Es muy probable que hayas escuchado la frase aquella que dice que un automóvil de carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia. Se incluye en el primer manifiesto del movimiento futurista, publicado en la revista francesa Figaro en enero de 1909. La frase sigue siendo curiosa aún en pleno siglo XXI, cuando ya hemos dejado muy atrás el concepto de belleza clásica.
¿Quiénes eran los futuristas? ¿Cuál fue el contexto en el que surgieron? En este artículo vamos a esbozar una breve historia del futurismo y de sus principales artistas.
¿Qué es el futurismo?
A finales del siglo XIX, triunfa en Italia el llamado “verismo social”, que realiza una cruda denuncia a la situación de la clase obrera. Es la época del anarquismo y de las convulsiones sociales, que hacen temblar los cimientos de la burguesía.
En este clima de lucha y enfrentamiento, unos jóvenes, la mayoría provenientes de círculos anarquistas y comunistas, deciden fundar un nuevo movimiento artístico. Hartos del encorsetamiento en el que ha caído el arte “oficial”, así como de la situación privilegiada y el inmovilismo de las clases altas y de la Iglesia, ponen sus miras en un arte con vocación de modernidad, de “futuro”.
Así, su primer manifiesto, publicado en 1909, es una clara declaración de intenciones; lo “viejo” no tiene ya cabida en el mundo del arte, y tampoco los valores clásicos y academicistas, relacionados con ese arte caduco y obsoleto. Consideran que Italia ha sufrido siempre de lo que ellos llaman “pasatismo”, es decir, una obsesión por el pasado (pasato), el principal obstáculo para su avance como pueblo. Los futuristas proponen, pues, una nueva manera de hacer arte, mucho más acorde con los nuevos tiempos.
La importancia del futurismo va mucho más allá de ser una simple renovación estética; como veremos más adelante, supone además una ideología, una corriente de pensamiento muy relacionada con la realidad social y el devenir de la República Italiana. Además, el manifiesto futurista de 1909 es el primero de los manifiestos de vanguardia, lo que supone una auténtica revolución en la historia del arte.
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Velocidad, dinamismo y modernidad
Y ¿cuáles son estos nuevos tiempos? Es la era de los primeros automóviles, de los primeros vuelos aéreos, del crecimiento de las fábricas y de la producción en masa. Los futuristas ven el mundo como algo siempre en movimiento; es más, este debe ser un movimiento febril, alocado, como el movimiento de un bólido de carreras.
La ciudad misma está sumergida en una aceleración constante: los ritmos de los nuevos tiempos se precipitan, los centros humanos se retuercen y explotan en todas direcciones. El futuro es velocidad, dinamismo, cambio.
Para los futuristas, no hay velocidad sin progreso mecánico. Tampoco existe el futuro ni la modernidad sin él. Esa es la divisa de los futuristas, que funden de esta manera el concepto de “progreso” con el avance de la tecnología. Ya no hay tiempo para impertérritas estatuas clásicas, o para composiciones equilibradas y reposadas: el siglo XX debe ser el siglo de la revolución, de la dinámica, del correr sin apenas recuperar el aliento.
Así, las composiciones se inspiran en las realidades del siglo que empieza. El futurista Umberto Boccioni pinta entre 1910 y 1911 el lienzo La ciudad se levanta, que se presentó en la Muestra de arte libre de Milán como Il lavoro ("El trabajo").
En el cuadro podemos ver a unos obreros y unos caballos, confusamente mezclados en unas pinceladas rápidas que intentan captar el bullicio del trabajo.
Por su parte, el también futurista Giacomo Balla nos dejó uno de los cuadros más representativos del movimiento, el famoso Chica corriendo en el balcón (o en la escalera, según algunas fuentes), que intenta plasmar el movimiento veloz de una niña en plena carrera. Para ello, Balla utiliza una técnica inspirada en el recién nacido cinematógrafo: pinta “repeticiones” de la niña en el lienzo, para que el ojo tenga la sensación de que se mueve.
La representación de la aceleración, la luz eléctrica y la velocidad constituyó un auténtico reto para los futuristas. Porque ¿cómo plasmar algo intangible en un soporte inmóvil? Las soluciones que encontraron los diferentes artistas son heterogéneas y muy variadas: desde pinceladas sueltas que recuerdan al movimiento impresionista, hasta el divisionismo que también emplearon los fauvistas. Por todo ello, el futurismo fue, tal y como han sostenido muchos críticos, un movimiento más reivindicativo que práctico y, sobre todo, cargado de ideología política.
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Una corriente ideológica
Si por algo ha pasado a la historia el grupo futurista es por estar estrechamente vinculado al fascismo italiano y a la figura de Mussolini. Y es que en la ideología futurista encontramos conceptos muy vinculados al discurso del odio y de la violencia; por ejemplo, en el citado manifiesto de 1909, se decía que ninguna obra maestra podía serlo si no era “agresiva”. De igual forma, en el manifiesto se pedía incendiar todos los museos (en el paroxismo de su aversión hacia todo lo tradicional) y, a las puertas de la Primera Guerra Mundial, los futuristas sostenían que la guerra era una “higiene social”, el único medio para la construcción de un nuevo mundo.
El principal abanderado de esta ideología violenta fue Filippo Tomasso Marinetti (1876-1944), el líder del movimiento. Poeta de corte simbolista, él mismo cuenta cómo, tras un accidente que sufrió con su automóvil al intentar esquivar a unos ciclistas, tuvo una especie de iluminación que le llevó a la redacción del primer manifiesto. Estas nuevas ideas giraban en torno a la exaltación del mundo de las máquinas y el amor por el riesgo y la temeridad, personificadas en la velocidad. Marinetti expresaba sus ideales a través de un lenguaje provocativo, violento y tremendamente exaltado, que no estaba tampoco demasiado lejos del lenguaje que usaban los radicales anarquistas.
Otro punto en común que los futuristas tenían con el recién nacido fascismo italiano era su exacerbado nacionalismo. Los futuristas, y Marinetti en especial, deseaban construir una Italia nueva, y para ello veían la guerra como una oportunidad para demostrar la valentía y el coraje “perdidos” de los italianos. Ni qué decir tiene que el paso de la Primera Guerra Mundial barrió en cierta manera esta “valentía” de sus bocas; muchos de los artistas no regresaron del frente. Los que quedaron se adhirieron, como muchos otros, a los fascistas de Mussolini; especialmente, Marinetti.
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El futurismo fuera de Italia
A pesar de que el futurismo está vinculado a Italia, el movimiento tuvo una notable influencia en la Rusia prerrevolucionaria, especialmente en el constructivismo de pintores como Vladímir Maiakovksi (1893-1930). En 1912, él y algunos de sus compañeros firmaron el manifiesto Bofetada al gusto del público, de título bastante explícito, en el que ponían por escrito las bases del futurismo ruso, igual que habían hecho en 1909 los futuristas italianos.
Sin embargo, la similitud entre ambas corrientes no iba más allá de ciertas características estéticas y su intención de revolver la sociedad. Porque Maiakovski era, a diferencia de Marinetti, un firme antibelicista, y la propaganda bélica del italiano le producía náuseas. Además, los futuristas italianos se inclinaban más hacia una ideología revolucionaria de corte antiimperialista, lo que chocaba abiertamente con el fascismo de Mussolini.
Una de las pintoras más importantes del movimiento en Rusia fue Natalia Goncharova (1881-1962) que, durante su periodo futurista, realizó obras como el famoso Ciclista (1913), que recupera la idea del dinamismo y la velocidad tan voceados por Marinetti y los suyos.