos de la naturaleza, a menudo desmitifica lo que una vez se consideró inexplicable. Fenómenos como el eclipse solar, que podrían haber sido interpretados como eventos mágicos en el pasado, ahora son comprendidos y explicados detalladamente por la ciencia. Aunque este conocimiento enriquece nuestra comprensión del mundo, también puede restarle el halo de misterio y asombro que caracteriza a la magia.

La tecnología, por otro lado, transforma la forma en que experimentamos la realidad. Los avances tecnológicos nos han brindado herramientas para simular mundos virtuales y crear efectos visuales asombrosos, llevando la magia a la pantalla, pero alejándola de la experiencia personal y cotidiana. La maravilla de lo mágico a menudo se relega a los confines de la ficción, dejando poco espacio para su manifestación en la vida diaria.

Recuperando la magia en la adultez

A pesar de los desafíos que enfrenta la creencia en la magia al crecer, la posibilidad de mantener viva esa chispa mágica en la vida adulta no está totalmente perdida. La magia, lejos de ser exclusiva de la infancia, puede encontrar un lugar significativo en la vida diaria de aquellos dispuestos a buscarla.

Algunos adultos han descubierto la clave para preservar la magia al integrarla conscientemente en sus vidas. Esto puede manifestarse a través de la creatividad, la exploración de nuevas experiencias o la apertura a lo inexplorado. La capacidad de asombrarse ante lo desconocido, de encontrar belleza en lo simple y de permitirse soñar, son vías que pueden conducir a la recuperación de la magia.

Además, actividades como la lectura de literatura fantástica, la práctica de la meditación o la participación en rituales y tradiciones pueden actuar como puentes que conectan con la esencia mágica de la existencia. Estos actos no solo mantienen viva la conexión con lo extraordinario, sino que también nutren la imaginación y la creatividad, proporcionando una válvula de escape en la rutina adulta.

Conclusiones

Recuperar la magia en la adultez no implica un retorno a la inocencia infantil, sino más bien un redescubrimiento consciente de la capacidad humana de maravillarse y asombrarse. En este equilibrio entre la racionalidad y la magia, los adultos pueden encontrar una fuente inagotable de inspiración y una renovada apreciación por la belleza que yace en lo mágico, aunque a menudo esté velada por las responsabilidades diarias. La búsqueda de la magia en la vida adulta, lejos de ser una huida de la realidad, puede ser una valiente afirmación de la capacidad humana para encontrar lo extraordinario incluso en los aspectos más comunes de la existencia.

  • Subbotsky, E. (2011). The Ghost in the Machine: Why and How the Belief in Magic Survives in the Rational Mind. Human Development, 54, 126–143.

Psicólogo

Javi Soriano es graduado en Psicología por la Universidad de Valencia y está acabando un Máster en Investigación Psicosocial. Le interesa todo lo que tiene que ver con las personas y la sociedad, pero le encanta leer y escribir sobre temas relacionados con el género, la sexualidad y las minorías. Es una persona muy curiosa a la que le encantan los debates y aprender de los demás.

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